Un espacio de opinión crítica y constructiva sobre temas de interés nacional con un enfoque objetivo sin exclusión ni prejuicios de clases sociales, políticas, sexo o religión.

Juan Ramón Martínez

GRANDES OLVIDADOS - MIGUEL ANTONIO ALVARADO (Parte 1)

 


Oscar Aníbal Puerto Posas 

Mario Roberto Argueta, en su interesante obra: “Diccionario Histórico Biográfico Hondureño”, nos informa que Miguel Antonio Alvarado Ordóñez, nació en Juticalpa (1895).- Según el citado historiador, se graduó de Maestro en la Escuela Normal de Varones en 1919. Trasladándose a Guatemala donde se matriculó en la Universidad de San Carlos, Facultad de Derecho. 

La Universidad de San Carlos Borromeo, fundada en 1680, como Real y Pontificia, con iguales privilegios que la de México y San Marcos de Lima, era la “Meca” de la sabiduría en Centroamérica. De ella egresa Miguel Antonio Alvarado en 1933. Su tesis de grado versa sobre un tema sensitivo: “El alcoholismo”.- El sustentante lo consideraba –y lo sigue siendo- uno de los problemas más álgidos de la región.- Es una tesis extensa e intensa que por su originalidad y riqueza informativa, a lo que se suma propuesta de solución al problema abordado, causó verdadera sensación. Alvarado, al graduarse, no era un bisoño. Contaba 38 años de edad. Se autofinanció sus estudios ejerciendo el magisterio.- Provenía de un hogar modesto. 

No conforme con los conocimientos obtenidos en la Universidad de San Carlos, parte a Francia, donde hace estudios superiores en la Universidad de Montpellier.- De ahí proviene su doctorado y su fluyente francés. 

No conforme obtuvo especialidades en Colombia y Chile. Él fue hasta el final de sus días un estudioso a tiempo completo. De vuelta a Guatemala, con méritos suficientes, se incorpora como docente a la Universidad de San Carlos, su “Alma Mater”, donde imparte diversas asignaturas durante dieciocho años continuos.- Durante el siglo veinte fue el jurisconsulto hondureño más brillante en la tierra de Barrundia, solo hay otro compatriota nuestro que se le asemeja: Octavio Cáceres Lara, el autor de “Hacia una nueva democracia” (1947). 

Miguel Antonio Alvarado Ordóñez, no se agota en la jurisprudencia, tuvo otras pasiones que sacudieron su espíritu. La Literatura y la Política. 

Es probable que nuestro hombre haya incurrido en el error de escribir “en renglones cortos” (la frase pertenece a Ramón Oquelí). Aunque no quedan huellas que haya escrito poesía romántica. Tal vez, languidecen en los álbumes de algunas muchachas, contemporáneas suyas… Tuvo, sí, el privilegio de conocer a Rubén Darío. El gran poeta, regresaba a Nicaragua el año de 1915, el barco hizo una escala en Puerto Cortés. El autor de “Poemas de Otoño”, “El Canto Errante”, “La Caravana Pasó”, “Prosas Profanas” y otras joyas literarias, veía llegar las sombras vesperales. Su salud viene muy quebrantada (un año después moriría). Miguel Antonio Alvarado, a la sazón de 20 años, junto a otros intelectuales hondureños, acude a saludarle.- Los recibió gozoso. Darío ya era un héroe. Un héroe literario.- “El príncipe de los poetas”. No hablaron mucho, el barco tenía que zarpar. Miguel Antonio recuerda que le puso el dedo índice, ahí donde palpita el corazón y le dijo: “¿Tú también sientes aquí arder una llama?”. Fue todo. 

Adelante, hablaremos más de las inclinaciones literarias de Miguel Antonio Alvarado. Su encuentro con Darío le marcó su vida. Y no era para menos. Otros hondureños conocieron a Darío: Juan Ramón Molina, cuando ambos poetas viajaron a Brasil como secretarios de las delegaciones de sus países con motivo del Congreso Panamericano. Con Luis Andrés Zúñiga, la relación fue más estrecha. Ambos vivieron en París en 1911.- Luis Andrés fue su secretario y redactores de la revista “Mundial y Elegancias”, que dirigía el gran nicaragüense. La relación entrambos fue próspera y fecunda. 

