Un espacio de opinión crítica y constructiva sobre temas de interés nacional con un enfoque objetivo sin exclusión ni prejuicios de clases sociales, políticas, sexo o religión.

Juan Ramón Martínez

Discursos premio Ramón Amaya Amador - 02 Diciembre 2020

UN REPASO A LA PERSONALIDAD DE JORGE MEDINA GARCIA

 Nery Alexis Gaytan

Vice Director de la AHL

Buenas tardes:

Señor Director de la Academia Hondureña de la Lengua

Lic. Juan Ramón Martínez

Escritor Jorge Medina García, Premio Ramón Amaya Amador, 2020, y familiares que lo acompañan.

Señores Académicos de la AHL

Amigos y amigas:

Con enorme satisfacción procedo a leer la hoja de vida personal y literaria del escritor yoreño Jorge Medina García.

En sus propias palabras, él se define de esta manera: Jorge Medina García es un individuo que habiendo nacido un 24 de Abril de 1948 en Olanchito, Yoro, de la unión de Feliciana García, olanchitense, y el yoreño Fausto Medina y Medina, se crió en la ciudad de Yoro con su abuela Concepción Medina, desde los seis meses hasta su madurez, estudiando allí el nivel primario y el Ciclo Común, para obtener después el título de Maestro en Educación Primaria en la Escuela Normal de Varones de Tegucigalpa y posteriormente el de Letras españolas en la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”.

Es alguien que trabajó más de treinta años en la docencia, que ha sido Alcalde Municipal, Director departamental de RNP, locutor radial, vendedor de libros, micro criador de perros, ovejos y bovinos, avicultor, agricultor, etc. y se ha dado maña, en los intersticios de estas ocupaciones, como un pájaro que elabora el nido donde ha de vivir, para asumir su oficio de escritor y fraguar calladamente y sin aspavientos, los poemas, cuentos y novelas que en mayor o menor medida han salido a la luz.

Se casó con la Profa. Dora Rojas Galdámez, con quien procreó cinco hijas, todas, ahora, profesionales de las ciencias médicas y que, exceptuando una, le han proveído gozosamente de cinco nietas y un nieto.

Con relación al oficio de escribir plantea que: Lo que es cierto es que todo buen lector, siente la necesidad de escribir tarde o temprano, y yo me convertí pronto en lector. A los doce años había leído el Conde de Montecristo, Las Mil y Una Noches, Los tres Mosqueteros y una infinidad de comics y novelitas vaqueras de Marcial Lafuente Estefanía, Silver Kane, Keith Luger y otros; y a los trece ya encaraba el libro que pudiera conseguir, fueran: El Amor, las Mujeres y la Muerte de Schopenhauer o las noveletas de José María Vargas Vila. Después me dieron ganas de escribir, primero para ridiculizar algunos condiscípulos y luego por placer.

 

En este oficio de la escritura, todo escritor absorbe influencias de todo tipo, en el caso de Medina García, honestamente admite que: “Obviamente deben existir influjos en mis modestos escritos porque admiro la obra de muchos escritores: Greene, Steimbeck, Saramago, Borges, Dickens, Conrad, Bernhard, Cortázar, Octavio Paz y muchos más, pero eso es inevitable. Siempre nos influimos los unos con los otros”.

 

Su obra publicada es la siguiente: CUENTO: Pudimos Haber Llegado más Lejos (1989), Desafinada Serenata (2000). La Dignidad de los Escombros y Otros Cuentos (2002). Un paesse in affito, cuentos traducidos al italiano (Edizione Goreé, Pisa. 2006). La Oscuridad Nuestra de Cada Día (2007).  Lluvia de Cuentos Infantiles (2014). Las Relaciones Inhumanas (2017). Últimos Cuentos y Últimos Poemas (2017). Próximamente Editorial Guaymuras publicará el libro de cuentos: “El Amor es una Golondrina de Verano”. NOVELA: Cenizas en la Memoria (1994). Memorial del Blasfemo (2011). El Viento que Sopla los Carbones Apagados del amor (2014). POESÍA: Los versos adversos. Poemario. (2016).

 

Como hemos visto es poseedor de una obra de calidad que enaltece la literatura hondureña. Ha recibido los siguientes premios y reconocimientos:

·    1991 - Representó a Honduras en el III Encuentro de Escritores de la Frontera Sur, en México.

