Rolando Sierra Fonseca
A la memoria de
Marielos Chaverri
Introducción
Al
conmemorarse este 2020 los cincuenta años de la publicación del libro del
historiador guatemalteco Severo Martínez Peláez. La
patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial
guatemalteca (1970), obra que, ha representado un hito dentro de la
historiografía centroamericana, y es importante preguntarse respecto a la
historiografía del período colonial en Honduras de los últimos cincuenta años sobre
¿cuál ha sido la influencia y los usos de la obra del historiador guatemalteco en
el estudio de la historia colonial hondureña?
Como
sostiene Molina (1998): “Sin lugar a duda, una de las obras que ha tenido mayor
influencia en la historiografía colonial de Centroamérica es La patria del
criollo del historiador guatemalteco Severo Martínez Peláez. Pocas han sido las
monografías que han captado tan elocuentemente el entramado colonial. Martínez
Peláez, quien acusa una influencia marxista, toma la Recordación Florida del
cronista del siglo XVII Francisco Fuentes y Guzmán y entrega una valiosísima
interpretación de las bases de la ideología de la clase criolla, la cual
justificó la mano de obra servil y barata del indígena y el bloqueo al acceso
de tierras (e indios) que padecieron las capas mestizas.”.
De
acuerdo con José Cal, uno de los estudiosos de la obra Martínez Peláez esta fue
inspirada en los trabajos de José Carlos Mariategui (1928) sobre la realidad
peruana, en la que propuso una interpretación marxista basada en la división de
la sociedad en clases sociales, particularmente: explotados y explotadores. (Cal;
2010)
La
patria del criollo incluye
los siguientes capítulos: Los criollos, Las dos Españas I y II, Tierra
milagrosa, El indio, El mestizaje y las capas medias, Pueblos de indios y La
colonia y nosotros. Cada capítulo tiene
un aporte especial, No obstante, de acuerdo los estudiosos de su obra, el análisis
se centra en los temas históricos sociales, relacionados con la tierra, el
repartimiento, las encomiendas, la explotación del indio y el papel de la
iglesia, aspectos que condicionaron el desarrollo del aborigen y que aún tienen
repercusiones en los pueblos indígenas de Mesoamérica.
Aunque.
si bien este trabajo tiene como propósito conocer cuál ha sido la recepción de
la patria del criollo dentro de la historiografía sobre el período colonial en
Honduras, especialmente en la obra de las y los historiadores hondureños, no se
puede olvidar que Martínez Peláez escribió sobre la historia colonial hondureña
en su libro Motines de indios: la violencia colonial en Centroamérica y
Chiapas (1985), en el que estudia particularmente el levantamiento indígena
de Macholoa, Así en un primer apartado se hace un recuento de la historiografía
sobre el periodo colonial en Honduras en los últimos cincuenta años y en un
segundo apartado se analiza la influencia y usos de la obra de Martínez Peláez
en Honduras.
La historiografía del pasado
colonial
Para
analizar la influencia de la obra de Martínez Peláez es necesario establecer al
menos dos premisas sobre la historiografía sobre el
período colonial en Honduras: la primera, es que, si se hace un balance de esta,
se observa que después de 1970 en que Martínez Peláez publica su gran obra La Patria del Criollo hasta el presente,
se puede decir que la historiografía hondureña del período colonial no ha
tenido un desarrollo sostenido y ha sido reducidos el número de historiadores
nacionales y extranjeros que se han centrado en el estudio de este período,
asimismo se observa que la historiografía hondureña se ha centrado más en el
estudio de los siglos XIX y XX. (Sierra, 2001) y (Euraque, 2008) La segunda
premisa para tomar en cuenta para conocer la influencia de la obra de Martínez Peláez
en Honduras es que, dentro de la historiografía colonial hondureña, la
influencia de la teoría marxista de la historia es limitada. Desde esta teoría
a penas se encuentran los trabajos de Filander Díaz Chávez, Longino Becerra y
Marielos Chaverri.
