UN REPASO A LA PERSONALIDAD DE JORGE MEDINA GARCIA
Nery Alexis Gaytan
Vice Director de la AHL
Buenas tardes:
Señor Director de la Academia Hondureña de la
Lengua
Lic. Juan Ramón Martínez
Escritor Jorge Medina García, Premio Ramón Amaya
Amador, 2020, y familiares que lo acompañan.
Señores Académicos de la AHL
Amigos y amigas:
Con enorme satisfacción procedo a leer la hoja de
vida personal y literaria del escritor yoreño Jorge Medina García.
En sus propias palabras, él se define de esta
manera: Jorge Medina García es un individuo que habiendo nacido un
24 de Abril de 1948 en Olanchito, Yoro, de la unión de Feliciana García,
olanchitense, y el yoreño Fausto Medina y Medina, se crió en la ciudad de Yoro
con su abuela Concepción Medina, desde los seis meses hasta su madurez,
estudiando allí el nivel primario y el Ciclo Común, para obtener después el
título de Maestro en Educación Primaria en la Escuela Normal de Varones de
Tegucigalpa y posteriormente el de Letras españolas en la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”.
Es alguien que trabajó más de treinta
años en la docencia, que ha sido Alcalde Municipal, Director departamental de
RNP, locutor radial, vendedor de libros, micro criador de perros, ovejos y
bovinos, avicultor, agricultor, etc. y se ha dado maña, en los intersticios de
estas ocupaciones, como un pájaro que elabora el nido donde ha de vivir, para
asumir su oficio de escritor y fraguar calladamente y sin aspavientos, los
poemas, cuentos y novelas que en mayor o menor medida han salido a la luz.
Se casó con la
Profa. Dora Rojas Galdámez, con quien procreó cinco hijas, todas, ahora,
profesionales de las ciencias médicas y que, exceptuando una, le han proveído
gozosamente de cinco nietas y un nieto.
Con relación al
oficio de escribir plantea que: Lo que es cierto es que todo buen lector,
siente la necesidad de escribir tarde o temprano, y yo me convertí pronto en
lector. A los doce años había leído el Conde de Montecristo, Las Mil y Una Noches,
Los tres Mosqueteros y una infinidad de comics y novelitas vaqueras de Marcial
Lafuente Estefanía, Silver Kane, Keith Luger y otros; y a los trece ya encaraba
el libro que pudiera conseguir,
fueran: El Amor, las Mujeres y la Muerte de Schopenhauer o las noveletas de
José María Vargas Vila. Después me dieron ganas de escribir, primero para
ridiculizar algunos condiscípulos y luego por placer.
En este oficio de
la escritura, todo escritor absorbe influencias de todo tipo, en el caso de
Medina García, honestamente admite que: “Obviamente deben existir influjos en
mis modestos escritos porque admiro la obra de muchos escritores:
Greene, Steimbeck, Saramago, Borges, Dickens, Conrad, Bernhard, Cortázar,
Octavio Paz y muchos más, pero eso es inevitable. Siempre nos influimos los
unos con los otros”.
Su obra publicada es la siguiente: CUENTO: Pudimos
Haber Llegado más Lejos (1989), Desafinada Serenata (2000). La Dignidad de los
Escombros y Otros Cuentos (2002). Un paesse in affito, cuentos
traducidos al italiano (Edizione Goreé, Pisa. 2006). La Oscuridad Nuestra de Cada
Día (2007). Lluvia de Cuentos
Infantiles (2014). Las Relaciones Inhumanas (2017). Últimos Cuentos y Últimos
Poemas (2017). Próximamente Editorial Guaymuras publicará el libro de cuentos:
“El Amor es una Golondrina de Verano”. NOVELA: Cenizas en la Memoria (1994). Memorial del Blasfemo (2011). El
Viento que Sopla los Carbones Apagados del amor (2014). POESÍA: Los versos
adversos. Poemario. (2016).
Como hemos visto
es poseedor de una obra de calidad que enaltece la literatura hondureña. Ha
recibido los siguientes premios y reconocimientos:
· 1991 - Representó a Honduras en el III Encuentro de
Escritores de la Frontera Sur, en México.
· 2006 - Primer Lugar en el Concurso de Cuentos del
Grupo Femenino Ideas, llevado a cabo en Tegucigalpa.