Decíamos, la política fue otra de sus pasiones. Estudió marxismo, no en manuales sino en sus obras originales, las que conocía a fondo. Durante su permanencia en Guatemala, no obstante sus ideas, no fue molestado su tranquilo existir, por el dictador Ubico. Su quehacer se concretaba a la cátedra, exclusivamente. No era afecto a los litigios. Atesoraba, en tantos conocimientos cual si estuviese aguardando mejores ámbitos espaciales y temporales.- El momento llegó con el glorioso nombre de Revolución del 20 de octubre de 1944.- En el régimen revolucionario pasa a ocupar el Ministerio de Relaciones Exteriores Enrique Muñoz Meany. Una personalidad a quien Luis Recassens Siches, jurista español; nos la define así: “pulcro escritor, ilustre jurisconsulto y destacado pensador, profesor de Prolegómenos al Derecho y de Filosofía del Derecho, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de Guatemala”.- Fue precisamente en los pasillos universitarios donde nace y se fortalece la amistad entre Muñoz Meany y Alvarado Ordóñez. Don Enrique lleva a su amigo a los negocios públicos. Con el tiempo Miguel Antonio pagaríale con creces ese favor. 

En conjunción con Carlos García Bauer, Leonidas Acevedo y, en consulta constante con los dirigentes obreros José Manuel Fortuny y Víctor Manuel Gutiérrez, elaboraron el Código de Trabajo. El primer instrumento jurídico en la historia guatemalteca, ideada para proteger la clase trabajadora. De todos los mencionados, solo Miguel Antonio Alvarado tenía formación, obtenida en Colombia, como abogado laboralista.- Sobrada razón para haber sido el Presidente del Tribunal del Trabajo. Fundamental para llevar protección, seguridad y resarcimiento de daños a los trabajadores. Aparte de estas funciones, asesoraba jurídicamente al Presidente Jacobo Árbenz Guzmán, (1914-1971).- Un bodrio difamatorio e infame, que se titula: “El libro negro del comunismo en Guatemala”, publicado por la Comisión Permanente del Primer Congreso contra la Intervención Soviética en América Latina” (órgano de fachada de la CIA), acusa a Miguel Antonio Alvarado (hondureño), consejero secreto de la presidencia de la República, a quien se atribuyen muchas de las medidas anticonstitucionales tomadas por el gobierno” (sic). Nada más absurdo y falso. Miguel Antonio Alvarado, tuvo como pilar de su vida la ética. La ética donde se sentaba y la ética donde se paraba. 

El gobierno progresista y democrático de Árbenz, es derrocada en una intervención orquestada por los EE.UU., a solicitud de la “United Fruit Co.” que creyó amenazados sus intereses con la promulgación del Decreto 900 (Ley de Reforma Agraria). Es lamentable la participación del gobierno de Honduras, presidido por Juan Manuel Gálvez, en la turbia conjura. 

A raíz de este acontecimiento, Miguel Antonio Alvarado, para proteger su vida, abandona Guatemala, país al que amó intensamente y al cual jamás volvería. 

Ignoro las peripecias de su regreso a Honduras, el caso es que retornó al lar nativo después de una prolongada ausencia. Tocó algunas puertas y encontró rostros amigos. Gobernaba Honduras en calidad de “Jefe de facto” (un eufemismo creado para no llamarlo dictador), don Julio Lozano. 

Como la vida tiene sus pases misteriosos, Miguel Antonio Alvarado, deviene en Consejero de Estado (órgano creado por Lozano para sustituir al Congreso Nacional). El Consejo de Estado lo presidía el doctor en Derecho Antonio Castillo Vega, liberal de vieja data; sufrió persecución, cárcel y exilio en tiempos del general Tiburcio Carías (1875-1969).- No es el primer caso en la Historia, fatigado de sufrir se pasó al bando de los opresores. Justificándose ante el pueblo y ante sí mismo, temerariamente, tomó una cita del Testamento del general Francisco Morazán (1792-1842), para decir que “Había rectificado sus opiniones en política”. Como diciendo: si el Héroe lo hizo porqué yo no. Dejó trunca la frase, Morazán dijo: “en el camino de la revolución”. 