Así al
analizar las principales obras que estudian el período colonial a partir de la
década de los setenta del siglo XX, siguiendo a Murdo MacLeod (2008), en su
análisis sobre la historiografía colonial centroamericana, para el caso de
Honduras, considera que la: “cantidad de publicaciones sobre Honduras colonial
que sigue en aumento y algunos de los temas tratados no son motivo de sorpresa”.
Asimismo, sostiene: “Los escritos de Linda Newson sobre la industria minera y
la disminución de la población nativa son muy conocidos. El excelente estudio
de Luis Pedro Taracena Arriola sobre política y minería en la alcaldía mayor de
Tegucigalpa en el siglo XVIII es más reciente. El productivo historiador Mario
Felipe Martínez también ha escrito sobre la misma ciudad y sus alrededores. Los
repartimientos de mano de obra para las minas atrajeron la atención de María de
los Ángeles Chaverri, quien ha presentado sus conclusiones en al menos dos
congresos de historia centroamericana” (MacLeod; 2008).
Destaca, también, que en la revista Mesoamérica, número 42 (2001) dedicada a la historia de Honduras se hayan publicado “Dos de los ensayos que publica analizan el lugar que ocupó Honduras en el comercio caribeño a principios del siglo XVI y la presencia en el país de una numerosa población de esclavos africanos desde los primeros días de la colonia”. Se refiere a los artículos de Guadalupe Fernández Morente “Honduras y el espacio económico del Caribe, 1524-1550” y de Mélida Velásquez “El comercio de esclavos en la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa, siglos XVI al XVIII”. También Macleod subraya las diversas y útiles colecciones documentales de Mario Felipe Martínez y la de Héctor M. Leyva. Sorprende, también a este autor que, “la atención se haya concentrado en la Iglesia colonial y, sobre todo, en el trabajo de los pueblos nativos y su encuentro con los misioneros mercedarios. Dos historias abarcan tanto el período colonial como nacional, Historia eclesiástica de Honduras de José Reina Valenzuela, en dos volúmenes, y la obra similar de Marcos Carías un año más tarde. Anne C. Collins escribió sobre las actividades de los mercedarios en el occidente de Honduras y Anne Chapman ha logrado reunir gran parte de su trabajo sobre los lencas en dos volúmenes” (MacLeod; 2008).
No obstante, este recuento historiográfico sobre el periodo colonial hondureño no sería completo sino se toman en cuenta y se agrega los trabajos de Mario Argueta Historia laboral en Honduras: de la conquista al siglo XIX (1983, en el que estudia la esclavitud indígena y negra en la minería, así como la encomienda y el tributo indígena durante el periodo colonial. Se encuentra también Marvin Barahona que publicó el libro Evolución histórica de la identidad nacional (1991), que sin duda es un giro en los estudios históricos en Honduras al pasar del estudio de los temas políticos y socioeconómicos a la historia social y cultural. En este trabajo Barahona es quien, hasta ahora, ha realizado el estudio más completo sobre la sociedad colonial, al centrar su estudio en el peso de la sociedad colonial en la conformación de la identidad hondureña. Asimismo, Barahona publicó el estudio: Alcaldía mayor de Tegucigalpa bajo el régimen de intendencias (1788-1812).
Posteriormente Marielos Chaverri publica su trabajo: La formación histórica de Honduras. Factores que inciden en la constitución de su territorialidad en el perdido colonial (1993), en el cual demuestra como la conflictividad ha estado en Honduras a la misma formación de su territorialidad durante el periodo colonial por caracterizarse por la existencia de una serie de zonas conflictivas: “Todos los factores que hemos estado estudiando hasta ahora tanto en sus interacciones como en su evolución temporal van incidiendo en que la definición y que afectan a los limites externos de la territorialidad posible. Estas zonas son el golfo de Fonseca, la Teguzgalpa y la zona de Omoa. Aunque la problemática se inicia en el mismo momento de la conquista, ha continuado esperando presente hasta la actualidad. La intención de este trabajo es en primer lugar establecer los orígenes de los problemas”.
