A Ramón Salgado Peña, gracias por su
ejemplo
Rubén Darío Paz*
Es
indudable el vínculo constante entre hombre-naturaleza y en ese sentido el primero ha logrado un profundo
conocimiento sobre las plantas y las viene utilizado con diversos fines:
consumo, rituales, medicina, control de plagas, construcción, ornamento e
incluso hasta en la elaboración de “pócimas letales”. De mal recuerdo es el uso del “camotillo” en el noroccidente del país,
razón por la que muchos investigadores han recogido relatos sobre los efectos nocivos
de esa endémica planta. “Existe la creencia de que si usted quiere envenenar a
alguien, debe dejar la raíz del camotillo fuera de la tierra, por la cantidad
de días en los que desea que la persona muera, si la deja fuera por dos días,
la persona morirá en dos días, si la deja por una semana, está hará efecto en
una semana y así sucesivamente”.[1]
Utilizando
la corteza de un bejuco tóxico,
miembros de las comunidades tolupanes en la Montaña de la Flor (Yoro), siguen
atrapando peces. Lo mismo sucede con algunas familias misquitas y tawahkas
aledañas a las riveras de los ríos, al verter las hojas y cortezas en “aguas
retenidas” del bejuco denominado “ispail
basalka” los peces se asfixian por
lo que salen a la superficie y ahí se recogen.
En
algunas ferias de nuestros pueblos del occidente de Honduras, hemos podido
observar “jabones especiales” utilizando de base las semillas de árboles como el Aceituno, Guanacaste y Pacón.
La
población de Honduras en su mayoría se autodefine como mestiza, mientras el actual Estado reafirma su condición de pluriétnico y
multicultural, aunque sólo sea en el papel. Pocas veces reparamos en los
vínculos constantes entre las comunidades indígenas y sus entornos naturales
bien conservados, de ahí el imperativo de acercarse a estas poblaciones, pero
más considerándoles como un asidero de conocimientos.
Expertos
en ciencias ambientales nos explican que varias plantas en nuestro país son
endémicas, otras proceden de lejanas latitudes. No debemos olvidar que el
proceso de conquista y colonización fue un largo sumario de intercambios,
incluso algunas especies procedentes del sudeste asiático están presentes, primero
en Europa y luego en América. Esa reciprocidad de plantas, semillas, frutos
continua vigente, quizás lo que ha cambiado son algunos nombres y usos.
Como
referencia los españoles trajeron a América “mangos, naranjas, limones, peras,
manzanas, trigo, maicillo, caña de azúcar entre otras” América por su parte
contribuyó con el viejo mundo con “maíz, papas, aguacates, piñas, ayotes,
anonas, tomates, zuncuyas, cacao, tabaco, maracuyá y henequén para mencionar
algunos.” De ese intercambio fructífero, el
cacao se transformó en chocolate, de la caña de azúcar surgió el “guaro”
y del tabaco los “cigarrillos” para que los advenedizos también alucinaran,
difícil olvidar para los europeos, que las “papas”, les salvaron de enormes
hambrunas a lo largo del siglo XVIII.
Cada
una de las regiones que conforman la geografía patria, tienen características
particulares, ya sea por su altitud, sus suelos, la cantidad de recursos hídricos que modelan
el paisaje o por la misma presencia de los asentamientos humanos.
Aguacates subtes o suytes
En
Honduras resultan fascinante los diferentes usos y nombres que se le dan a
algunas plantas, por ejemplo: El aguacate subte
(en Copán y Lempira), pronunciado suyte
en (Santa Bárbara) y en el resto del país escasamente se conoce. Es
significativo que a los habitantes de Corquín, les nombren “subtes”, porque en
sus alrededores, son abundantes los arboles de subtes, ojala en algún momento
las autoridades de ese encantador casco
urbano, designen una área de reforestación para preservarlos, pues ya son
emblema de identidad. El árbol del
aguacate “subte o suyte” alcanza los diez metros y su follaje es ligeramente
ralo, se desarrolla en la alta montaña y
su reproducción es silvestre. Su fruto
alargado, contiene una semilla grande si
se compara con otras especies, tiene
escasa comida, pero por su sabor goza de fama en el occidente del
país.
En
el extremo este del territorio,
destaca la Moskitia, ahí coinciden varios
grupos culturalmente diferenciados, mismos que a través de los siglos han
venido utilizando plantas, algunas con fines ceremoniales, otras contra
enfermedades y muchas más con fines alimenticios. El hecho que (Miskitos, Tawhakas, Pech,
Garífunas), en sus territorios tengan
suelos franco-arenosos y abundantes recursos hídricos, les ha permitido
dedicarse a los sembradíos de tubérculos temporales como (yuca, camote,
malanga), de tal forma que constituyen la base alimenticia habitual y la
cantidad de derivados es tan significativa como exquisita.