En otra de sus arengas abominables, dijo: “Recordemos que somos sirvientes del Jefe de Estado”. Todos callaron. Sólo una voz viril le salió a paso. Céleo Murillo Soto (1912-1966), poeta y orador, le replicó: “No veo la necesidad de esa alusión. Yo no me considero sirviente de nadie”. Céleo representaba al Movimiento Nacional Reformista (MNR), un ala del Partido Nacional. Pero llevaba en sus venas la sangre de Olanchito. 

Cuando ocurre este incidente, Miguel A. Alvarado aún no integraba el Consejo de Estado.- Fue “llamado” hasta 1956. La palabra “llamado”, está entrecomillada en tanto que no fue electo por el pueblo hondureño. El Consejo de Estado, originalmente lo integraban los diputados electos en los comicios de 1954. El golpe de Estado consumado el 5 de diciembre de 1954, al no hacer acto de presencia los diputados de las dos alas del Partido Nacional, dio como resultado que todos los poderes del Estado recayeran en el entonces vicepresidente de la República, don Julio Lozano, en tanto el presidente Gálvez, fingiéndose enfermo, abandonó su cargo y el país. Lozano era un mandatario “bisagra”. Su rol era convocar a una Asamblea Nacional Constituyente y normalizar la vida institucional. No lo hizo. Adelante lo comentaremos. 

Miguel Antonio Alvarado Ordóñez, violó la axiología que había normado su vida, al entrar al servicio de un gobierno inconstitucional, el que a la fecha en que pasó a integrarlo, daba signos de descomposición. Sin embargo, elevado al rango de vicepresidente del Consejo de Estado, él y don Medardo Mejía tuvieron una actuación brillantísima en la elaboración del Proyecto de la nueva Constitución de la República. Durante las deliberaciones, hizo un recorrido por la historia constitucional de Honduras. A su juicio la Constitución de 1894 (Policarpo Bonilla), era una “obra de arte”. Sobre todo es en la parte dogmática, la que recoge inspirada en el opúsculo “Mis ideas” del doctor Céleo Arias. Que es a la vez, una copia de la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” de 1793. Nacida al fuego de la Revolución francesa. Asimismo, da méritos a la Constitución de 1924, y afirma que esta se debe a dos grandes juristas, cuya pluma se adivina en la Constitución de mérito: Ramón Alcerro Castro (que la presidió) y Antonio Bermúdez Meza, quien fungió como Secretario 1ro. Item más, contiene en su Título XX, en tema novísimo: “Cooperación Social y Trabajo”. Era, a fe de Miguel Antonio Alvarado el asomo de principios sociales en una Constitución hondureña. Diciendo algo así: “La Constitución de 1894 se inspiró en la Revolución Francesa de 1789. La Constitución de 1924, alienta principios de la Revolución Francesa de 1848 (se refiere a la Comuna de París).- Sus colegas, dejaron de percibir la intencionalidad política del orador. Luego, afirmó, y es cierto que la Constitución de 1936, constituyó un retroceso, respecto a la Constitución de 1924. Aunque al juzgarla fue muy cauteloso. Sabía en qué escenario se movía.

 


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Sobre el autor

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Olanchito, Yoro, 1941. Realizó estudios de profesorado en Ciencias Sociales en la Escuela Superior del Profesorado y es licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Divulgador cultural y periodista de oficio, Juan Ramón Martínez Bardales es columnista del diario La Tribuna desde 1976, medio en el que también coordina los suplementos Tribuna cultural y Anales históricos. Además, mantiene una columna en La Prensa de San Pedro Sula y una semanal en la revista Hablemos Claro.