Juan Ramón Martínez
Para 1883, año cuando Luis Bográn (34 años), militar,
--nieto de un inmigrante francés, Romain Beugrand--, toma posesión de su primer
periodo presidencial, el gobierno hondureño no es el mismo que siete años antes,
cuando Marco Aurelio Soto (27 de agosto de 1876-- 8 de mayo de 1883), apoyado
militarmente por Justo Rufino Barrios de Guatemala y Zaldívar de El Salvador,
había tomado posesiona del mismo, ante el
alcalde municipal de Amapala. Muchas cosas, para entonces, han cambiado.
Lo fundamental: hay un nuevo paradigma, económico, político y cultural. La
función del gobierno ha cambiado totalmente. Va más allá de garantizar la paz y
la soberanía nacional. No es accidental que a Soto, en algún momento se le haya
tachado de anti militarista. Y que esa conducta, posiblemente le haya distanciado
de Justo Rufino Barrios, su protector y fuente de su respaldo, porque frente a
los deseos de este por reconstruir la unión centroamericana por medio de las
armas, se haya mostrado resistente y poco dispuesto para involucrar al pis en
un conflicto sangriento. Sera Bográn, después que Soto haya dejado el poder,
quien levantara tropas para apoyar la iniciativa que terminara en Chalchuapa,
en forma desastrosa, con la muerte de Barrios. De acuerdo al nuevo paradigma,
heredado de la revolución de 1871, se considera al gobierno, además de garante
de la paz y la tranquilidad ciudadanas, obligado a sustituir a la Iglesia, en
las funciones de salud, registro de las personas, manejo de los camposantos y la división de las tierras
comunales en manos de los indígenas de los que
lo son y continuar la obra de la
carretera iniciada por los gobernantes anteriores y, la más importante,
reactivar de la economía. Ahora el gobierno interviene en la vida económica,
continuando la carretera del sur, como medios para reactivar la actividad de
los particulares, y estimulando la movilización de la inmigración de Estados
Unidos especialmente hacia Honduras. De allí que asuma mayor intervención en el
comportamiento de las personas que hasta entonces, que solo era regulado por
las alcaldías. Empieza a desarrollarse el estado central. Que para entonces,
maneja funciones que, hasta 1876, había desempeñado la Iglesia Católica,
especialmente en los ramos de salud pública, educación y registros de la vida y
muerte de las personas. En la administración de Soto, se valora la minería –
que había sido fuente originaria de recursos durante la colonia – se anima la
agricultura, se estimula la ganadería – sin desconocer del todo las
contradicciones entre la modernidad de la primera y la inmovilidad de la
segunda--- y se busca el desarrollo de la industria que, para entonces solo
tiene expresiones artesanales. Como la población es muy reducida – Vallejo la
calcula para entonces en 300.000 habitantes – el capital escaso y el crédito
muy reducido, el concepto teórico que esta en la base es que, para lograr
resultados hay que atraer población extranjera y capitales, especialmente de
los Estados Unidos. Ya lo había hecho, años antes José María Medina, aceptando
el ingreso de ex miembros de las tropas sureñas que habían perdido la guerra civil en Estados Unidos en
1865, los que se establecieron en San Pedro Sula y Tela. En la primera ciudad,
fundaron el actual Barrio Medina. Y en Tela, crearon varias compañías, algunas
de las que se dedicaron al cultivo del banano, como lo refiere Rafael Angel
Elvir. En el año 1984, Bogran aprobó una contrata para que emigrantes franceses
se establecieran en Honduras. Y otra para un ferrocarril que uniera a Trujillo
con Puerto Cortes y Omoa. Desafortunadamente ambos proyectos no concretaron. Lo
mismo que la contrata, con un estadounidense, para el establecimiento de un
Banco que diera crédito a los empresarios agrícolas, comerciales e
industriales.