Roberto Reyes Mazzoni publicó el libro Cristóbal Colón en Honduras (2002). Se trata de un texto de carácter historiográfico, ya que analiza y debate sobre la figura y significado de la presencia de Cristóbal Colón en territorio hondureño a partir de las fuentes publicadas y de la bibliografía existente sobre el cuarto y último viaje de Colón.
En el año
2003 fue publicado el libro póstumo del historiador Salomón Sagastume: Tres
ensayos sobre el período colonial de Honduras (2003), en que estudia el
proceso de ocupación del territorio hondureño por parte de los conquistadores
españoles entre 1524 y 1552; también analiza como en el marco de las
reformas borbónicas se presenta un plan
para la explotación del palao de campeche en Honduras y Yucatán y elabora un diagnóstico
de la sociedad colonial hondureña y sus recursos naturales en el siglo XVIII.
Leticia de Oyuela en su libro Senderos del mestizaje (2006), realiza una revisión teórica del problema del mestizaje en la cultura hondureña a partir de tres hechos denotativos y puntuales que inciden fundamentalmente en el transcurrir histórico y en la forma de interpretar el mismo por una serie de estudiosos de la historia y la sociedad hondureñas. También, Oyuela publicó dos libros sobre documentos comentados de la historia de Honduras: Fe, riqueza y poder. Una antología crítica de documentos para la historia de Honduras (1992) y De la corona a la libertad: documentos comentados para la historia de Honduras, 1778-1870 (2000), ambos constituyen aportes documentales para una historia de los textos del período colonial y la primera mitad del siglo XIX en Honduras y sobre todo permites visualizar la documentación de los casi inexplorados archivos del poder judicial y de la Alcaldía de Tegucigalpa.
La historiadora hondureña Elizet Payne Iglesias. profesora de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica e investigadora del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (CIICLA), de la misma universidad se ha dedicado a investigar sobre la historia colonial de Centroamérica y sobre Honduras ha publicado fruto de su tesis doctoral el libro: El puerto de Truxillo. Un viaje hacia su melancólico abandono (2007), que constituye un nuevo acercamiento a la historia colonial hondureña, ya que representa el primer trabajo escrito por historiador hondureño que analiza la colonia y una región portuaria del territorio desde la obra del historiador francés Fernand Braudel. En su estudio Payne busca generar una historia-problema, que no solo se limita a narrar sucesos del pasado de Trujillo, sino explicar por medio de un análisis detallado, tanto geográfico, económico y social, las causas o factores del auge y la crisis que caracterizan la historia de este puerto como un fenómeno de Larga duración. Por ello, este el libro se plantea como problemática ¿cómo es que un puerto que tuvo tanto auge en el siglo XVI su devenir se cauterizará por ciclos largos de crisis?, aun cuando haya permanecido en funcionamiento. La autora modela así el desarrollo de la una temporalidad que toma en cuenta los procesos cíclicos y las posibles variaciones de la historia de este puerto en más de cuatro siglos de historia. Resalta que un ciclo crucial en la vida de Trujillo es de 1780 a 1880, que permite entender la larga duración en la historia de este puerto.
Por su
parte el historiador Libny Ventura ha publicado dos libros sobre el periodo
colonial Los cripto judíos en Honduras (2008) y El linaje de Lara en
Honduras. Siglos XVI al XIX (2009) en los que sigue las huellas de las
familias judías en el territorio hondureño y en el segundo libro representa,
especialmente, un estudio, como lo ha dicho Segisfredo Infante en el que, “la
investigación histórico-colonial más minuciosa que se haya realizado en
Honduras sobre una familia en particular, cuyos antecedentes se remontan a las
relaciones de parentesco en la ciudad de Sevilla (región de “El -Analuz “
español) y a la presencia física del capitán Fernando de Lara en el pueblo de
Tencoa, en los a comienzos de la era colonial hondureña, poco después del
intenso subperiodo de conquista”.