· 2010 - Primer Lugar en los XXV Juegos Florales,
en Santa Rosa de Copán.
· 2011 - Mención honorífica en el Concurso de Cuentos
del Parlamento Centroamericano, llevado a cabo en Guatemala.
·
2012 - Premio Biblioteca Nacional de Honduras, rama
de Literatura.
·
2019 - Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa.
· 2020 - Premio Ramón Amaya Amador, otorgado por la
Academia Hondureña de la Lengua.
De los
múltiples estudios sobre su obra mencionaremos dos apreciaciones. La primera de
Josué R. Álvarez, quien plantea que “La obra de Medina García es un espejo de
la sociedad hondureña, pretende mostrar el devenir de ella y más o menos una
configuración de una identidad nacional que evita caer en los folclorismos y
decorados innecesarios que a veces muestran muchas veces lo que no somos.
Sus
personajes decadentes y fracasados sufren de esos mismos temores y
frustraciones que sufren los ciudadanos de la nación hondureña, no porque sean
decadentes y fracasados, sino porque es innegable la realidad en la que
vivimos, y más de una situación de esa característica nos toca enfrentar.
Además
de eso, es un escritor que se preocupa mucho por su estilo, la manera en que
relata los acontecimientos, cómo usa la palabra y cómo estructura las
historias.
El
crítico José López Lazo plantea que “Casi toda la obra de Medina García tiende
a la sátira, a la crítica de las lacras sociales e individuales. Poco de
nuestra realidad queda indemne de la burla punzante y del ridículo desnudador
(…). A Medina le interesa mucho decirnos cómo se es, cómo se está, cómo se dan
las acciones de sus personajes mediante plásticas imágenes, símiles
introducidos a partir de ese “como”. Y si narra con imágenes, tenemos una
narrativa muy próxima al cine, principalmente, pero también al teatro y a la
pintura; además de la visualidad fotográfica, ese “como” abre un sinnúmero de
puertas que van más allá de la mera imagen visual. Le sirve, además, para
capturar verdaderas intuiciones que nos llevan a lejanas zonas de la cultura
humana; a confrontar lo nuestro con lo de allá: con la tradición -política
religiosa, cultural…- occidental.
Medina
García posee una “Verosimilitud fidelísima, aguda y depurada, crítica puntual y
corrosiva, diversidad de técnicas y recursos narrativos, estilo humorístico
desenfadado, irónico, satírico, irreverente; elocuente, poético, lúcido… Tiene
los dones artísticos de la variedad y del equilibrio; de los contrastes
irónicos pulverizadores de lo que tocan y de la lucidez solidaria
reivindicadora de lo humano que aún queda.
En la
narrativa de Jorge Medina García el símil es portador de un encuentro
contradictorio con una tradición impuesta, avasalladora; de un deseo de
validar, de legitimar lo nuestro, de un ocultamiento que no es ocultamiento, de
una ironía que junta mundo solo para dinamitarlos, de unos indicios que
preparan unos finales, de un humor que desestira, de una forma de ver -en su
sentido literal y profundo- nuestra realidad desde su condición política,
social, cultural, ética y existencial. Una narrativa comprometida con todo lo
que al hombre hondureño atañe”.
Estas
apreciaciones críticas reflejan que estamos frente a un escritor de gran valía,
que tiene dominio pleno del lenguaje; es un escritor crítico y humano que
ennoblece la patria.
¡Felicidades!
TRES NOVELAS DE MEDINA GARCIA
J. Enrique Cardona Chapas
Enrique Cardona Chapas
Académico de numero de la AHL |
A principios de los años noventas del siglo pasado pude haber leído un
cuento de Jorge Medina García en alguna revista que no recuerdo, o quizás fue
la lectura de “Pudimos Haber Llegado Más Lejos” en algunas de sus ediciones o
reimpresiones. Había algo llamativo en el título del cuento o del libro, que
enlazaba con la imaginación narrativa, algún recuerdo de Juan Rulfo y tal vez
una nueva promesa en el horizonte de los escasos narradores hondureños de aquel
tiempo. Lo cierto, es que desde aquellos años hemos venido leyendo cada volumen
publicado por Medina García sin haber sido defraudados en la tarea lectora,
esta que es más genuina que la lectura profesional de quien busca las costuras
y descosturas del relato, o de cómo se dicen las cosas.
