Juan Ramón Martínez
Nos interesa más bien auscultar – porque es un tema de moda en nuestro tiempo – los hechos de corrupción atribuidos a Soto y al hecho que es el primer presidente en la historia de Honduras, que el Congreso Nacional, después que ha dejado el ejercicio del gobierno, integra una comisión para investigar la calidad y pureza de sus actos administrativos, sea la causa para solicitar un permiso para viajar a San Francisco. Estados Unidos y enviar su renuncia a la presidencia de la República desde allá. De esta comisión investigadora que nunca rindió un informe completo de sus hallazgos y conclusiones, – por lo que nunca fue discutida y aprobada o improbada por el gobierno -- formaron parte el Lic. Policarpo Bonilla y Antonio R Vallejo. Para ello, hemos recurrido a la información levantada por el historiador hondureño—estadounidense John Charles Moran, en la oportunidad que cuando Marco Aurelio Soto en 1902, en forma equivocada, regresa al país – residía entonces en Paris, Francia – para buscar en la campaña electoral de 1902, por el voto favorable de los electores hondureños, volver la presidencia de la República. Sus enemigos, publican en “5 de Julio”, periódico del Partido Liberal, durante varias ediciones, virulentos ataques que muestran, como es natural en un país en el que para entonces hay más libertad de prensa que cuando gobernó Soto Martínez a Honduras, artículos señalando los actos de corrupción cometidos durante su gestión gubernamental. Hasta entonces, la mayor critica que se conocía era la venta de su residencia particular al gobierno de Honduras, sus asociación con los inversionistas de la Rosario Mining Co. y los señalamiento contenidos contenidas en una carta demoledora que le escribiera Justo Rufino Barrios en la que, le acusa abiertamente de ladrón. Para entonces, Soto había perdido el favor de su protector político. En las pruebas aportadas por Moran en un proyecto de libro que se ha concretado, se aporta una hipótesis interesante sobre la ruptura en la cual, no está presente el tema de la corrupción. Con lo que no creemos que ni la corrupción y mucho menos la muerte por fusilamiento del expresidente Medina – un crimen que nadie puede justificar-- hayan sido la causa fundamental para la ruptura entre Barrios y Marco Aurelio Soto. En el “Diario de Honduras” en cambio, la crítica es de carácter político, insistiendo en el proceso en virtud del cual, Soto perdió la confianza del gobernante de Guatemala que buscaba la unidad de Centroamérica por medio de las armas, estrategia que según Eduardo Martínez López autor de los artículos, Soto no compartía por su carácter anti militarista y de repente por dudas sobre las posibilidad de éxito del proyecto. Además, Martínez López corriéndose el riesgo que es justa la subordinación del gobernante hondureño ante la voluntad del Guatemalteco, supone que Soto tenía sus propios interese de liderazgo en el esfuerzo unionista que por lo demás, no sería objeto de crítica alguna en vista que era presidente de un país que era entonces, subordinado de Guatemala no tenía posibilidad para sustituir a Barrios en un proyecto que iba más allá de las posibilidades de Honduras y de sus gobernantes. Finalmente, la mayoría de los ataques del Diario de Hondura se centran enormemente en el fusilamiento de Medina, el manejo del Calixto Vásquez, el famoso “corta cabezas”, caudillo indígena que según los critico de 1902, Soto había armado y animado para que se levante en contra del gobierno de Soto, en una jugada que suena a Juan Lindo y sus prácticas de zorro de la política. Crear el problema, para después, resolver el problema. Sin que pasemos por alto el clima sectario que privo en esa campaña electoral en que concurrieron por primera vez en la historia tres candidatos: Juan Ángel Arias, Manuel Bonilla y Marco Aurelio Soto, nos llama mucho la atención la virulencia en contra de Marco Aurelio Soto, cuando carecía de respaldo electoral, los electores le había olvidado, nunca había sido un hombre popular, la población había olvidado ya las obras de su gobierno y su falta de compromiso con el Partido Liberal, --que concurría dividido en la facción “arista” y la “manuelista”, no constituía ningún peligro. Es posible que sus criticas hayan sobre valorado sus posibilidades y en consecuencia el peligro que le restara votos no a Manuel Bonilla, sino que al candidato gubernamental Juan Ángel Arias. Sin embargo, el ser el tercero en discordia, fue vista por una facción la arista que apoyaba el Presidente Sierra, en una disimulado acto de continuismo presidencial por interpósita mano, como un peligro. Gracias a ese sectarismo, nos enteramos de algunos detalles controversiales de Marco A. Soto, más allá de sus vinculaciones con intereses mineros locales – bastante estudiados por cierto-- como por ejemplo, la adquisición de una casa en Nueva York y el hecho que esta se encontraba contigua a otra adquirida por Justo Rufino Barrios. El uso de esa información, evidentemente sectaria y con finalidades electorales, sin embargo es útil para seguir explorando y buscando pruebas, más allá de las simples apreciaciones, de la calidad moral de un hombre que al final de su vida, será el Presidente de los Artesanos de París. Y que después de sus frustrados intentos de retornar al poder, obtiene un disminuido tercer lugar y regrese a morir algunos años después a Carias donde descansan sus restos en la capital de Francia. Pero al margen del juicio de la historia, todos estamos de acuerdo cambio el paradigma estatal en Honduras. Desde entonces, el gobierno ya no sería el mismo. El mérito de Soto es que introduce un nuevo paradigma: el gobierno interviene en las actividades económicas dela sociedad, que se preocupa por la salud de la población y busca el progreso económico por medio de la inmigración y de la vinculación con el mercado mundial. E iría, poco a poco, acaparando funciones y asumiendo tareas en forma protagónica y en algunos momentos, excluyendo la participación de la ciudadana incluso, en tanto que en otros, rozando las fronteras del estado de bienestar.
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