POR LUIS ZAVALA (luiszavalal@yahoo.com)
Cuando ingrese al Instituto ¨Francisco J. Mejía¨ de
Olanchito – Yoro, todo lo acontecido al interior, era una novedad. Sin ningún
tipo de inducción y apoyado por mi trayectoria de alumno distinguido en la
Escuela Esteban Sosa de Coyoles Central, asistí a mi primera clase con el
maestro de Artes Plásticas conocido como Piojo. (Mis disculpas al profesor de artes
plásticas por haber olvidado su nombre). En esa clase el profesor explicó con
apuntes en la pizarra lo que era el programa de todo el año. Fue la única clase
que tuvimos por la mañana y al mediodía, estaba aprendiéndome el programa de
clases. Era un garrotero por excelencia. Fue José Ángel Martínez QDDG (Alias
Bilibon) compañero de cuarto que dijo: ¨hey, eso no se estudia¨. Como era alumno de segundo curso, Le hice caso sin
tener claridad de lo que decía y cerré el cuaderno.
Los primeros días de clase llegamos con uniforme color
kaki: camisa manga larga, corbata café, pantalón kaki y zapatos negros. El
uniforme manga larga duro poco. En ese primer mes, se ordenó que la camisa
seria manga corta para siempre. El color del uniforme junto con la corbata y
zapatos, siguió igual.
En medio del bullicio de los estudiantes, me encontré
con el Director del Instituto, Profesor Francisco Murillo Soto, quien sin
andarse con rodeos me dijo: ¨Ya fue donde María chiquita, ya fue donde María
chiquita…¨ lo quede viendo sin responder y luego dijo: ¨hay que ir donde María chiquita,
hay que ir donde María chiquita¨. Iba de sorpresa en sorpresa. No le entendí al
Director Murillo Soto y también me impresionó la forma de mover los brazos para
expresarse.
Después supe que María Chiquita era una mujer ¨compadecida¨
a la que acudían con frecuencia muchos estudiantes y ciudadanos de la ciudad cívica
de Olanchito. Por supuesto que la compensaban con algunas monedas o lempiras.
Pasado un tiempo he reflexionado los encuentros con el
Director Francisco Murillo Soto y concluyo que se preocupaba a su manera para
que afirmáramos la masculinidad. Era la costumbre de ese tiempo, ir a los
burdeles, tener relaciones sexuales con una mujer y alejarse de tendencia
ajenas a ello. Se preocupaba por la conducta heterosexual sin caer en el
bisexualismo.
Como a los dos o tres meses de comenzadas las clases,
empezaron las competencias para ser presidente del Consejo Central de
Estudiantes. Todo esto era nuevo para mí que llegaba de un campo bananero y de
una escuela donde no se practicaban elecciones de ningún tipo. Ese año participó
Iván Romero Martínez como candidato por el área de bachillerato. Por el ciclo
común lo hizo Ulises (Licho) Reyes de San Dimas y no recuerdo quien lo hacía
por el magisterio. Iván Romero Martínez se observaba como el favorito. No estoy
seguro si ser hijo de Dionisio Romero Narváez el gran alcalde que tuvo
Olanchito le aporto las tremendas simpatías que lograba en su recorrido
proselitista. Sin poder confirmar o negar esa influencia, lo cierto es que Iván
de contextura delgada en ese tiempo, hablaba muy bien. Discurso claro y
convincente. Se sentía en el ambiente que Iván Romero ganaba las elecciones y
las ganó.
Lo interesante de estas elecciones, es que todo el proceso era promovido y apoyado por la dirección del Instituto. Una vez electo el Consejo Central de Estudiantes, se hacían actividades económicas para enviar a Tegucigalpa al ministerio de educación un representante de cada curso junto con la dirección y algunos maestros a pedirle al ministro que nos construyeran el edificio del Instituto Francisco J. Mejía y que se convirtiera en oficial. Entonces el Mejía era Semi oficial y los estudiantes pagábamos una mensualidad. Todos los años se hacía lo mismo como gota cayendo sobre roca hasta que se perforó. Al final se construyó un hermoso edificio del Instituto Francisco J. Mejía.
Se logró de manera cívica
con visita de muchos años, con dedicación constante y con la esperanza firme
que se lograría. Rescato ese gran logro como un mérito del Profesor Francisco
Murillo Soto.
Antes de elegir el Consejo Central de Estudiantes, el
Director realizaba un foro-debate de los candidatos con la presencia de todos
los estudiantes del instituto para que evaluáramos la capacidad intelectual y
las habilidades para ser presidente. Todo esto se realizaba en el Cine Gardel
de la Familia Ponce Posas o en el Cine Martínez.
El evento arrancaba con la ilustrada participación del
Profesor Francisco Murillo Soto, Director del Colegio. Hacia una exposición
agradable refrescando conocimientos adquiridos en clase, al mismo tiempo que
hacia preguntas puntuales a varios alumnos de diversos cursos. Esa parte de las
preguntas era tensa. Suerte que duraba poco.
Explicaba las reglas del foro y la importancia del
mismo. Dejaba claro que la exposición de los candidatos serviría para
conocerlos mejor y razonáramos bien el voto. Enfatizaba en nuestro derecho de
hacerle preguntas al candidato. Después del foro venia el proceso eleccionario
y de manera cívica y muy democrática salía electo el escogido por la mayoría
estudiantil. El proceso de campaña no demeritaba a nadie, se exaltaban los
valores y virtudes del candidato. No había frentes estudiantiles permanentes y
los frentes eran los candidatos mismos. Los perdedores volvían a la normalidad
y todo mundo a seguir su vida sin rencores ni malas intenciones. Este era un
proceso que hoy puede ser referente para Honduras.
Estos eventos son recurrentes en mi memoria y creo que
se debe a la ausencia de esta democracia en las elecciones internas y generales
del país. Además, son recuerdos hermosos y aleccionadores…
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