Rubén Darío Paz*
Desde la amplia e importante tradición oral
se menciona que Corquín tiene un largo
devenir como asentamiento poblacional, sin embargo no existen evidencias
arqueológicas que lo sustenten, tampoco fuentes bibliográficas racionales, que
describan el origen de los primeros habitantes, que se supone se establecieron
en los márgenes de los ríos Jopopo y Julalgua.
Una valiosa referencia sobre Corquín se
describe en la Relación hecha a su
Majestad por el Gobernador de Honduras, de todos los pueblos de dicha gobernación.
Año de 1582.[1]
En ella se menciona que Corquín es un pueblo de indios, en la jurisdicción de
la ciudad de Gracias a Dios, y fue dado al encomendero, Andrés Dubón, con
treinta tributarios. Un poco más de tres siglos después el padre Vallejo en su
renombrado Anuario Estadístico de 1889, señala “Corquín. Pueblo situado en una localidad casi plana, rodeado de lomas
de ocotales y a las orillas de los ríos Julalgua y La Sirena. Se asegura sin
fundamentos del todo fidedignos, que este pueblo estuvo fundado en época remota
a las márgenes del río Jopopo, no lejos de donde hoy se encuentra. Posee
iglesia, cabildo, etc. Sus calles están empedradas. Sobre cada uno de los
arroyos hay un puente. La agricultura y el comercio es el patrimonio de sus
habitantes. El clima y las aguas son excelentes”.[2]
Bastante seductoras resultan las palabras que
le dispenso a Corquín el investigador
santabarbarense Raúl Zaldívar, cuando le visitó en 1951. “La ciudad de Corquín está situada en un valle, el de Cucuyagua, a 2500
pies sobre el nivel del mar, extendida de Sur
a Norte en medio de paisajes encantadores. Tiene un pequeño parque,
buenos edificios, calles empedradas y amplias, un hermoso puente de calicanto
sobre el río Julalgua y una sociedad muy culta. Lo que más da mérito a Corquín
es su potente planta eléctrica de capacidad suficiente para suministrar luz a
las poblaciones vecinas. Hay un beneficio de café y arroz y un molino para
harina. Corquín es considerada como la segunda ciudad en importancia, en el
departamento de Copán”.[3]
Sabemos que Corquín tiene una altitud de 882
msnm y se localiza sobre el extremo oriental de los denominados “Llanos de San
Pedro o Llanos de Corquín”, planicies que a su vez forman parte del fértil
valle de Cucuyagua. La categoría de
municipio se le otorgó el 24 de junio de 1824, ojalá que al cumplirse los
primeros 200 años, Corquín se convierta en un municipio de referencia turística
a escala nacional y mejor sí para esas fechas ya cuenta con su propia Casa de
la Cultura, pues resulta inexplicable como un municipio con tanto acervo
carezca de un centro que le permita preservar y difundir su legado.
A Corquín se le concedió título de ciudad el
13 de marzo de 1926, actualmente ésta conformada por los siguientes
barrios: Buenos Aires, Las Acacias,
Berlín, San Pedrito, Delicias, Los Ángeles, El Centro, Mercedes, La Cruz, El
Calvario, Pashapa, Las Vegas y un par de colonias recientes. La cabecera
municipal tiene un dilatado casco urbano, donde se advierte un relieve
irregular, aunque se distingue una ligera planicie al centro del poblado,
calles y avenidas siguen un rectángulo desigual, algunas conservan el empedrado
inicial, que coincide con el significativo repunte comercial, visible entre
1940 hasta finales de los 60” del siglo anterior. Es de suma importancia
conservar algunas de esas calles, arreglarlas y convertirlas en peatonales, con
el propósito de preservar un legado histórico que escasamente se repite en
Honduras. Es urgente arrancar con un
proyecto de restauración con apoyo del Instituto Hondureño de Antropología e
Historia de varias casas, puentes y, por supuesto, el cementerio, que
constituye uno de los mejores conjuntos arquitectónicos mortuorios del país. Se debe tener claro que para atraer
turistas no es necesario en cementar nuestros pueblos, sino más bien consensuar
una agenda cultural y fortalecer el patrimonio que ya se tiene.
Con todo y que Corquín es un
poblado antiguo, su trazo no sigue las normativas coloniales, aquí su iglesia
principal esta distante del parque Central, diseño que se repite en pocos
municipios, quizás los más evidentes
sean Márcala Sulaco, Esquías, Las Lajas,
Quimistán, Sensentí, San Francisco del Valle entre otros.