En 1883, la infraestructura nacional es pobre, de cara a la
extensión del territorio. Existía, inconclusa la carretera del Sur, entre San
Lorenzo y Tegucigalpa, todavía no concluida. Y se habían iniciado trabajos para
construir una carretera entre Tegucigalpa y el mineral de la Villa de San
Antonio. Y Constantino E Fiallos, trataba de convencer al gobernante sobre las
bondades de su proyecto de unir Yuscarán con Sabanagrande, pidiendo que el
gobierno contribuyera con 1500 pesos mensuales. Además, se construía un tramo
carretero para unir Ojojona con la carretera del sur. El diseño de las
carreteras, tenía que ver con la salida de la broza de las minas,
fundamentalmente. La capital, Tegucigalpa,-- que tenía una población en 1881 de
16.171 habitantes, según Vallejo –carecía de agua potable y luz eléctrica. “Las casas son, -- escribirá
un viajero estadounidense en 1890--, normalmente construidas de adobe y son de
una planta, solo en las vecindades de la plaza
central hay algunas casas de dos pisos. Las calles son estrechas y
pavimentadas rudimentariamente de piedras o ladrillos. La iluminación es con lámparas
de kerosen. La seguridad policial, es proveída por adolescentes y menores de
edad con uniforme de tela de azulón y grandes sombreros de paja, en la cual
andan una cinta que se le e en grandes letras POLICÍA, van descalzos y en sus
camisas llevan su respectivo numero de identificación” (Frank Vincent, Viaje
Amapala, San Lorenzo, Tegucigalpa 1890, en Extranjeros hacia Tegucigalpa, Ramon
Rosa Izaguirre, compilador, Tegucigalpa 2007, pag 79). No dice si, los
“policías” portaban algún tipo de armas. La verdad es que la delincuencia era
menor. Reducida a pequeñas raterías y otras infracciones menores. En 1983, solo
hubo un homicidio en la capital de Honduras.
El Presidente de la
República era el general Luis Bográn Barahona, que había tomado posesión del
cargo el 30 de noviembre. Había sido ministro con Marco Aurelio Soto, el único
militar del gabinete. Pulino Valladares escribió sobre el que fue “un hombre
inteligente, con regular instrucción, con alguna amplitud en sus ideas de
progreso, adquiridas en sus viajes. Tolerante hasta el peligro en materia de concesiones.
Las otorgaba sin tasa ni medida, ni previsión, fundándose en que era preciso
abrir las puertas sin reservas a las actividades del extranjero para que se
desenvolviera en corto termino la riqueza del país”(Julio Rodríguez Ayestas,
Hondureños ilustres en la Pluma de Paulino Valladares, Teg 1972, pag 95).
El juicio, era subjetivo. O políticamente sesgado. El paradigma económico
escogido, que al final llevaría al país a articularse al mercado mundial
mediante la exportación bananera, no ofrecía otra alternativa, porque Honduras,
no contaba con los recursos humanos, ni siquiera los mas elementales. Pero la
opinión de Valladares no es compartida por otros contemporáneos. Carlos F.
Alvarado, define a Bográn como “Hombre
de gran talento, con un caudal de conocimientos y de tácticas en la ciencia
política, lo que lo hace uno de los estadistas más notables de Centro América,
pues gamas gobernante alguno se vio rodeado de conflictos y dificultades,
iguales a las que él encontró en su camino. Supo salvar las situaciones que
parecían más desesperadas, sin mengua de la honra y la dignidad de la paz de la
República”. En cambio Policarpo Bonilla,
escribió que Bográn “ arrastro por el cieno el honor nacional” ( Lucas
Paredes, Drama Político de Honduras, Editorial Latinoamericana, Ciudad de
Mexico, 1960, pag 47) Gustavo A.