El crítico español Antonio Sánchez Barbudo en un precioso libro sobre
Antonio Machado decía que cuando se estudia una obra lo importante es decir lo
que se ve, ya sea oscuro o claro, en un juicio más que todo subjetivo propio y
que el crítico solo tiene una tarea en caso de que la tenga, que es la de
ayudar a ver en claro. Agrega además que la crítica elogiosa es aburrida y
completamente inútil.
Bajo estas premisas hemos leído tres novelas de Jorge Medina García:
“Cenizas en la Memoria” (1994); “Memorial del Blasfemo” (2011) y “El Viento Que
Sopla Los Carbones Apagados Del Amor” (2014) y sin pasar por alto las
apreciaciones críticas de Julio Cesar Pineda, José D. López Lazo y Helen Umaña
sobre la primera novela. Resaltando el texto de López Lazo lleno de intención y
entendimiento y la opinión de Umaña en el sentido que el valor de esta primera
novela recae sobre el hombre y la sociedad, a través de las escenas
carcelarias, las disputas familiares y las falacias del discurso religioso.
Este juicio es extensivo a las otras dos novelas de Medina García, ya que el
contrapeso de los personajes tiende a fortalecer las tramas novelescas por
encima de los escenarios sociales, en que viven insertos. En términos
filosóficos este existencialismo humano con sus conflictos hace más valiosas
estas novelas por encima de las formas, las estrategias narrativas o algunas
facetas donde la lógica de la existencia puede resultar inverosímil o poco
creíble en el mundo ficticio.
Debo decir, que he hecho la lectura de estas novelas por la última,
terminando en la primera. En lo personal considero que en “Cenizas en la
Memoria” hay una gran capacidad narrativa, en términos de un lenguaje poético
como lo han señalado los tres críticos citados, que se asocia a la capacidad
fabuladora donde el novelista se encuentra más lucido o consciente de que
página tras página nos va diciendo algo, que sabe lo que está contando sin
artificios ni excesos informativos inútiles por encima de la historia que se
nos relata. Hay vitalidad. Hay vida. No deberíamos decir esto porque estamos
suponiendo que el autor no conoce su oficio. Pero en este caso lo digo por mi
oficio de lector, a quien como hemos dicho, debe satisfacer el novelista.
Novela que incluso desde esta posición subjetiva, me gusta más que las otras
dos, tal vez por la cohesión narrativa señalada en el marco de la ajustada
brevedad de una novela corta.
Es posible que en la novela “El Viento Que Sopla Los Carbones Apagados
Del Amor” haya un poco más de vitalidad, de más vivencias y un reflejo menos de
los conflictos sociales para concretizar un poco más la acción de los
personajes que lo acerca a “Cenizas en la Memoria”. Digo esto porque en
“Memorial del Blasfemo” hay un alto reflejo social y de denuncia social que
pone en peligro la ficción novelesca. En “El Viento Que Sopla Los Carbones
Apagados Del Amor” la intención es distinta y es la de elevar la vida mediocre
al heroísmo frente a la miseria humana. Esta novela es ligera, audaz, bien
fabulada e irónica, ya que el humor en el autor es proverbial y sobre todo encontramos
un camino a la esperanza (de todos modos, aquí se camina mucho a través de las
montañas) y a los sueños. Por encima de la maldad humana, el desagradecimiento
y la discriminación social.
El narrador omnisciente (recordando que hay otras voces narrativas) de
esta novela al igual que el narrador de “Cenizas en la Memoria” conoce el
principio y el fin de la historia novelada, que con un guiño Quijoteano,
autoanaliza su oficio de narrador, de cronista, porque en alguna medida la
novela tiende hacia la crónica o hacia el reportaje periodístico en razón de
los hechos de la novela. Este narrador es un dios omnipresente, irónico y
perverso. El cual, como decimos, acompaña a los personajes en un largo camino
en dos líneas circunstanciales hacia un solo lugar que podemos definir como la
esperanza, la salvación, el amor y el sueño utópico. Uno víctima de un
secuestro equivocado y otro huyendo de un robo bancario. El secuestrado
encuentra su destino en dos facetas: heroísmo y amor, pues, termina en una relación
con una joven secuestrada de la alta sociedad, de quien se enamora y que al
mismo tiempo libera del secuestro, a pesar de ser un anodino y cobarde
mecánico. El ladrón en construir una especie de comunidad utópica, esa utopía
entrevista a lo largo de la historia humana, donde busca encauzar al ser humano
a un destino mejor tanto en el bienestar social como cultural. Estos dos
destinos humanos principales se entrelazan y resultan el fin para uno de ellos.