El palacio Municipal de
Corquín, es un edificio elegante, de
planta rectangular entejado a dos aguas, de altas y gruesas paredes de adobe. En su fachada
principal se distingue un amplio corredor con seis bases espaciadas y una serie
de puertas altas y adinteladas.
Al palacio Municipal se le agregó
en 1944 una torre-reloj de más de veinte metros de altura, construida por el
maestro de obra Adán López. Para esos
años fungía en la presidencia el dictador Carías Andino, y en el parque Central de Corquín se había instalado
un vistoso quiosco, al final fue destruido por los conflictos partidarios,
eventos innecesarios que tanto daño le ha ocasionado al país.
En palabras de Marcial Rivera,
coleccionista de objetos históricos nos comenta “Corquín era un centro de acopio donde los vendedores de los
alrededores venían a ejercer el comercio. El almacén más grande en esos tiempos
era de José María Dubón, una tienda donde había de todo hasta máquinas de
coser.[4]
Otra tienda fuerte era la de Ángel Romero, también había un hospedaje del
guatemalteco Alfredo Escobar, donde funcionaba una Casa de cambio, existía una
pista aérea, donde un avión venia dos veces por semana y este transportaba café,
tabaco y gente. El comercio era con El Salvador, los medios de transporte públicos eran unas carretas guiadas por bestias.
Había un molino harinero y una planta hidráulica propiedad de Rafael Girad.
Hubo una fábrica de refrescos “Jarritos” y un cine que perteneció a Alfredo “El
Gato”. Un molino de despajar arroz, de don Toño Handal. Corquín tenía rokola y
billares y funcionaba el Banco de
Fomento, en la casa de Beto Alvarenga.
Por las condiciones geográficas
del territorio hondureño, a muchos de nuestros pueblos, primero llegaron los
aviones, luego los camiones. Corquín se insertó con una carretera de terracería
aprovechando la construcción que de Santa Rosa de Copán conduce a Ocotepeque,
en tiempos de Oswaldo López. Vitales gestiones realizaron Doña Herminia Handal
y Don Rodolfo Romero, la primera alcaldesa y el segundo regidor, fue así que
se hizo la carretera y trajo enormes
beneficios para Corquín y pueblos vecinos.
Su elegante parque Central y la iglesia
Corquín, ahora tiene un parque
vistoso, recién reconstruido, donde destacan cinco enormes guanacastes
sembrados en diferentes administraciones edilicias a finales del siglo
anterior. Extrañamente no aparece en el parque de Corquín el deslucido
monumento a la madre o el busto a Morazán, bustos que en muchos pueblos
hondureños, en su mayoría no tienen esa calidad artística que deberían exhibir.
Quizás Corquín está guardando el sitio para algún referente específico, pues
siempre es importante destacar la labor de personajes locales, que a lo largo
de su vida han sido ejemplares y terminan siendo tirados al baúl de la
historia.
Como hemos señalado se encuentra
más allá del parque Central, dedicado a San Juan Bautista. Su reconstrucción se
inició en 1931, es una edificación de planta rectangular, en su elegante
fachada se distinguen dos cuerpos, en sus laterales destacan dos torres
campanarios de altura considerable. La serie de imágenes que se encuentran en
su interior son más antiguas que el mismo edificio, sus altares son recientes,
pero decorados con esmero. Corquín ha tenido el privilegio de contar con una
serie de talentosos sacerdotes y sus ciudadanos recuerdan fácilmente a José
Héctor Melara, Calixto Coto, Fausto Milla, Paco Morán y Rolando Antonio Peña,
entre otros. Algunos envueltos en polémicas, pero todos comprometidos no sólo con asuntos religiosos,
sino con iniciativas educativas, sin olvidar el fortalecimiento de las
prácticas tradicionales, de mucha importancia para la convivencia. Desde
inicios del presente siglo el Padre Rolando Peña ha venido realizando una
destacada labor al frente de la iglesia. Sus actividades incluyen una serie de
festejos a lo largo del año, donde es evidente la participación y organización
comunitaria, tanto que ya trasciende en
la región.