También
es de destacar dentro de la historiografía hondureña durante este medio siglo
los trabajos del historiador y arqueólogo hondureño sobre la minería y la
esclavitud Pastor Gómez Zuñiga público su libro: Minería aurífera, esclavos
negros y relaciones interétnicas en la Honduras del siglo XVI: (1524-1570) (2012)
La recepción de la obra de
Martínez Peláez en Honduras
Después
de este breve balance historiográfico al analizar la obra de cada uno de quienes
han escirro sobre la historia colonial se observa que la referencia a la obra
de Martínez Peláez no se encuentra en todos. Es más, los principales estudiosos
del período colonial hondureño, como Mario Felipe Martínez Castillo, Mario
Argueta, Leticia de Oyuela, Alejandro Salomón Sagastume, Elizet Payne o Pastor
Gómez en sus trabajos no existe referencia alguna a los planteamientos de este
autor. Como tampoco, en los historiadores marxistas clásicos hondureños como
Medardo Mejía y Longino Becerra, sus aproximaciones al estudio colonial
hondureño, no se advierte en sus análisis la influencia del historiador
guatemalteco.
El
primer hondureño estudioso de la historia en citar y aproximarse a la obra de
Martínez Peláez ha sido el historiador marxista Filander Díaz Chávez, quien en
su obra ganadora del premio centroamericano de historia del CSUCA sobre la
independencia de Centro América destaca el análisis sobre el trabajo del indio
y el mestizo en el antiguo Reino de Guatemala. Este autor siguiendo el análisis
de la políticas y formas de tenencia de la tierra durante el periodo colonial
desde la perspectiva del historiador guatemalteco, quien plantea que la
política agraria se desarrolló bajo una serie de principios, como los
siguientes (Martínez Peláez; 1970:129-165):
El
principio fundamental de la política indígena en lo relativo a la tierra es
el principio del señorío que ejercía el Rey de España, por derecho de
conquista, sobre las tierras conquistadas en su nombre. Este principio es la
expresión legal de la toma de posesión de la tierra
y constituye el punto de partida del régimen de tierra colonial. La conquista
marcó una apropiación que abolía la posesión de los nativos sobre sus
tierras. Era el rey el verdadero
propietario de las tierras conquistadas, el reparto de tierras lo hacían los
capitanes entre sus soldados, en nombre y con autorización del monarca, y
sujeta a confirmación real. Por lo
tanto, cualquier tierra que el rey no hubiera cedido era considerada tierra
realenga, es decir, perteneciente al rey y por tanto no podía usarse sin
incurrir en delito de usurpación. Por tanto, el rey cede la tierra y no hay
tierra sin dueño; nadie puede introducirse en tierra que el rey no ha cedido.
El
otro principio era el de la tierra como aliciente. La corona, limitada
para sufragar las expediciones de conquista ofreció a los conquistadores una
serie de alicientes sobre las provincias que conquistasen. Para que ese
estímulo diera los resultados esperados, la corona tenía que mostrar mucha
magnanimidad en la cesión de tierras, lo que se convirtió en un mecanismo
publicitario que evidenciaba el agradecimiento real que se daba a los esfuerzos
de los conquistadores y motivaba a trasladarse a las nuevas colonias. El rey ofrecía y cedía una riqueza que no
había poseído antes del momento de cederla.
Los conquistadores salían a conquistar unas tierras con autorización, en
nombre y bajo el control de la monarquía: y la monarquía los premiaba cediéndoles
trozos de esas mismas tierras con sus habitantes incluidos. Un negocio rentable
para la corona ya que, sin mayor inversión, ampliaba y fortalecía su imperio y
les pagaba a sus leales súbditos, con lo que ellos mismos arrebataban a los
indígenas con ellos incluidos.