·   2006 - Primer Lugar en el Concurso de Cuentos del Grupo Femenino Ideas, llevado a cabo en Tegucigalpa.

·   2010 - Primer Lugar en los XXV Juegos Florales, en Santa Rosa de Copán.

·    2011 - Mención honorífica en el Concurso de Cuentos del Parlamento Centroamericano, llevado a cabo en Guatemala.

·         2012 - Premio Biblioteca Nacional de Honduras, rama de Literatura.

·         2019 - Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa.

·  2020 - Premio Ramón Amaya Amador, otorgado por la Academia Hondureña de la Lengua.

De los múltiples estudios sobre su obra mencionaremos dos apreciaciones. La primera de Josué R. Álvarez, quien plantea que “La obra de Medina García es un espejo de la sociedad hondureña, pretende mostrar el devenir de ella y más o menos una configuración de una identidad nacional que evita caer en los folclorismos y decorados innecesarios que a veces muestran muchas veces lo que no somos.

Sus personajes decadentes y fracasados sufren de esos mismos temores y frustraciones que sufren los ciudadanos de la nación hondureña, no porque sean decadentes y fracasados, sino porque es innegable la realidad en la que vivimos, y más de una situación de esa característica nos toca enfrentar.

Además de eso, es un escritor que se preocupa mucho por su estilo, la manera en que relata los acontecimientos, cómo usa la palabra y cómo estructura las historias.

El crítico José López Lazo plantea que “Casi toda la obra de Medina García tiende a la sátira, a la crítica de las lacras sociales e individuales. Poco de nuestra realidad queda indemne de la burla punzante y del ridículo desnudador (…). A Medina le interesa mucho decirnos cómo se es, cómo se está, cómo se dan las acciones de sus personajes mediante plásticas imágenes, símiles introducidos a partir de ese “como”. Y si narra con imágenes, tenemos una narrativa muy próxima al cine, principalmente, pero también al teatro y a la pintura; además de la visualidad fotográfica, ese “como” abre un sinnúmero de puertas que van más allá de la mera imagen visual. Le sirve, además, para capturar verdaderas intuiciones que nos llevan a lejanas zonas de la cultura humana; a confrontar lo nuestro con lo de allá: con la tradición -política religiosa, cultural…- occidental.

Medina García posee una “Verosimilitud fidelísima, aguda y depurada, crítica puntual y corrosiva, diversidad de técnicas y recursos narrativos, estilo humorístico desenfadado, irónico, satírico, irreverente; elocuente, poético, lúcido… Tiene los dones artísticos de la variedad y del equilibrio; de los contrastes irónicos pulverizadores de lo que tocan y de la lucidez solidaria reivindicadora de lo humano que aún queda.

En la narrativa de Jorge Medina García el símil es portador de un encuentro contradictorio con una tradición impuesta, avasalladora; de un deseo de validar, de legitimar lo nuestro, de un ocultamiento que no es ocultamiento, de una ironía que junta mundo solo para dinamitarlos, de unos indicios que preparan unos finales, de un humor que desestira, de una forma de ver -en su sentido literal y profundo- nuestra realidad desde su condición política, social, cultural, ética y existencial. Una narrativa comprometida con todo lo que al hombre hondureño atañe”.

Estas apreciaciones críticas reflejan que estamos frente a un escritor de gran valía, que tiene dominio pleno del lenguaje; es un escritor crítico y humano que ennoblece la patria.

¡Felicidades!

 TRES NOVELAS DE MEDINA GARCIA

 

J. Enrique Cardona Chapas

Enrique Cardona Chapas

Académico de numero de la AHL


A principios de los años noventas del siglo pasado pude haber leído un cuento de Jorge Medina García en alguna revista que no recuerdo, o quizás fue la lectura de “Pudimos Haber Llegado Más Lejos” en algunas de sus ediciones o reimpresiones. Había algo llamativo en el título del cuento o del libro, que enlazaba con la imaginación narrativa, algún recuerdo de Juan Rulfo y tal vez una nueva promesa en el horizonte de los escasos narradores hondureños de aquel tiempo. Lo cierto, es que desde aquellos años hemos venido leyendo cada volumen publicado por Medina García sin haber sido defraudados en la tarea lectora, esta que es más genuina que la lectura profesional de quien busca las costuras y descosturas del relato, o de cómo se dicen las cosas.