Las ferias patronales
La
Feria de San Juan es una festividad estrictamente religiosa, siempre se reza una
novena antes del día 24 de junio. Ese día patronal se acostumbra a hacer una
procesión que viene desde Jimilile y a medida que van avanzando por las
distintas comunidades, las personas se integran, llevan palmas y cantan. La
feria coincide con el aniversario de fundación del municipio. La concurrida procesión concluye en la iglesia
donde comparten eucaristía. En las
cercanías de la iglesia se instalan comerciantes, donde nunca faltan los
puestos donde ofrecen alimentos locales.
La
feria de agosto conmemora a la virgen del Tránsito. Esta se organiza desde la
corporación municipal iniciando con el famoso paseo de la “mojiganga”, se
exhiben carrozas, donde muestran productos y actividades, que identifican a las
empresas participantes. Se elige la reina de la feria y desde hace algunos años
también se nombra la reina del café, que es sin lugar a dudas el principal
producto de exportación que ha situado a Corquín en lugares privilegiados a
escala nacional e incluso más allá de nuestras fronteras.
Berlín: un barrio singular y su iglesia dedicada a San Isidro
De todos es conocido que varias
familias salvadoreños huyendo de la fatídica dictadura de Martínez Hernández
llegaron al occidente, algunos se establecieron en Corquín y por su
laboriosidad se ganaron el afecto de los vecinos.
Mención especial merece Don
Candelario Reyes Calderón, constructor de origen salvadoreño, apasionado
lector, amigo de tertulias junto al antropólogo suizo Rafael Girad y el Padre
Melara. Reyes Calderón se convirtió en
alcalde, era devoto de San Isidro, tanto que dono el terreno donde ahora se
encuentra la iglesia, además trabajó junto a otros amigos en levantar el
edificio, mismo que quedó desatendido por el conflicto armado de 1969. Todos
los salvadoreños tuvieron que salir del país, muchos de sus bienes quedaron
abandonados, en el peor de los casos sus pertenencias fueron destruidas.
En Corquín y en otras comunidades
al registrarse inviernos copiosos, los vecinos siguen sacando a San Isidro en
vistosas procesiones, tampoco se olvida la copla medieval “San Isidro labrador,
quite el agua y ponga el sol”. En el barrio de Berlín, la tradición también
continúa.
Casa Mayorga: un referente
regional
En Honduras, las construcciones
civiles con estas características no son frecuentes. Se trata de un edificio
rectangular amplio, sus anchas y altas
paredes están construidas con adobes, entejado a dos aguas prolongadas, en su
interior destacan amplios corredores. Anteriormente se le conoció como Casa Grande y ahí funcionó la Casa Cural en tiempos del
sacerdote-artista José Héctor Melara,
quien realizó en las paredes interiores, una serie de pinturas, donde se narran
escenas bíblicas. Se trata de siete frescos coloridos, de más de un metro
cuadrado y distribuidos con sentido atrayente.
El padre Melara, abandonó Corquín
por conflictos internos, pero al trasladarse a la aldea de San Francisco de
Cones cerca del casco urbano de Sensentí, construyó una encantadora iglesia
que, por cierto, ahí descansan sus restos. El padre Melara se merece un estudio
biográfico con mayor profundidad, pues más que religioso fue un artista audaz.
Exuberante vegetación propicia para el ecoturismo
A pesar de los distintos impases
ambientales que se evidencian en nuestros municipios, vale la pena destacar que
Corquín luce bien a lo largo del año,
muchos de los patios de sus casas conservan arboles de distintas variedades, a
lo que se suma una mejoría gracias a las campañas de reforestación por
autoridades edilicias y fuerzas vivas. En los dominios de Corquín se encuentran
elevaciones que alcanzan más de 1300 metros de altura, sitios favorables para
observar extensos cafetales, bosques de coníferas y reservas biológicas. De las
altas montañas que le circundan se deprenden raudales que complementan un
pródigo paisaje.
El entorno de Corquín es propicio
para la observación de la naturaleza, sin embargo, su belleza no ha sido
gestionada con fines de ecoturismo, más bien, la intensa frontera agrícola, la
ausencia de planes de sostenimiento, ponen en riesgo los bosques primarios y
con ello a todo su atractivo natural.
En el municipio de Corquín se
encuentran ubicadas dos micros cuencas, la del río Aruco y las aguas que se
desprenden del Cerro Negro, a una altura promedio de 1100 msnm, estas aguas son
parte de la subcuenca del río Higuito, que a la vez forma parte de la cuenca
del río Ulúa. Además, está el naciente de la quebrada San Francisco, que provee
a la población de la cabecera municipal. En las partes más altas se pueden
observar árboles como; cedro, caoba, laurel, lesquín, roble, malsinco y mano de
león para mencionar algunas.
