Un espacio de opinión crítica y constructiva sobre temas de interés nacional con un enfoque objetivo sin exclusión ni prejuicios de clases sociales, políticas, sexo o religión.

Juan Ramón Martínez

Plantas, semillas y frutos desde la tradición cultural en Honduras

 

A Ramón Salgado Peña, gracias por su ejemplo


Rubén Darío Paz*


Es indudable el vínculo constante entre hombre-naturaleza y en ese sentido  el primero ha logrado un profundo conocimiento sobre las plantas y las viene utilizado con diversos fines: consumo, rituales, medicina, control de plagas, construcción, ornamento e incluso hasta en la elaboración de “pócimas letales”.  De mal recuerdo es el uso del “camotillo” en el noroccidente del país, razón por la que muchos investigadores han recogido relatos sobre los efectos nocivos de esa endémica planta. “Existe la creencia de que si usted quiere envenenar a alguien, debe dejar la raíz del camotillo fuera de la tierra, por la cantidad de días en los que desea que la persona muera, si la deja fuera por dos días, la persona morirá en dos días, si la deja por una semana, está hará efecto en una semana y así sucesivamente”.[1]   

Utilizando la corteza de un bejuco tóxico, miembros de las comunidades tolupanes en la Montaña de la Flor (Yoro), siguen atrapando peces. Lo mismo sucede con algunas familias misquitas y tawahkas aledañas a las riveras de los ríos, al verter las hojas y cortezas en “aguas retenidas” del bejuco denominado “ispail basalka   los peces se asfixian por lo que salen a la superficie y ahí se recogen.

En algunas ferias de nuestros pueblos del occidente de Honduras, hemos podido observar “jabones especiales” utilizando de base las semillas de árboles como  el Aceituno, Guanacaste y Pacón. 

La población de Honduras en su mayoría se autodefine como mestiza, mientras  el actual Estado  reafirma su condición de pluriétnico y multicultural, aunque sólo sea en el papel. Pocas veces reparamos en los vínculos constantes entre las comunidades indígenas y sus entornos naturales bien conservados, de ahí el imperativo de acercarse a estas poblaciones, pero más considerándoles como un asidero de conocimientos.   

Expertos en ciencias ambientales nos explican que varias plantas en nuestro país son endémicas, otras proceden de lejanas latitudes. No debemos olvidar que el proceso de conquista y colonización fue un largo sumario de intercambios, incluso algunas especies procedentes del sudeste asiático están presentes, primero en Europa y luego en América. Esa reciprocidad de plantas, semillas, frutos continua vigente, quizás lo que ha cambiado son algunos nombres y usos. 

Como referencia los españoles trajeron a América “mangos, naranjas, limones, peras, manzanas, trigo, maicillo, caña de azúcar entre otras” América por su parte contribuyó con el viejo mundo con “maíz, papas, aguacates, piñas, ayotes, anonas, tomates, zuncuyas, cacao, tabaco, maracuyá y henequén para mencionar algunos.” De ese intercambio fructífero, el  cacao se transformó en chocolate, de la caña de azúcar surgió el “guaro” y del tabaco los “cigarrillos” para que los advenedizos también alucinaran, difícil olvidar para los europeos, que las “papas”, les salvaron de enormes hambrunas a lo largo del siglo XVIII.     

Cada una de las regiones que conforman la geografía patria, tienen características particulares, ya sea por su altitud, sus suelos,  la cantidad de recursos hídricos que modelan el paisaje o por la misma presencia de los asentamientos humanos.

Aguacates subtes o suytes

En Honduras resultan fascinante los diferentes usos y nombres que se le dan a algunas plantas, por ejemplo: El aguacate subte (en Copán y Lempira), pronunciado suyte en (Santa Bárbara) y en el resto del país escasamente se conoce. Es significativo que a los habitantes de Corquín, les nombren “subtes”, porque en sus alrededores, son abundantes los arboles de subtes, ojala en algún momento las autoridades de ese  encantador casco urbano, designen una área de reforestación para preservarlos, pues ya son emblema de identidad.  El árbol del aguacate “subte o suyte” alcanza los diez metros y su follaje es ligeramente ralo, se desarrolla  en la alta montaña y su reproducción es silvestre.  Su fruto alargado, contiene una semilla grande si se compara con otras especies, tiene  escasa comida, pero por su sabor goza de fama en el occidente del país.       