Castañeda, historiador y político muy reputado, lo define como “un hombre de
mundo, de experiencia: hombre sereno, saciado en el mando político poco común”
(Paredes, 52) Y mujeriego, al extremo que su esposa Teresa Morejon,
nunca residió en Tegucigalpa, por “no pasar la vergüenza de conocer la vida
sexual del que ella y otros llamaban, “el garañón de los valles de Quimistan”.
Su familia siempre residió en Santa Bárbara y nunca se estableció en Tegucigalpa.
En 1884, enfrento la muerte de una hija de dos años. Llego a su casa, en Danta Bárbara
dos días después de interna jornada a caballo.
Pero el eje de estas reflexiones es ratificar como el
paradigma económico, lleva al gobierno de Bográn por el camino que había
iniciado la reforma liberal de Soto. Cosa que le honra, porque le da
continuidad al proyecto reformista. Cosa poco común en la historia nacional, en
la que “cada alcalde manda en su año” y que la característica, de un gobierno a
otro, es la discontinuidad. La primera prueba de lo anterior es que, por
primera vez en la historia del país, se crea una comisión para fomentar la agricultura, como base del
desarrollo industrial. “El 17 de diciembre fue formada la Comisión agronómica,
bajo la dirección del argentino Juan José Martínez, agrónomo y mineralogista,
que había realizado observaciones metereológicas en Trujillo” (Ramón Oquelí,
El primer año de Bográn, Editorial Universitaria, mayo 1990, página 11). El
mismo Oquelí, en la obra citada, dice que el 1 de enero del año siguiente,
“J:J: Martínez, Jefe de la Comisión Agronómica, envió a funcionarios y a otras
personas de “buena voluntad” una circular dándoles a conocer un programa que
contenía y puntos y solicitándoles sugerencias para la mejor realización del
mismo, ya que el gobierno pretendía que “ la nación entre firmemente en el
concierto de los Estados florecientes, y convencido que el bienestar de la
patria reposa principalmente en el desarrollo de su industria en general y de
su agricultura en particular, se propone no omitir esfuerzos trabajos y
actividades que propendan a este fin”. Para entonces, Honduras tenia según el
censo levantado por Francisco Cruz en 1881, una población de 307. 289 personas,
de los cuales, eran agricultores 2.328, labradores de la tierra en menor escala
28.312; hacendados de ganado 639, comerciantes 598: 380 mineros; 3 ingenieros.”
(Primer Anuario Estadístico, correspondiente al año de 1989, Antonio Ramón
Vallejo, Editorial Universitaria, Tegucigalpa, 1997, pagina 187) Y ningún agrónomo. JJ Martínez era un
argentino que ignoramos como puso pie en tierra en Honduras. Ni tampoco que
resultados obtuvo su circular, cuando en el censo de 1888 citado, se dice que
para años antes, solo sabían leer eran 44.473 y leer y escribir 26.533(Vallejo,
137). Tampoco cuando abandono el país y para donde se dirigió. De él,
!nunca se supo nada¡. Y a la Comisión nunca se le dio continuidad. En ninguno
de los otros gobiernos que le sucedieron.
Además, en términos
culturales, el país carecía de una ética del trabajo, adecuada para la
dedicación, la productividad y los resultados. El semanario ministerial, es
decir pagado por el gobierno, “La República” citado por Oquelí, publica que “La
agricultura, lo único que puede llevar a
Honduras a un alto grado de prosperidad, se halla en pañales entre nosotros.
Tenemos plétora de manos muertas, y anemia de productores, debido a la mala
dirección que se ha dado a la juventud. Siguiendo de este modo pronto
quedaríamos en la pobreza” Y para confirmar lo anterior, el gobernador político
de Intibucá, publica en el semanario citado que, “son muchos los brazos que hay
por aquí, pero también hay tenaz apatía por el trabajo; y esto se ve aun para
el propio consumo, y como la feracidad de los terrenos proporciona alimentación
suficiente, aunque mala, se contentan con vivir simplemente sin hacer nada que
les proporcione comodidades” ( La República, 18 de enero de 1884). Otro
viajero estadounidense, se impresiona por el silencio de Tegucigalpa. “Las mujeres
que lavan ropa, de las dos ciudades (Tegucigalpa y Comayagüela) están todo el
día con el agua hasta la rodilla pegando la tela contra las piedras; así que el
sonido que parece al sonido de las persianas cerrándose o de disparos. Esta es
la única muestra de energía que tiene el pueblo” (Richard Harris, en
Extranjeros hacia Tegucigalpa, pag 113). Según el censo de 1881, había en
el país 2.580 lavanderas, (Vallejo, 137).
