Leonel Sánchez
En este año que inicia,
se cumplen dos siglos de la independencia de Honduras del dominio de España.
Dentro de los aspectos que se pueden valorar como ganancia, de un
desprendimiento dominante, es la búsqueda de establecer la identidad, lo cual
sería a nivel latinoamericano, pero en lo particular, una identidad nacional
hondureña.
De lo anterior se vincula el hecho que, uno de los elementos principales base para la identificación de quiénes somos los hondureños, es el lenguaje. Con este elemento se pueden comprender distintos pormenores y mayores detalles, de las variadas características en las sociedades americanas que hablan la lengua española, como el ser la categorización social en tiempos de la colonia, al ser los hijos de los caciques quienes tenían el ´´privilegio´´ de hablar como los españoles (así mismo ellos aprendieron las lenguas indígenas), pero con el objetivo que, estos ubicándose más arriba de los demás miembros de las tribus, evangelizaban a los suyos, para mayor sumisión a favor de la dominación europea. Es por ello que, el lenguaje vino a proponer esa arma que no matara al cuerpo, pero si a la sociedad indígena, y a su vez, establece una conjunción y la diferenciación de los carácteres en el habla castellana compartidos con los españoles, para tomar un sentido y utilización propia, siendo uno de los puntos determinantes del sincretismo cultural y religioso del indígena-español, más allá de los aspectos económicos y socio-políticos, fortaleciendo también la comunicación entre los ibéricos y los nativos, ya que con esta mezcla, proponen con esas lenguas nativas antiguas: una lingüística ya establecida que también debió ser aprendida, y con este aprendizaje, enriquecer tanto a nivel regional, como a los propios ibéricos a su lengua española, para una mejor cohesión en la nueva civilización que se desarrollaba, clave de América para su globalización con las demás naciones, impulsada por la riqueza natural y cultural que ha habido en este continente llamado en su momento ´´nuevo mundo´´.
De esta manera, la
independencia no solamente es la algarabía a próceres o las acciones de ellos,
es también celebrar la ganancia en la evolución que el lenguaje ha tenido desde
la llegada de los españoles, y la adaptabilidad que las lenguas indígenas han
tenido para sobrevivir la erradicación de sus hablantes y la destrucción de los
textos que poseían la gramática, la cual aún no se puede descifrar en su
totalidad en los murales y templos, dejando como evidencia que ha habido una
cultura americana (hondureña) desde mucho antes del Siglo XV, pero que aún hace
falta camino por recorrer para encontrarla y comprenderla.
Como un ser vivo, nuestro
lenguaje sigue en busca de sobrevivir por medio de sus usuarios, los
descendientes de cinco siglos después, quienes la mantienen y se mantienen
vivos desde el momento en el cual se comunican con la palabra, y así, la
continuación de cultivar la independencia de la identidad y la lengua de los
latinoamericanos.
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