En el  extremo este del territorio, destaca  la Moskitia, ahí coinciden varios grupos culturalmente diferenciados, mismos que a través de los siglos han venido utilizando plantas, algunas con fines ceremoniales, otras contra enfermedades y muchas más con fines alimenticios.  El hecho que (Miskitos, Tawhakas, Pech, Garífunas), en sus territorios  tengan suelos franco-arenosos y abundantes recursos hídricos, les ha permitido dedicarse a los sembradíos de tubérculos temporales como (yuca, camote, malanga), de tal forma que constituyen la base alimenticia habitual y la cantidad de derivados es tan significativa como exquisita.  

Pejibaye o Supa. (Basipaes de bactris)

Sus frutos son apetecidos en algunas comunidades misquitas,  por su alto valor  nutritivo. Los orígenes del Pejibaye  se remontan a varias culturas amazónicas. Es una especie de palma erguida, tiene varios vástagos a manera  de racimo,  alcanza una altura entre 20 y 30 metros. La fruta de Pejibaye es amarillenta y se vuelve rojiza cuando madura, su forma es ovoide y casi cónica. Un sólo retoño puede tener hasta seis racimos, la piel de esta fruta es fina y de sabor dulce, en su interior tiene una semilla denominada “coquito” de cascara dura y de ahí se puede extraer aceite.

Esta palmera requiere de un clima tropical y se reproduce por semilla y tardan 90 días para germinar, la vida productiva puede alcanzar 75 años. En municipios como Brus Laguna, Ahuas y Wampusirpi estas plantas florecen entre abril y junio, pero casi siempre es en septiembre cuando se pueden cosechar. Se sabe además que en algunas otras comunidades del caribe centroamericano, el Pejibaye se consume como un platillo exótico, o se utiliza como alimento para animales. El Pejibaye se consume cocido como complemento, se puede hacer fresco o “buña” e incluso si se fermenta por varios días, se convierte en “buñalaya” una especie de guarapo. En Centroamérica los costarricenses, han incorporado el pejibaye con mejores resultados, son famosos los “pejibayes en almíbar”, dulces, helados y pasteles. 

 

El Mazapán  (Bripput en misquito)

Se encuentra disperso a lo largo de la llanura costera del caribe del istmo centroamericano, en el caso de La Mosquitia muchos árboles frutales se introdujeron por misioneros Moravos, inicialmente en la Mosquitia nicaragüense, años después casi al finalizar el siglo XIX se hizo en Honduras. El misionero George R Heath para 1940 describió la estación de Kaukira como agradable “en su disposición de cocos, eucaliptos y árboles frutales” Todos los complejos moravos en Honduras contienen árboles frutales; sin embargo los de Kaukira y Brus Laguna sobresalen por la cantidad y variedad. En la dispersión de frutales como el Mazapán fueron valiosas las iniciativas de Wilson Popenoe,[2] responsable de una estación agrícola experimental en Lancetilla, donde se “aclimataron”, varias especies de otros continentes  con características tropicales.

El Mazapán es un árbol que alcanza entre 9 y 18 metros de altura, con grandes hojas de color verde de 20 a 90 cm de longitud, comienza a dar sus frutos a los 6 años de sembrado, pero  puede producir hasta los 50 años. Sus frutos son de 9 a 45 cm y un diámetro de 5 a 30cm y pueden llegar a pesar hasta 6 kg. Inicialmente estos frutos, de forma ovoide son de color verde, pero conforme maduran se vuelven verde-amarillento. En la Costa Atlántica de Honduras, el Mazapán se consume frito, sancochado, horneado o al vapor,  bien como plato principal o como bastimento. En el caso de la Mosquitia también se consume además de frito, en atole, denominado wabul, bebida exquisita que algunas veces le agregan agua de coco.  

De las raíces del árbol de Mazapán me comentaron en Kruta, Raya y en Mangotara (Mango grande), que se preparan medicamentos para controlar la presión sanguínea, asma y diarreas. El Mazapán es originario del Pacífico Sur y Oceanía, además se encuentra disperso en las zonas tropicales de África y Asia. Con el nombre Mazapán se reconocen unos dulces navideños exquisitos en la ciudad de Toledo (España) al igual que en Guadalajara en (México), sin embargo no proceden de dicha fruta.   