El semanario “La República”, citado por Oquelí, pocos años
antes, publico un editorial titulado La Industria Humana”, el que concluye que “Nosotros tenemos aún,
casi integra, la herencia que nos dejó la colonia. La iniciativa individual se
mueve en una esfera demasiado reducida de exclusivismo y de interés más
entendido, particular y nacional. Necesitamos combatir muchos errores y ejercer
el apostolado de la razón con la palabra y el ejemplo”. El país practicaba
entonces y actualmente, una agricultura de rosa y quema, de modo que los
agricultores avanzaban destrozando los bosques, sin aprovechar la tierra; ni
mucho menos buscando la fórmula de preservarla y enriquecerla. Era mucha. Para entonces, la noción de fertilizante era
desconocida absolutamente. La cultura de pegarle fuego al bosque es, ancestral.
Natural e incluso se creía, posiblemente por la necesidad que reducía la acidez
de los suelos. Por ello es una fórmula que siguen usando los agricultores, para
preparar las tierras de secano, antes que lleguen las lluvias. Adicionalmente,
hay que señalar que, como herencia de la división en clases establecida en la
colonia, en que la crianza de ganada tenia superioridad frente a la
agricultura, en vista que la primera era propia de los encomenderos, de los
criollos y para el tiempo que comentamos para los “principales” del país, el ganado
pastaba libremente en los terrenos ilimitados. En perjuicio de todos, de
agricultores y de ganaderos. “Es lamentable el descuido. Cada hacendado pierde
anualmente una porción de ganado en la estación seca que escasea el pasto
natural, y sin embargo nadie, con muy raras excepciones, quiere gastar en
potreros” (Oquelí, 13). En consecuencia de la superioridad de la
ganadería, la responsabilidad para cercar las áreas cultivadas, le correspondía
a los agricultores que se veían en desventaja, porque tenía que hacer
inversiones, que no hacen los ganaderos, lo que aumentan sus costos. Por ello la única agricultura es
la descrita antes; o la que se hace en los predios alrededores de las casas. En
pequeñas labranzas que casi nunca tienen más de una manzana. Los cercos son de
madera, porque todavía no se conoce el alambre espigado. Y aunque no parezca
coincidencia, son los ganaderos – no los agricultores – los que dominan la
política nacional. Ellos son los gobernantes del país. Como tales o encumbrados
a generales de cerro, “gritados” por sus seguidores en las revueltas civiles
que se realizaban, periódicamente, para resolver las disputas de poder. “No
cabe duda, escribió Francisco Rodríguez, desde Macuelizo, en la separación de
la agricultura y la ganadería, pero en estos valles, semejantes a los de
Olancho, se perjudicaría a los dueños de ganado, si se les presionase a
retirarlos sin tener potreros adhoc. Por consiguiente, deben darse largas” (Oquelí,
14). Esas “largas” duraron muchos años hasta que, se impuso la agricultura
moderna manejada por capitalistas extranjeros.