En este caso para el personaje Quijotesco de la utopía social, que como un
Moisés Bíblico apenas vislumbra la tierra prometida. El secuestrado no está
exento del fin trágico, pero no en el presente del ladrón bancario, sino en
otra etapa de la vida, cuando descubre una nueva verdad amorosa de los hechos
pasados. Su compañera secuestrada que al ser liberados no vuelve a ver, por
amenazas de un padre, la encuentra ya entrado en años en un avión donde se
entera de la existencia de un hijo y de la verdad amorosa, pero ya es todo
tarde como para un recomienzo, pues, ambos son víctimas de un accidente aéreo.
En esta novela Medina García está en su mejor forma y quizás, la historia que
nos relata no está a la altura del lenguaje narrativo.
Algo parecido sucede con “Memorial del Blasfemo”. Las estrategias narrativas
son similares a sus otras novelas, pero encontramos que la bien expuesta
identidad social de ciertas clases sociales hondureñas, le quita peso a la
fábula. La novela roza el ensayo sociológico o el análisis político. El
problema es saber a qué le damos más importancia, si a una tesis social o a una
tesis narrativa. Independientemente de esto los hechos políticos contados
tienen una conexión con hechos históricos identificables e incluso con
personajes reales reconocidos. Por ejemplo, el personaje central de la novela
Trigo de Jesús Vindel Bonilla tiene un guiño identificable con cierto escritor
nuestro. Ya que el personaje si bien es cierto es periodista, tiene ciertas
dotes para la escritura y escribe una especie de memorias repulsivas y blasfemas,
digamos, donde refleja todas nuestras taras e idiosincrasias sociales. En algún
punto el blasfemo quiere redimir nuestra sociedad contándonos quiénes somos y
contándonos quien es el autor hundido en la abyección para salvarnos; pero al
fin quien se salva es el mismo Trigo de Jesús, de la tragedia social que nos
señala.
Podríamos decir que la novela resiste a través del conflicto psicológico
del personaje central Trigo de Jesús Vindel Bonilla, cuya vida desesperada,
desordenada y peligrosa, surge en un conflicto intrafamiliar originado por
cierta madre infiel, que no le demuestra el amor maternal como a un hijo ni a
él ni a su padre como esposa, lo que lo hace rechazar la imagen de su madre y a
su vez la del padre por su debilidad frente a las supuestas infidelidades de la
mujer. Al final se descubre la verdad de las acciones de la madre a través de
su propio padre, que le permite a Trigo de Jesús reconciliarse consigo mismo y
su entorno, dándole un nuevo rumbo a su vida personal, para después llegar a un
absurdo final trágico. La tragedia es común en las tres novelas de Medina
García. Los finales trágicos sirven en beneficio de quienes quedan como
personajes secundarios de la novela, como si estos fuesen Cristos crucificados
para la salvación de otros.
Hay mucho que decir de la obra de Medina García, baste por ahora, lo que
hemos dicho y baste saber que tenemos un gran narrador nacional que requiere
ese destino de todo escritor: que lo leamos, que podamos reconocernos en su
obra y no desperdiciar su fina ironía, esa puerta a la felicidad lectora.
Ramón Amaya Amador, el hombre que orientó
mis pasos como escritor.
Jorge Medina García
El premiado escritor Jorge Medina García, rodeado de los Académicos de
numero de la AHL.
Honorables miembros de la
Academia hondureña de la Lengua:
Sr. Director de la AHL,
Don Juan Ramón Martínez
Distinguidos invitados
especiales:
Señoras y señores:
Sé que la honorable
Academia Hondureña de la Lengua, decidió otorgarme este prestigioso premio en
fecha anterior al embate de los horrorosos huracanes Iota y Eta que nos
asolaron con particularidades catastróficas. Sin embargo, al enterarme de ello,
tardíamente por las circunstancias, cuando la tragedia se ha pintado tan
vivamente con trazos de barbarie y de dolor en la repetitivamente flagelada
epidermis de la patria, una contradictoria sensación ética me ha impedido
celebrar alborozadamente esta adjudicación, que agradezco, por supuesto, con
las fibras más sinceras que tiene mi corazón.