La
preservación de las tierras de indios fue otro principio básico de la política
agraria colonial. Esto era
de esperarse, porque la organización del pueblo de indios, como pieza clave de
la estructura de la sociedad colonial, exigía la existencia de tierras en que los
indígenas pudieran trabajar para sustentarse, para tributar y para estar en
condiciones de responder al trabajo forzado que de cualquier manera deberían
realizar en las haciendas y tierras de los grupos dominantes. Este constituye
un principio permanente y fundamental de la política agraria de la colonia,
porque sustentaba en un interés económico fundamental y permanente de la
monarquía. Para que los indígenas permanecieran en los pueblos y fuera posible
controlarlos para la tributación, era indispensable que tuvieran tierras
suficientes; que no necesitaran ir a buscar a otra parte.
El
último principio es el del bloqueo agrario de los mestizos. La
política de negación de tierras a los mestizos pobres en constante aumento demográfico
fue un factor que estimuló el crecimiento de los latifundios. El principio del
bloqueo agrario de ladinos rurales, que fue un principio importante y
permanente de la política agraria en el reino de Guatemala favoreció el
latifundio, la población mestiza o ladina pobre se vio obligada a desplazarse a
las haciendas y a vivir y trabajar en ellas a cambio de tierra en usufructo.
A
partir de este análisis para Díaz Chávez la contradicción social, señalada por Martínez
Peláez en estos principios para el repartimiento de tierras y el latifundio explican
también el surgimiento del régimen de trabajo impuesto por la colonia
especialmente para los indígenas: “…basado en el repartimiento, fue preciso que
el proceso histórico pasara previamente por el repartimiento de tierras,
característico de la Conquista, base orgánica del latifundismo posterior,
además del repartimiento esclavista de indios, ejercidos en un solo y mismo
procesos. Variantes del repartimiento de mercancías y el repartimiento de
hilazas de algodón, en que quedaban incorporados las madres indígenas y sus
hijos al brutal y agotador régimen de trabajo”. (Díaz Chávez; 1973:4)
Así
para Díaz Chávez es válida la importante tesis de Martínez Peláez: “El Reino de
Guatemala era pobre en minas. Su única “mina” efectiva -permítasenos el juego
de palabras- eran los indios. El ramo más productivo de la Real Hacienda fue en
todo tiempo el de tributos, siguiéndole no es cerca, el impuesto sobre transacciones
(alcabalas). Los dos renglones dependían, en definitiva, de que los indios
estuviesen perfectamente controlados en sus pueblos; no solo para garantía de
la tributación, sino para cedérselos sistematizadamente a las haciendas, lo
cual era, a su vez, factor decisivo de la producción, del comercio interno y exterior,
y por tanto también del aumento de las alcabalas”. (Martínez Peláez; 1970:394)
Esta
tesis, “es importante porque la pobreza relativa del reino en oro y plata,
vendrá a determinar, en primer lugar, la política colonial, aunque no se le
propusiese de la destrucción de la parte humana de las fuerzas productivas, por
consiguiente el bloqueo de la conciencia social de los indígenas para
incorporarse, como masas populares a un proceso de liberación y lo más
importante en la época de las revoluciones de independencia de América, la
ausencia, sobre esa base de relaciones sociales
deleznables y degradantes de las fuerzas productivas, de un sentimiento
común capaz de generar los fundamentos del Estado soberano, condición
indispensable para crear condiciones reales de independencia”. (Díaz Chávez;
1973:44)
Bajo
esta óptica tanto la política agraria y la mano de obra indígena española determina
en el istmo centroamericano el desarraigamiento brutal de la tierra y del
derecho propio fundar villas de mestizos, de una gran masa de población que
creció prácticamente sin base en que fundar una patria; “Como expresa Martínez
Peláez en su obra de la cual nos estamos valiendo: “aquel no tiene propiedad en
el país que habita es un extranjero en dicho país”. (Díaz Chávez; 1973:45)
Por
lo tanto para Díaz Chávez, la lógica del
desarrollo social durante el periodo colonial gira en torno al control de la
mano de obra abundante por parte de los españoles: “Puesto que todo el