El tabaco: usos y tradición oral

El cultivo del tabaco es de los principales productos con que se identificaron numerosos pueblos precolombinos. En Honduras su cultivo fue favorecido por las condiciones de suelo y climas templados, tanto que a la fecha se sigue asociando la región occidental del país con calidad y tradición tabacalera. Departamentos como Santa Bárbara y El Paraíso, igual cuentan con infraestructura para producir tabaco y surtir demandas internacionales, claro el mayor énfasis lo tiene la ciudad de Danlí, que exportan tabaco incluso a otros continentes.

Varias fuentes establecen que el tabaco se utilizó con fines ceremoniales, al igual que en la preparación de medicamentos, a la fecha se sigue utilizando sobre todo en comunidades lencas y maya-Chortí, incluso para ahuyentar los “malos espíritus”, tampoco se desconoce en otras etnias. En las últimas décadas del siglo XVIII,  el cultivo de tabaco en Quezailica, fue uno de los factores que impulsaron la consolidación poblacional  de los Llanos de Santa Rosa, ahora convertida en ciudad.

En 1765 se creó la “Real Factoría de Tabacos” de Santa Rosa de los Llanos, nombrándose a Manuel Ignacio de Letona primer factor de tabacos. Con el establecimiento de la Real Factoría de Tabacos hubo un incremento productivo y convirtió a Santa Rosa en la localidad más importante en términos fructuosos del occidente hondureño.

El árbol de Níspero

El níspero, es un árbol frutal procedente del sudeste de China, pero los japoneses lo expandieron a Europa como árbol ornamental durante el siglo XVIII, años después llegó a América. En Honduras, su fitotoponimia ésta presente en varios lugares, en Santa Bárbara, un relegado municipio se le denomina El Níspero, penosamente en su casco urbano no existen ejemplares de dicho árbol, igual ésta presente en aldeas y hasta en una encantadora laguna denominada Ibans-(Níspero en misquito). El árbol puede alcanzar los 10 metros con facilidad,  sus hojas perdurables son largas y onduladas hasta formar con sus ramas una amplia copa.

El fruto del Níspero, es pequeño más o menos redondeado, primero es verde, después se vuelve color naranja y su sabor dulce es característico. Dentro hay una semilla marrón relativamente gruesa, que a veces se utiliza para hacer artesanías.  El  árbol de Níspero no necesita cantidades de agua para desarrollarse eso sí, la sequía veraniega incide negativamente en los frutos. En Honduras, ya nos quedan pocos arboles de nísperos, destacan algunos sembrados en varias aldeas de  Ilama Santa Bárbara, tanto que en los meses de febrero y marzo, con frecuencia uno puede encontrar vendedores de sus frutos. El níspero se cultiva con semillas frescas en almácigos o por medio de injertos,  en el caso de la reproducción de semillas, el árbol tarda entre ocho y diez años en dar sus primeros frutos, sí es injerto se reduce a dos años. Quizás por la escasa visión de las autoridades en muchos municipios del interior del país, no se llevan a cabo campañas de reforestación con plantas que se han adaptado a condiciones tropicales con buen suceso. 

La Másica (ojoche, exinche o ramón)

En varios  bosques del occidente de Honduras, en los alrededores del parque Nacional la Muralla en Olancho y en las cercanías de la Sierra de Nombre de Dios se encuentran ejemplares de árboles de Másica, tanto que le da el nombre a un dinámico municipio de Atlántida.  Se trata de un árbol frondoso,  de altura considerable, tronco y follaje abundante con  frutos pequeños de verde intenso.  

Sus frutos son apreciados por sus abundantes nutrientes en algunas comunidades indígenas   se le conoce como “la nuez maya” por su alto valor nutritivo. Ha sido popular en Centroamérica desde tiempos remotos, ahora es una especie amenazada por la deforestación. En algunas referencias sobre los mayas,  se asegura que los frutos de la másica en tiempos de crisis, se utilizó como sustito del maíz. Muchas familias del occidente de nuestro país, siguen preparando tortillas y bebidas. Aún se pueden apreciar árboles de Masica en el Parque Arqueológico de Copán Ruinas.   