Nada despreciable son las especies
que también sirven de uso medicinal a los “corquinences” como el sucunán,
cuturo, guarumo, casco de buey, casco de venado, falso pimiento, palo de agua,
tres puntas, ciguapate, venadillo, copalillo etc.
Con alguna facilidad se pueden
realizar jornadas de avistamiento de
aves, donde podemos ver desde gavilanes, teras, lechuzas, auroras, zanates,
azulejos, paloma, jabonera, guarda barrancos, gorriones, pájaro carpinteros,
quetzal, toctas, chequeques, correcaminos o tanunas, pericos, chorchas, hasta
jilgueros, entre otros. Ahora que la frontera agrícola es una amenaza constante
para los recursos naturales, sería oportuno orientar campañas educativas desde las autoridades municipales
para que se respete la vida animal. Ardillas, conejos, mapaches, tacuazines,
cusucos, coyotes, monos, garrobos, gatos de monte, erizos, tepezcuintles,
taltuzas y zorrillos también forman parte de los entornos privilegiados de
Corquín y su protección debe ser responsabilidad de todos.
Apodos que trascienden
A los habitantes de Corquín se
les conoce como “suptes”, eso porque en sus cercanías siempre ha habido árboles
de ese sabroso aguacate, asumimos que es una especie endémica del occidente de
Honduras. Sería oportuno designar un área en Corquín para sembrarlo de árboles
de “suptes”, con la esperanza de que las nuevas generaciones lo tengan presente
y que los visitantes también lo conozcan.
En Corquín al igual que en otros pueblos, el “apodo” se vuelve
generacional, estos se desprenden de
“observaciones especiales” oficios, procedencia, hábitos, aspectos físicos,
formas de hablar, episodios cotidianos etc.
A una familia dedicada a la elaboración de ponches, la gente terminó
denominándoles “punches”. Al que alguna vez jalaba arena del río en “cueros
secos”, se le llama “burujacas”. Otra familia con cierta dificultad para hablar
de corrido, le llaman “titierra”. Esto sólo es una breve muestra, sin embargo,
no deja de sorprender que exista tanta imaginación y eso también debe valorarse.
Al cerrar
este leve recorrido por Corquín, resulta alentador saber que este
municipio cuenta con una infraestructura educativa ejemplar, donde sale a
relucir el pionero Instituto Copán Galel, como también la Escuela
Piloto Miguel Paz Barahona, que es
necesario ver, no sólo por su finca escolar “La Amistad”, sino también por la
serie murales que ahora constituyen un importante legado artístico y les
convierte en ejemplo a nivel nacional, una muestra más de que los docentes bien
intencionados pueden cambiar el rumbo del país.
Agradezco la complicidad de excelentes
informantes como Angie Mejía Estévez, Marcial Rivera, José Benedicto Peña,
Rodolfo Romero, Jorge López, Carlos Javier Reyes, Liliana Mayorga, Rolando
Peña, Carlos Jaar, Amílcar Paz, Juan Ramón
Villeda y Candelario Reyes García.
Cancincamon, Talgua, Lempira.
2021
*Rubén Darío Paz. Director de
Gestión Cultural en el Centro Universitario Regional de Occidente-
CUROC-UNAH. Docente investigador en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán en Santa Rosa de
Copán. Realizó estudios de Historia y
Antropología Cultural. Es autor y coautor de varios libros, ensayista y fotógrafo. Miembro de la Academia
de Geografía e Historia. Correo rubenga1934@yahoo.com Teléfono (504) 89 02 70 49
[1] Documentos Coloniales de Honduras. Héctor
M Leyva. Colección Padre Manuel
Subirana. Tegucigalpa, 1991. (Ver página 64)
[2] Primer Anuario Estadístico de Honduras.1989. Antonio R. Vallejo. Editorial
Universitaria, (UNAH). Tegucigalpa, 1997. Ver página 79.
[3]
Así es mi patria. (Segunda Parte). Raúl Zaldívar.
Tegucigalpa D.C, Honduras 1951. Ver páginas 84 y 85.
[4] Las Máquinas de Coser que distribuía don José María
Dubón, llevaban la impresión metálica “J.M Dubón.
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