Esta pesadumbre, me
imagino, es la misma que abordó el sentimiento de nuestro insigne Ramón Amaya
Amador cuando le tocó embarcarse en la nave sin retorno del exilio, porque los
dolores del pueblo, sean cuales fueren sus causas, ya un ciclón o ya una
tiranía, se incrustan fuertemente en el sentimiento de quienes pretendemos
restañar de algún modo las abiertas y sangrantes heridas de la inmensidad de
pobres y desheredados que pululan, ingenuos y desarmados, errando sin un norte
sobre las sendas erizadas de espinas y guijarros que siniestros personajes, más
que la madre naturaleza, han esparcido puntualmente desde tiempos que nunca
alcanzaremos a determinar.
¡Qué buen nombre se
escogió para este premio y cuánto gusto y orgullo al recibirlo!
No mencionaré más a Ramón
Amaya Amador, por ahora, porque ya mi ilustre antecesor, Don Julio Escoto,
esculpió sus rasgos esenciales al recibir este mismo premio el año pasado, con
exquisita brillantez y depurada prosa.
Diré nomás que Amaya
Amador, el soberbio escritor de inagotable pluma, con su Prisión Verde, Jacinta
Peralta y Cipotes, fue el autor nacional que orientó mis primeros pasos
literarios por la vereda del humanismo y de la reivindicación social que
después se encargó de reafirmar mi amigo inextinguible también, Roberto Sosa, y
que esto es, más que el nobilísimo gesto de otorgar y el muy modesto de
recibir, una feliz coincidencia y un reencuentro con las raíces más hondas de
mis modestos escritos literarios.
Cae este premio, pues,
sobre mis hombros como una inesperada y gratificante cascada de reconocimiento
a la labor creacional, durísima y utópica, marginada y solitaria que he
realizado a través de los años, no sé cómo, mientras me gano la vida de otros
modos en la otrora plácida y siempre relegada Ciudad de la Lluvia de Peces; y
también me aborda este galardón como un acicate, una amorosa palmada en la
espalda, una motivación para animarme a seguir adelante en momentos en que el
postrero de mis libros publicados tiene por título “Últimos cuentos y últimos
poemas”.
Magníficos estímulos como
éste, de los que debería tomar nota el aparato gubernamental son los que nos
hacen proseguir batallando con nuestros demonios interiores, continuar
hilvanando sueños, historias, frustraciones, dolores, amores, cóleras y
reclamos sociales impostergables, haciendo el uso mejor que encontremos posible
de este portentoso y sin igual invento de la humanidad que se llama Lenguaje, sin el cual, como sabemos, nada de
lo que hoy se denomina Ciencia, Civilización, Educación y Tecnología, hubiera
sido posible.
Leí no hace mucho en la prensa
nacional, que en el ámbito centroamericano, Honduras también se distingue
negativamente como el país donde menos se lee; y como la lectura es tan básica
para el desarrollo integral de una nación, quiero dejar mencionada aquí la
urgente necesidad que tenemos de promover una implacable, sostenible y agresiva
política lectora en todos los niveles de nuestra educación formal y decir que
no basta con inaugurar bibliotecas sin allegarles lectores en considerables
cantidades porque al final, como yo mismo comprobé en carne propia, solo la
lectura y la comprensión de los libros esenciales de la humanidad puede liberar
a los hombres y salvar del abismo a los pueblos menospreciados como el nuestro.
Sé muy bien que la Academia está desarrollando un magnífico proyecto al
respecto, que mucho la honra, pero debemos sumarnos más, instituciones y
personas particulares, a este tan encomiable esfuerzo.
Carlos García Gual,
ocupante de la silla # 65 de la Real Academia Española, hace unos meses lo dijo
claramente: “La crisis de la lectura es la crisis más importante de esta
sociedad”.
Eso, por ahora, tendrá
que esperar, muy bien lo entiendo porque hoy todo esfuerzo y toda lucha, deben
orientarse a levantar nuestra amada patria de su desoladora postración.
Muchísimas gracias,
distinguidos miembros de la Academia Hondureña de la lengua. Con su acción,
también han proclamado que la vida continúa y en medio del dolor, les agradezco
y los abrazo.
Lo mejor para ustedes y
para Honduras.
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