El crítico español Antonio Sánchez Barbudo en un precioso libro sobre Antonio Machado decía que cuando se estudia una obra lo importante es decir lo que se ve, ya sea oscuro o claro, en un juicio más que todo subjetivo propio y que el crítico solo tiene una tarea en caso de que la tenga, que es la de ayudar a ver en claro. Agrega además que la crítica elogiosa es aburrida y completamente inútil.

Bajo estas premisas hemos leído tres novelas de Jorge Medina García: “Cenizas en la Memoria” (1994); “Memorial del Blasfemo” (2011) y “El Viento Que Sopla Los Carbones Apagados Del Amor” (2014) y sin pasar por alto las apreciaciones críticas de Julio Cesar Pineda, José D. López Lazo y Helen Umaña sobre la primera novela. Resaltando el texto de López Lazo lleno de intención y entendimiento y la opinión de Umaña en el sentido que el valor de esta primera novela recae sobre el hombre y la sociedad, a través de las escenas carcelarias, las disputas familiares y las falacias del discurso religioso. Este juicio es extensivo a las otras dos novelas de Medina García, ya que el contrapeso de los personajes tiende a fortalecer las tramas novelescas por encima de los escenarios sociales, en que viven insertos. En términos filosóficos este existencialismo humano con sus conflictos hace más valiosas estas novelas por encima de las formas, las estrategias narrativas o algunas facetas donde la lógica de la existencia puede resultar inverosímil o poco creíble en el mundo ficticio.

Debo decir, que he hecho la lectura de estas novelas por la última, terminando en la primera. En lo personal considero que en “Cenizas en la Memoria” hay una gran capacidad narrativa, en términos de un lenguaje poético como lo han señalado los tres críticos citados, que se asocia a la capacidad fabuladora donde el novelista se encuentra más lucido o consciente de que página tras página nos va diciendo algo, que sabe lo que está contando sin artificios ni excesos informativos inútiles por encima de la historia que se nos relata. Hay vitalidad. Hay vida. No deberíamos decir esto porque estamos suponiendo que el autor no conoce su oficio. Pero en este caso lo digo por mi oficio de lector, a quien como hemos dicho, debe satisfacer el novelista. Novela que incluso desde esta posición subjetiva, me gusta más que las otras dos, tal vez por la cohesión narrativa señalada en el marco de la ajustada brevedad de una novela corta.

Es posible que en la novela “El Viento Que Sopla Los Carbones Apagados Del Amor” haya un poco más de vitalidad, de más vivencias y un reflejo menos de los conflictos sociales para concretizar un poco más la acción de los personajes que lo acerca a “Cenizas en la Memoria”. Digo esto porque en “Memorial del Blasfemo” hay un alto reflejo social y de denuncia social que pone en peligro la ficción novelesca. En “El Viento Que Sopla Los Carbones Apagados Del Amor” la intención es distinta y es la de elevar la vida mediocre al heroísmo frente a la miseria humana. Esta novela es ligera, audaz, bien fabulada e irónica, ya que el humor en el autor es proverbial y sobre todo encontramos un camino a la esperanza (de todos modos, aquí se camina mucho a través de las montañas) y a los sueños. Por encima de la maldad humana, el desagradecimiento y la discriminación social.

El narrador omnisciente (recordando que hay otras voces narrativas) de esta novela al igual que el narrador de “Cenizas en la Memoria” conoce el principio y el fin de la historia novelada, que con un guiño Quijoteano, autoanaliza su oficio de narrador, de cronista, porque en alguna medida la novela tiende hacia la crónica o hacia el reportaje periodístico en razón de los hechos de la novela. Este narrador es un dios omnipresente, irónico y perverso. El cual, como decimos, acompaña a los personajes en un largo camino en dos líneas circunstanciales hacia un solo lugar que podemos definir como la esperanza, la salvación, el amor y el sueño utópico. Uno víctima de un secuestro equivocado y otro huyendo de un robo bancario. El secuestrado encuentra su destino en dos facetas: heroísmo y amor, pues, termina en una relación con una joven secuestrada de la alta sociedad, de quien se enamora y que al mismo tiempo libera del secuestro, a pesar de ser un anodino y cobarde mecánico. El ladrón en construir una especie de comunidad utópica, esa utopía entrevista a lo largo de la historia humana, donde busca encauzar al ser humano a un destino mejor tanto en el bienestar social como cultural. Estos dos destinos humanos principales se entrelazan y resultan el fin para uno de ellos. En este caso para el personaje Quijotesco de la utopía social, que como un Moisés Bíblico apenas vislumbra la tierra prometida. El secuestrado no está exento del fin trágico, pero no en el presente del ladrón bancario, sino en otra etapa de la vida, cuando descubre una nueva verdad amorosa de los hechos pasados. Su compañera secuestrada que al ser liberados no vuelve a ver, por amenazas de un padre, la encuentra ya entrado en años en un avión donde se entera de la existencia de un hijo y de la verdad amorosa, pero ya es todo tarde como para un recomienzo, pues, ambos son víctimas de un accidente aéreo. En esta novela Medina García está en su mejor forma y quizás, la historia que nos relata no está a la altura del lenguaje narrativo.