Árbol de Matasano en extinción  

Es un árbol que se encuentra entre los territorios de México y América Central, con mayor incidencia en el centro-oriente de Honduras, Nicaragua y Costa Rica, también se le conoce como “zapote blanco” Es una especie que puede llegar a medir hasta 15 metros de altura,  sus frutos son redondos, blandos, amarillos, del tamaño similar a una manzana, de pulpa carnosa, comestibles de sabor ácido y algo insípidos. En el oriente de Honduras, y especialmente en los alrededores de Yuscarán, su consumo es frecuente, en otros pueblos cercanos a Tegucigalpa se preparan mermeladas, almíbar y batidos. Si bien el matasano no es habitual en la dieta del hondureño, se sabe que tiene varias vitaminas importantes y nuestro campesino lo sigue consumiendo. En algunas aldeas aledañas a la Yuscarán, “las hojas del matasano se utilizan para hacer brebajes y esas aguas  favorecen la pérdida de peso y regulan la presión arterial.” A la fecha, quedan pocos árboles de matasano, sería importante resembrar al menos para que las próximas generaciones tengan la oportunidad de conocerlos.     

Árbol de Achiote (Bixa orellana) 

El "achiote" ha sido utilizado desde tiempos primitivos, y lo es aún, por indígenas del Amazonas como tinte para la piel, lo cual, además de su valor ornamental, protege contra las picaduras de insectos y ayuda en la cicatrización de  heridas. México y Centroamérica reporta sus usos desde tiempos antiguos, especial atención merece el Estado de Yucatán, su uso está presente en su gastronomía e incluso para darle color a algunas bebidas en base al cacao y maíz.

En algunos municipios de Honduras se sigue preparando recado “se recolectan las semillas del achiote y se ponen a hervir varias veces en agua, y se van removiendo de tal forma que va quedando una pasta,  a ese asiento se le agrega manteca de cerdo, un poco de masa de maíz y sal, con el objetivo de que cuaje. Esa mescla se le deja reposar por varios días, después  se le da forma redonda y se colocan en tusas para comercializarlo”. La forma tradicional de hacer achiote, ha venido desapareciendo, pues la industria ha terminado con esas prácticas tan valiosas. Pocos años atrás en las ferias hondureñas, se podían observar “muchachas”, que utilizaban “achiote” en sus labios y mejillas. Según algunos informantes el achiote tiene beneficios para la salud, es diurético, antiinflamatorio y cicatrizante.

Especial agradecimiento a mi amigo agricultor Marco Antonio Maldonado, en Ojos de Agua, Yuscarán. Igual a mi madre  Ada Esmeralda Martínez, en Ilama, Santa Bárbara. Continuará…     

 

                      Cancincamon, Talgua, Lempira. 2020

 

*Rubén Darío Paz. Director de Gestión Cultural en el Centro Universitario Regional de Occidente- CUROC-UNAH. Docente investigador en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán en Santa Rosa de Copán. Autor y coautor de varios libros,  ensayista y fotógrafo. Miembro de la Academia de Geografía e Historia. Correo rubenga1934@yahoo.com Teléfono (504) 89 02 70 49.



[1] Iliam S. Rivera García, citando a (Schutzman, 1989).

[2] Wilson Popenoe. (1892-1975), norteamericano, se le reconoce como un explorador agrícola de aportes significativos para el Continente. Desde 1912 a 1925, trabajó  en América Latina como explorador agrícola del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Fundó un jardín botánico tropical y una estación agrícola experimental en Lancetilla, Honduras por encargo de la United Fruit Company. Fue fundador y director de la Escuela Agrícola Panamericana. Radicado en Antigua Guatemala, reconstruyó una casa del siglo XVII que ahora se conoce como Casa Popenoe. 





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Sobre el autor

Mi foto
Olanchito, Yoro, 1941. Realizó estudios de profesorado en Ciencias Sociales en la Escuela Superior del Profesorado y es licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Divulgador cultural y periodista de oficio, Juan Ramón Martínez Bardales es columnista del diario La Tribuna desde 1976, medio en el que también coordina los suplementos Tribuna cultural y Anales históricos. Además, mantiene una columna en La Prensa de San Pedro Sula y una semanal en la revista Hablemos Claro.