Todavía en 1936, por ejemplo, los ganaderos de Olanchito, no
tenían potreros. Y hasta que llegan la agricultura moderna impulsada por los
estadounidenses en el valle del Aguan. es que los ganaderos se ven obligados a
construir potreros para encerrar sus hatos ganaderos que vagan libremente, buscando pasto natural,
porque la Standard Fruit Co. no cerca sus plantaciones (Modesto Herrera Munguía,
en Monografía del Departamento de Yoro, Rubén Antúnez). Por ello, nosotros
creemos que “Prisión Verde” de Amaya Amador, es fundamentalmente en la defensa
de los ganaderos y, un rechazo a la agricultura moderna, sustentada en la
defensa de los trabajadores.
El uno de febrero de
1984, según Oquelí, JJ Martínez, el agrónomo argentino escribió el articulo
intitulado “Economía Agrícola”, en donde afirmaba: “no se culpe nunca a la
falta de capital, a la mala tierra ni al tiempo los fracasos agrícolas que se
sufran, pues siempre proviene de la indolencia y la e imprevisible” (Oquelí,
16). Y no carece de razón. El país no contaba para entonces, como lo hemos
indicado con el recurso humano para impulsar una agricultura comercial. Lo que
había era una agricultura generalizada, de simple subsistencia, de allí que sea
lógico que para hacerlo, se haya pensado, como solución inmediata, en una
población foránea – especialmente de Estados Unidos que está a punto de
convertirse en la primera potencia mundial – con capital y contactos en el
exterior, para por ese medio articular la economía nacional con el comercio
mundial. La versión que son los estadounidenses los que inician el cultivo del
banano en dimensiones comerciales, no se ajustan a la verdad. En el folleto de Oquelí que
venimos citando, sobre el primer año de gobierno de Bográn, encontramos la nota
siguiente: “Desde Trujillo, Guillermo Melhado indico que los primeros
cultivadores de de guineo para la exportación tenían que batallar porque se
veían obligados a someterse a los precios y condiciones de los pocos buques que
hacen el tráfico”. (Oquelí, 14) En 1879, cinco años antes, había llegado
a Tela el vapor “E. B. Ward Jr, para
cargar fruta de la Costa Norte. Comienza la exportación” concluye el ata municipal
que le sirve de base (Rafael Angel Elvir, La Villa de Triunfo dela Cruz,
llamada Tela desde 1829, Centro Editorial, SPS, 2000, pag 61)

Por otro lado, es interesante señalar la composición de la
población extranjera establecida en el país. Además de la inmigración fomentada
por el Presidente José María Medina, en el censo de 1887, residen en el país, “2.000
salvadoreños; 2.060 guatemaltecos; 610 nicaragüenses; 15 colombianos; 29 mexicanos; 185
norteamericanos; 77 españoles; 72 franceses; 1033 ingleses; 43 alemanes; 4 rusos; 2 suizos; 13 italianos; 4 belgas; 2
daneses; 1 holandés; un portugués; un brasileño y un chino” (Vallejo, pág.
149) Total de extranjeros 4.155. A esta cifra habrá que agregar la que
empieza a llegar desde 1893, proveniente de Palestina y Líbano que llegaran
atraídos como comerciantes, por el auge bananero del país. Los nativos
hondureños, mayoritariamente, seguirán cultivando la afición por el empleo público,
la renta de tierras y viviendas o sirviendo de comisionistas y presta nombres para las empresas bananeras.
Como lo decía en 1884 Jerónimo Zelaya, personas para las que “los cargos
públicos se convirtieran en artes e industrias lucrativas de pecunia”( La
República, 9 de febrero de 1884) Todavía no había nacido la burocracia, que
se convertirá en un obstáculo adicional para el desarrollo del país.
La información proporcionada por Elvir y Vallejo, de alguna
manera está vinculada con la industria bananera que para las primeras dos
décadas del siguiente siglo por comenzar, convertiría a Honduras en el primer
productor mundial de banano. Dándonos posiblemente las bases para una pequeña
burguesía “nacional” que en el siglo XX, será la base de la reducida industria
que tiene el país actualmente. Pero esas, son otras historias que contaremos en
otra oportunidad.
Tegucigalpa, abril 16 del 2020
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