Algo parecido sucede con “Memorial del Blasfemo”. Las estrategias narrativas son similares a sus otras novelas, pero encontramos que la bien expuesta identidad social de ciertas clases sociales hondureñas, le quita peso a la fábula. La novela roza el ensayo sociológico o el análisis político. El problema es saber a qué le damos más importancia, si a una tesis social o a una tesis narrativa. Independientemente de esto los hechos políticos contados tienen una conexión con hechos históricos identificables e incluso con personajes reales reconocidos. Por ejemplo, el personaje central de la novela Trigo de Jesús Vindel Bonilla tiene un guiño identificable con cierto escritor nuestro. Ya que el personaje si bien es cierto es periodista, tiene ciertas dotes para la escritura y escribe una especie de memorias repulsivas y blasfemas, digamos, donde refleja todas nuestras taras e idiosincrasias sociales. En algún punto el blasfemo quiere redimir nuestra sociedad contándonos quiénes somos y contándonos quien es el autor hundido en la abyección para salvarnos; pero al fin quien se salva es el mismo Trigo de Jesús, de la tragedia social que nos señala.

Podríamos decir que la novela resiste a través del conflicto psicológico del personaje central Trigo de Jesús Vindel Bonilla, cuya vida desesperada, desordenada y peligrosa, surge en un conflicto intrafamiliar originado por cierta madre infiel, que no le demuestra el amor maternal como a un hijo ni a él ni a su padre como esposa, lo que lo hace rechazar la imagen de su madre y a su vez la del padre por su debilidad frente a las supuestas infidelidades de la mujer. Al final se descubre la verdad de las acciones de la madre a través de su propio padre, que le permite a Trigo de Jesús reconciliarse consigo mismo y su entorno, dándole un nuevo rumbo a su vida personal, para después llegar a un absurdo final trágico. La tragedia es común en las tres novelas de Medina García. Los finales trágicos sirven en beneficio de quienes quedan como personajes secundarios de la novela, como si estos fuesen Cristos crucificados para la salvación de otros.

Hay mucho que decir de la obra de Medina García, baste por ahora, lo que hemos dicho y baste saber que tenemos un gran narrador nacional que requiere ese destino de todo escritor: que lo leamos, que podamos reconocernos en su obra y no desperdiciar su fina ironía, esa puerta a la felicidad lectora. 


Ramón Amaya Amador, el hombre que orientó mis pasos como escritor.


Jorge Medina García

El premiado escritor Jorge Medina García, rodeado de los Académicos de numero de la AHL.

Honorables miembros de la Academia hondureña de la Lengua:

Sr. Director de la AHL, Don Juan Ramón Martínez

Distinguidos invitados especiales:

Señoras y señores:

Sé que la honorable Academia Hondureña de la Lengua, decidió otorgarme este prestigioso premio en fecha anterior al embate de los horrorosos huracanes Iota y Eta que nos asolaron con particularidades catastróficas. Sin embargo, al enterarme de ello, tardíamente por las circunstancias, cuando la tragedia se ha pintado tan vivamente con trazos de barbarie y de dolor en la repetitivamente flagelada epidermis de la patria, una contradictoria sensación ética me ha impedido celebrar alborozadamente esta adjudicación, que agradezco, por supuesto, con las fibras más sinceras que tiene mi corazón.