desarrollo social de la colonia gira alrededor de la pugna por el control de la
mano de obra abundante y sumamente barata de las masas indígenas, que se
establece entre los funcionarios españoles de la corona y los criollos
españoles, resuelta evidente que un medio para disminuir esa tensión social
entre las fuerzas en pugna, es visto por la corona y de acuerdo con las
condiciones que ha creado en el reino como muy necesario para la “paz” social y
la garantía del sistema mismo. Tal función fue llenada, desde luego, por las
masas desarraigados de mestizos proletarios que se vieron en la insoslayable
alternativa de invadir haciendas en busca de subsistencia, donde rápidamente
fueron uncidos al sistema de explotación”. (Díaz Chávez; 1973:45)
De
este modo, para Díaz Chávez este es un elemento central para comprender la
independencia de centroamericana respecto del imperio español, por la
contracción y la disputa del trabajo del indio con respecto al repartimiento y
la encomienda, lo que permite “la comprensión histórica del desarrollo de la
lucha de clases que ha de culminar en la declaratoria de “independencia” política
de 1821”. (Diaz Chávez, 1973:40)
En
esta línea de emplear el análisis de la política agraria española de La
patria del criollo se encuentra en el trabajo realizado por el Instituto
Hondureño de Desarrollo Rural (IHDER) (1980) titulado 84 meses de reforma
agraria en Honduras del Gobierno de las fuerzas armadas de Honduras,
publicado en segunda edición el 2018. Este libro tiene un amplio capítulo sobre
los antecedentes de la reforma agraria en el que se analiza los antecedentes
históricos de la tenencia de la tierra y las políticas agrarias en el país, al
estudiar el período colonial retoma los principios de la política agraria planteados
por Martínez Peláez y llegan a la conclusión que de los cinco principios
únicamente el último no tiene una clara expresión en leyes. Respecto al tercer
principio de la tierra como aliciente sostienen que para el caso Honduras: “El
procedimiento al que recurrían los criollos y peninsulares era poner ganado en
tierras realengas o de indios. Para luego reclamarlas como suyas y pedir
composición…Los títulos de Supecalpa _que comprende las tierras de Suyapa y el
Hato de En medio- y de otras Zonas próximas a Tegucigalpa dan fe de este
procedimiento utilizado intensivamente en el Siglo XVIII”. (IHDER; 2018: 39-40)
No
obstante, es el historiador Marvin Barahona, el que hasta ahora ha realizado el
estudio más completo sobre la sociedad colonial en su estudio sobre la historia
de la identidad nacional al centrarse en el peso de la sociedad colonial en la
conformación de la identidad hondureña. En este trabajo, Barahona, retoma el
análisis de la sociedad piramidal del sistema colonial expuesto por el
historiador guatemalteco, en cuya base se encontraban los indios, en el pago de
tributos y en el abastecimiento de mercado locales, en el cual los pueblos de
indios se convirtieron en el punto de apoyo de todo el sistema colonial, (1992:128),
lo que le permite a Barahona concluir
·…que los pueblos de indios, aun en las condiciones y circunstancias que hemos
descrito, fueron el origen de las culturas rurales y campesinas de Honduras”. (1992:139)
De igual manera Barahona, rescata los conceptos de Martínez Peláez de
hibridación cultural y religiosa para analizar la cultura emergente de la sociedad
cultural hondureña. (1992:.161)
Posteriormente,
la historiadora Marielos Chaverri analiza el tema del trabajo y la protesta
social durante en el periodo colonial, especialmente los levantamientos indígenas
asumiendo ciertos conceptos de Martínez Peláez como el de ladino, protesta y levantamientos
indígenas. Chaverri, para entender la causalidad primordial de la protesta social
durante este periodo parte del siguiente planteamiento de Martínez Peláez; (1970): “El aparato de la dominación española, incluidos los
aspectos en apariencia más alejados de la lucha por los bienes materiales, se
estructuró y funcionó, como es sabido, para garantizar el envío de riqueza a la
metrópoli… que iba parar finalmente a manos de la nobleza feudal y de la
burguesía comercial… peninsulares, clases dominantes en la metrópoli y por
tanto en las colonias”.
