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Juan Ramón Martínez

Contracorriente: CALLEJAS, SINGULAR Y CARISMÁTICO



Juan Ramón Martínez

Conocí a Callejas en 1976. Era Ministro de Recursos Naturales y me desempeñaba, por generosidad de Efraín Díaz Arrivillaga como asistente técnico, encargado de manejar, un programa de becas para el sector agropecuario y supervisar, la ENA. Cargo de cuarta categoría. Los Viernes, al final de la jornada, Callejas reunía en su despacho a sus más cercanos colaboradores. Un día, Zoilita, su secretaria, me informó que estaba invitado. Llegué y nos dimos la mano, como viejos conocidos. Me tuteó, cosa que hice igualmente, haciéndole creer a la mayoría de los técnicos que éramos viejos conocidos. Ese mal entendido, mejoró mi posición, porque desde entonces lucí como amigo del señor Ministro.
Callejas era, un hombre simpático,  amable y afectuoso. Hacía bromas y aguantaba bromas, lo que lo hacía muy cercano. Brillante, muy bien informado y muy imaginativo, siempre tenía la idea nueva, la última lectura y el detalle puntual sobre la situación económica del país. Carente de dogmatismos, podíamos discutir  y mostrar diferencias, sin tener que rendirse ante su autoridad. Le gustaba oír a los demás o quedar bien, renunciando a sus opiniones. Pocas personas he conocido, con esas virtudes, por lo que debo confesar me impresionó definitivamente.
En su primera candidatura, me consultó sobre su firma en el Acta fundacional del PINU. Le dije que debía aprovecharlo para demostrar su deseo por la modernización partidaria. En su primera incursión, fue designado de Ricardo Zúniga. Perdió pero logró mostrar un rostro nuevo en el electorado. En su aventura como candidato, después del continuismo de ROSUCO, obtuvo la mayoría del voto individual; pero su partido no consiguió la mayoría, por lo que Azcona fue elegido Presidente de la República. Callejas apoyó a este gobierno, que no contaba con el respaldo de la fracción Suazo Cordovista, heredera putativa del Rodismo que todavía hacia palpitar los corazones liberales. En 1989, derrotó categóricamente a Flores, consiguiendo la mayoría del Congreso. En esa oportunidad me invitó a formar parte de su gabinete, como Director Ejecutivo del INA. En las sesiones del gabinete seguimos tuteándonos, lo que creó no pocas censuras en los que se consideraban los escogidos para sucederle. Cada lunes nos recibía en su despacho para discutir la marcha de cada cartera y para la firma de los documentos respectivos. Conmigo, hablábamos más de política y en un momento me invitó a ingresar al Partido Nacional. “No te ofrezco la candidatura, porque mis correligionarios no perdonan tu pasado; pero sí, el Congreso o la Corte”.
Con Crecencio Arcos no tuvo buenas relaciones. En algunos momentos, cuando los de AID creían que yo era el más influyente del gabinete. Arcos me usó para hacerle llegar mensajes a Callejas. Recuerdo su oposición a la reelección de Discua Elvir y sus palabras, “dile que no aceptamos otro Noriega”. Así como su disgusto por un anillo que alguien le había regalado a Norma Regina. Esto, lo repitió después que en Colombia, cuando se entrevistó con Ernesto Samper, acusado por narcotráfico.
A finales de septiembre de 1991, presenté mi renuncia. En desacuerdo por la venta de las empresas campesinas. Creyó que era la solución. Que los más hábiles manejaran las mejores tierras y que los campesinos, vinieran a la ciudad, a poner pulperías. Le repliqué que estábamos creando los problemas del futuro. No me hizo caso. Para entonces el control de AID era total. El único que seguía resistiendo, Manlio Martínez, dejó el gabinete en 1992.
En 1993, cuando fui nombrado Presidente del Tribunal de Elecciones, me confesó que le había dado cinco millones de lempiras – “igual cantidad para mi partido” agregó riéndose – a Carlos Roberto Reina, con el que “estaré mejor que con Osvaldo Ramos”. Un tiempo después, cuando Reina le traicionara y persiguiera como ninguno a su sucesor, le dije que se había equivocado. Reconoció que era cierto.
Concluida su vida terrenal, confirmamos que fue un buen hombre, un político moderno y un estadista que quiso lo mejor para Honduras. Sacó al país de la vida mentirosa; reformó la economía y nos enseñó a vivir la realidad, abandonando precios mentirosos. No creo que se haya merecido el trato que le dieron al final de su vida. Condenado en Estados Unidos por dineros de FIFA. O después de muerto. Con “palomas de castilla”, picoteando su cadáver. No se lo merece.   


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Sobre el autor

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Olanchito, Yoro, 1941. Realizó estudios de profesorado en Ciencias Sociales en la Escuela Superior del Profesorado y es licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Divulgador cultural y periodista de oficio, Juan Ramón Martínez Bardales es columnista del diario La Tribuna desde 1976, medio en el que también coordina los suplementos Tribuna cultural y Anales históricos. Además, mantiene una columna en La Prensa de San Pedro Sula y una semanal en la revista Hablemos Claro.