Esta pesadumbre, me imagino, es la misma que abordó el sentimiento de nuestro insigne Ramón Amaya Amador cuando le tocó embarcarse en la nave sin retorno del exilio, porque los dolores del pueblo, sean cuales fueren sus causas, ya un ciclón o ya una tiranía, se incrustan fuertemente en el sentimiento de quienes pretendemos restañar de algún modo las abiertas y sangrantes heridas de la inmensidad de pobres y desheredados que pululan, ingenuos y desarmados, errando sin un norte sobre las sendas erizadas de espinas y guijarros que siniestros personajes, más que la madre naturaleza, han esparcido puntualmente desde tiempos que nunca alcanzaremos a determinar.

¡Qué buen nombre se escogió para este premio y cuánto gusto y orgullo al recibirlo!

No mencionaré más a Ramón Amaya Amador, por ahora, porque ya mi ilustre antecesor, Don Julio Escoto, esculpió sus rasgos esenciales al recibir este mismo premio el año pasado, con exquisita brillantez y depurada prosa.

Diré nomás que Amaya Amador, el soberbio escritor de inagotable pluma, con su Prisión Verde, Jacinta Peralta y Cipotes, fue el autor nacional que orientó mis primeros pasos literarios por la vereda del humanismo y de la reivindicación social que después se encargó de reafirmar mi amigo inextinguible también, Roberto Sosa, y que esto es, más que el nobilísimo gesto de otorgar y el muy modesto de recibir, una feliz coincidencia y un reencuentro con las raíces más hondas de mis modestos escritos literarios.

Cae este premio, pues, sobre mis hombros como una inesperada y gratificante cascada de reconocimiento a la labor creacional, durísima y utópica, marginada y solitaria que he realizado a través de los años, no sé cómo, mientras me gano la vida de otros modos en la otrora plácida y siempre relegada Ciudad de la Lluvia de Peces; y también me aborda este galardón como un acicate, una amorosa palmada en la espalda, una motivación para animarme a seguir adelante en momentos en que el postrero de mis libros publicados tiene por título “Últimos cuentos y últimos poemas”.

Magníficos estímulos como éste, de los que debería tomar nota el aparato gubernamental son los que nos hacen proseguir batallando con nuestros demonios interiores, continuar hilvanando sueños, historias, frustraciones, dolores, amores, cóleras y reclamos sociales impostergables, haciendo el uso mejor que encontremos posible de este portentoso y sin igual invento de la humanidad que se llama  Lenguaje, sin el cual, como sabemos, nada de lo que hoy se denomina Ciencia, Civilización, Educación y Tecnología, hubiera sido posible.

Leí no hace mucho en la prensa nacional, que en el ámbito centroamericano, Honduras también se distingue negativamente como el país donde menos se lee; y como la lectura es tan básica para el desarrollo integral de una nación, quiero dejar mencionada aquí la urgente necesidad que tenemos de promover una implacable, sostenible y agresiva política lectora en todos los niveles de nuestra educación formal y decir que no basta con inaugurar bibliotecas sin allegarles lectores en considerables cantidades porque al final, como yo mismo comprobé en carne propia, solo la lectura y la comprensión de los libros esenciales de la humanidad puede liberar a los hombres y salvar del abismo a los pueblos menospreciados como el nuestro. Sé muy bien que la Academia está desarrollando un magnífico proyecto al respecto, que mucho la honra, pero debemos sumarnos más, instituciones y personas particulares, a este tan encomiable esfuerzo.

Carlos García Gual, ocupante de la silla # 65 de la Real Academia Española, hace unos meses lo dijo claramente: “La crisis de la lectura es la crisis más importante de esta sociedad”.

Eso, por ahora, tendrá que esperar, muy bien lo entiendo porque hoy todo esfuerzo y toda lucha, deben orientarse a levantar nuestra amada patria de su desoladora postración.

Muchísimas gracias, distinguidos miembros de la Academia Hondureña de la lengua. Con su acción, también han proclamado que la vida continúa y en medio del dolor, les agradezco y los abrazo.

Lo mejor para ustedes y para Honduras. 






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Sobre el autor

Mi foto
Olanchito, Yoro, 1941. Realizó estudios de profesorado en Ciencias Sociales en la Escuela Superior del Profesorado y es licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Divulgador cultural y periodista de oficio, Juan Ramón Martínez Bardales es columnista del diario La Tribuna desde 1976, medio en el que también coordina los suplementos Tribuna cultural y Anales históricos. Además, mantiene una columna en La Prensa de San Pedro Sula y una semanal en la revista Hablemos Claro.