Es
entorno a ello que se estructura la economía y sociedad colonial que
demanda cada vez mano de obra ya se por la actividad minera o ganadera y lo que
de acuerdo con Chaverri se desencadenan, haciendo referencia a Martínez Peláez
las “causas desencadenantes de la protesta social”. (1996:33) Aunque si bien,
Chaverri retoma conceptualmente la causalidad de la protesta social indígena de
Martínez quien plantea que la causa generalizada es más el tributo más que la
tierra y el repartimiento de trabajo: “Sin embargo, en Honduras el repartimiento
de trabajo tiene tanta, si no más importancia, que la protesta por el tributo.
Tal vez esto se deba a los tipos de trabajo al cual eran enviados los indios
aquí, pues aparte del trabajo agrícola en las haciendas, el trabajo en las
minas era el más importante y también, a pesar de las prohibiciones, se les
utiliza en la producción del añil, ambos trabajos desbastadores para ellos. Según Chaverri, “el trabajo de minas fue uno
de los principales responsables de la disminución absoluta de la población nativa
y la disminución relativa en los pueblos de indios, pues estos huían al monte
para liberarse de él y terminaba finalmente integrándose a la masa ladina”. (1996:28-29)
Los
conceptos de indígena, ladino y mestizaje son empleados en la perspectiva de
Martínez Peláez son empleados también por Marielos Chaverri al analizar el
proceso social y cultural de la población de la Antigua Alcaldía Mayor de
Tegucigalpa y la protesta social en sus trabajos: “El grupo Ladino en el
Contexto de la Sociedad Colonial de Honduras. Siglos XVII y XVII”. (1993) y “El
Repartimiento de Trabajo como Causa de la Protesta Social en la Honduras
Colonial: el caso de Texiguat”. (1994).
Desde
otra perspectiva, la otra obra que se apropia de una forma audaz del enfoque
Martínez Peláez es la Marcos Carías. De la patria del criollo a la
patria compartida. Una historia de Honduras (2006), de Marcos Carías. en la que el autor alude a esa visión
de la sociedad colonial hondureña como “patria del criollo”, donde la
estructura social que se forma en la Honduras colonial, que al igual que
Barahona es uno de los esfuerzos más significativos por comprender el peso de
la sociedad colonial en la configuración del presente hondureño. No obstante, Carías
intenta salir de la filosofía de la historia pesimista y trágica propia de
otras narraciones históricas de Honduras y reconoce que en la historia del país
ha habido progresos y desaciertos y define a Honduras como una sociedad en
búsqueda. De hecho, establece un solo periodo de 1542-1949 en la historia de
Honduras que denomina La sociedad tradicional hondureña.
Consideraciones finales
Este
breve acercamiento a la recepción o registro de la huella de la obra de Severo
Martínez Peláez en la historiografía hondureña permite ver que, por un lado, que
quienes han trabajado de forma constante la historia colonial hondureña no
hacen referencia a su obra, y, por otro lado, quienes la han recepcionado el
mayor empleo que hacen de ella es en el análisis de la historia de la propiedad
y del proceso de ocupación de tierras por aparte de los españoles. Así como los
conceptos que más se han utilizado de la obra de Severo Martínez ha sido los de
ladino, indígena, mestizaje, levantamiento indígena y protesta social.
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