Orly Cruz
Tuve la dicha y satisfacción de conocer
al padre Mario Cruz en Esparta Atlántida, cuando bautizamos a mi nieto Joseph.
Posteriormente vino a Olanchito y en más de una vez le hospedamos en nuestra
casa. Para Suyapa, mis hijos y para mí, siempre fue un placer recibirlo y
atenderlo- Desde que lo conocí me impresiono mucho, por su trato afable y
cortes: pero más que por ello, su prédica siempre era un aliciente espiritual,
porque estaba impregnada de la verdadera filosofía cristiana, en el marco de la
doctrina social y de la iglesia, donde se lucha por el prójimo oprimido, se le
reconoce como el prójimo, al cercano. Pero a la vez se anima, se llama la
atención, se emplaza de frente a los opresores, sin miedo, sin eufemismo, sin metáforas
o con frases retoricas, insistiendo en las obligaciones que se tienen
contraídas en el interior del evangelio. Así era el padre Mario Cruz. Lo más
sobresaliente; siempre predico con el ejemplo. En su acción de predicador, en
su proyección social no pretendía atender y consolar solo al hermano de su
iglesia, sino que veía siempre al ser humano, integral, en sus debilidades, sus
miedos y esperanzas. Fue solidario con los que más sufren y con la verdad
transparente, sin intereses personales o subterráneos, les decía el origen, las
causas, sus responsabilidades, sus errores y las consecuencias de sus
desgracias. Su mensaje tenía un profundo sentimiento cristiano, como no cabía
de otra manera. En varias oportunidades de su rica predicación, puso como
ejemplo lo que decía Gabriela Mistral: “la imagen de Jesús no hay que buscarla
en la cruz, en los altares de los templos, en las estatuas, o en las portadas
de los textos religiosos, hay buscarla en las caras tristes de los deprimidos,
en los rostros de los niños macilentos, en la faz de los miserables”. También,
en otros momentos citaba a Víctor Hugo, a verlo “en los descamisados” como le
gusta llamarlos Evita Perón, cuando se refería a los pobres de Argentina. Y en otro
más, remataba citando la canción de Ricardo Arjona, ratificando que- “Cristo es
verbo; no sustantivo”. Para confirmar que Cristo, estaba vivo y caminado entre
ellos nosotros, y que era el rostro de todos nuestros vecinos.
La predica del padre Mario tuvo sus
cimientos en la práctica autentica de la filosofía cristiana. Cuando lo escuche
en el pulpito, -- quizá en su último mensaje--, fustigar la corrupción
galopante en Honduras, vinieron a mi memoria las predicas demoledoras del
Monseñor Romero en El Salvador que, denunciaba las atrocidades que cometía la oligarquía
salvadoreña contra el pueblo indefenso
de ese país. El ahora, San Monseñor Romero, beatificado por el Santo Papa
Francisco, igual que Jesucristo murió asesinado en plena misa, tan solo decir
la verdad, y ser solidario con aquellos, que sobre sus descarnados hombros,
cargan la pesada cruz de su inseparable miseria que los mortifica, los degrada
y los mata. De similar manera fue el pensamiento y actuar del padre Mario.
Lamentablemente la pandemia que abate a Honduras le arrebato la vida, cuando todavía
podía hacer mucho por los feligreses del rebaño confiado a su amoroso pastoreo
El padre Mario en su misión
evangelizadora de gran contenido social, no se limitaba atender al hermano de
su iglesia, sino como buen cristiano le extendía su mano amiga al ser humano,
que sufre y padece las injusticias de la democracia imperfecta y excluyente que
impera en Honduras, donde los principales protagonistas políticos tienen
secuestrado el Estado hondureño, para beneficio de unos pocos, en perjuicio de
las grandes mayorías desposeídas del país.
El padre Mario siempre fue un
abanderado de equidad social, política y económica del país, por eso siempre
estuvo de lado de los marginados. Su humanitario legado, queda en la conciencia
de quienes tuvimos la feliz oportunidad de conocerlo y tratarlo. No hay duda
que su partida deja un gran vacío difícil de superar. Pero seguros que Dios lo
ha recogido en su santo seno, que está a su lado, donde siempre coloca a los
buenos. Y el padre Mario Cruz, era una de ellos.
El padre Mario Adin Cruz Zaldivar, --tal
su nombre completo--, nació en la comunidad Las Quebradas, pertenecientes al
municipio de Tela, el 27 de julio de 1959. Fueron sus padres Anibal Cruz y
Cleotilde Zaldivar. Desde muy jovencito, descubrió su vocación sacerdotal, por
lo que realizo sus estudios sacerdotales en México, Costa Rica, El Salvador y
Honduras. Se ordeno como sacerdote en 1987, en Trinidad Santa Barbara. En ese
mismo año, bajo el liderazgo de Monseñor Santos, participo en los esfuerzos de
la Iglesia Católica hondureña, para brindarle protección, abrigo y alimentación
a un enorme grupo de refugiados salvadoreños que huían de la violencia que
azotaba a El Salvador, en la comunidad de Mesa Grande, San Marcos de
Ocotepeque. Con mas amor que con recursos, junto a otros sacerdotes, les
brindaron afecto y protección a los refugiados, en unas condiciones precarias
en las que faltaba el techo seguro, la comida necesaria, agua pura y la ropa
necesaria para cubrir los cuerpos desnutridos de los refugiados.
Posteriormente, establecido en El Salvador, fundo 6 escuelas primarias y un
colegio secundario para alumnos de escasos recursos. Durante 15 años fue
director de ese instituto secundario. Regreso a Honduras en el año 2014, para
primero desempeñarse durante casi cinco años, como capellán de la Universidad Católica,
campus de la Ceiba, de donde paso a hacerse cargo de la iglesia Asunción de María,
de Esparta, departamento de Atlántida en el mes de septiembre de 2018. Es decir
que la muerte le sorprende, a punto de cumplir dos años de ejercicio sacerdotal
de esa comunidad de fieles católicos. Tenía al momento de su muerte, 61 años de
edad. Le habían precedido en el camino al encuentro con el Padre Celestial, un
primo hermano y su madre Cleotilde Zaldivar viuda de Cruz. Descanse en la paz
del Señor, padre Mario. Hasta siempre
dilecto e inolvidable amigo. Lo recordaremos como amigo y líder espiritual, toda
nuestra vida.
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