(Fragmento)
Albert Camus
...cada
religión gira alrededor de las nociones de inocencia y culpabilidad. Prometeo, el
primer rebelde, recusaba, no obstante, el derecho a castigar. Zeus mismo, Zeus
sobre todo, no es bastante inocente para que se le otorgue ese derecho. En su
primer movimiento, la rebelión niega, por lo tanto, el castigo de su viaje agotador,
la rebelión vuelve a tomar la noción religiosa del castigo y la pone en el
centro de su universo. El juez supremo no está ya en los cielos; es la historia
misma, que sanciona como divinidad implacable. A su manera, la historia no es
sino un largo castigo, pues la verdadera recompensa no será saboreada sino al
final de los tiempos. Estamos lejos, al parecer, del marxismo y de Hegel, y
mucho más lejos todavía de los primeros rebeldes. Sin embargo, todo pensamiento
puramente histórico se asoma a estos abismos. En la medida en que Marx predecía
la realización de la sociedad sin clases, en la medida en que establecía así la
buena voluntad de la historia, toda demora en la marcha liberadora, debía ser
imputada a la mala voluntad del hombre. Marx ha vuelto a introducir en el mundo
descristianizado la culpa y el castigo, pero frente a la historia. El marxismo,
en uno de sus aspectos, es una doctrina de culpabilidad en cuanto al hombre y
de inocencia en cuanto a la historia. Lejos del poder, su traducción histórica
era la violencia revolucionaria; en la cima del poder, corría el peligro de ser
la violencia legal, es decir, el terror y el proceso...
Por otra parte,
en el universo religioso el verdadero juicio queda para más tarde; no es
necesario que el crimen sea castigado inmediatamente y que la inocencia quede consagrada.
En el nuevo universo, por el contrario, el juicio pronunciado por la historia
debe serlo inmediatamente, pues la culpabilidad coincide con el fracaso y el
castigo...
Fuente: El
Hombre Rebelde
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