Pejibaye o Supa. (Basipaes de bactris)
Sus
frutos son apetecidos en algunas comunidades misquitas, por su alto valor nutritivo. Los orígenes del Pejibaye se remontan a varias culturas amazónicas. Es
una especie de palma erguida, tiene varios vástagos a manera de racimo,
alcanza una altura entre 20 y 30 metros. La fruta de Pejibaye es
amarillenta y se vuelve rojiza cuando madura, su forma es ovoide y casi cónica.
Un sólo retoño puede tener hasta seis racimos, la piel de esta fruta es fina y
de sabor dulce, en su interior tiene una semilla denominada “coquito” de
cascara dura y de ahí se puede extraer aceite.
Esta
palmera requiere de un clima tropical y se reproduce por semilla y tardan 90
días para germinar, la vida productiva puede alcanzar 75 años. En municipios
como Brus Laguna, Ahuas y Wampusirpi estas plantas florecen entre abril y
junio, pero casi siempre es en septiembre cuando se pueden cosechar. Se sabe
además que en algunas otras comunidades del caribe centroamericano, el Pejibaye
se consume como un platillo exótico, o se utiliza como alimento para animales. El
Pejibaye se consume cocido como complemento, se puede hacer fresco o “buña” e
incluso si se fermenta por varios días, se convierte en “buñalaya” una especie
de guarapo. En Centroamérica los costarricenses, han incorporado el pejibaye
con mejores resultados, son famosos los “pejibayes en almíbar”, dulces, helados
y pasteles.
El Mazapán (Bripput en misquito)
Se
encuentra disperso a lo largo de la llanura costera del caribe del istmo centroamericano,
en el caso de La Mosquitia muchos árboles frutales se introdujeron por
misioneros Moravos, inicialmente en la Mosquitia nicaragüense, años después
casi al finalizar el siglo XIX se hizo en Honduras. El misionero George R Heath
para 1940 describió la estación de Kaukira como agradable “en su disposición de
cocos, eucaliptos y árboles frutales” Todos los complejos moravos en Honduras
contienen árboles frutales; sin embargo los de Kaukira y Brus Laguna sobresalen
por la cantidad y variedad. En la dispersión de frutales como el Mazapán fueron
valiosas las iniciativas de Wilson
Popenoe,[2]
responsable de una estación agrícola experimental en
Lancetilla, donde se “aclimataron”,
varias especies de otros continentes con
características tropicales.
El
Mazapán es un árbol que alcanza entre 9 y 18 metros de altura, con grandes hojas de color verde de 20 a 90 cm de longitud, comienza a dar sus frutos a los 6 años
de sembrado, pero puede producir hasta
los 50 años. Sus frutos son de 9 a 45 cm y un diámetro de 5 a 30cm y pueden
llegar a pesar hasta 6 kg. Inicialmente estos frutos, de forma ovoide son de
color verde, pero conforme maduran se vuelven verde-amarillento. En la Costa Atlántica
de Honduras, el Mazapán se consume frito, sancochado, horneado o al vapor, bien como plato principal o como bastimento.
En el caso de la Mosquitia también se consume además de frito, en atole,
denominado wabul, bebida exquisita
que algunas veces le agregan agua de coco.
De
las raíces del árbol de Mazapán me comentaron en Kruta, Raya y en Mangotara
(Mango grande), que se preparan medicamentos para controlar la presión
sanguínea, asma y diarreas. El Mazapán es originario del Pacífico Sur y
Oceanía, además se encuentra disperso en las zonas tropicales de África y
Asia. Con el nombre Mazapán se reconocen unos dulces navideños exquisitos en la
ciudad de Toledo (España) al igual que en Guadalajara en (México), sin embargo
no proceden de dicha fruta.
El tabaco: usos y tradición oral
El cultivo del tabaco es de
los principales productos con que se identificaron numerosos pueblos
precolombinos. En Honduras su cultivo fue favorecido por las condiciones de
suelo y climas templados, tanto que a la fecha se sigue asociando la región
occidental del país con calidad y tradición tabacalera. Departamentos como
Santa Bárbara y El Paraíso, igual cuentan con infraestructura para producir
tabaco y surtir demandas internacionales, claro el mayor énfasis lo tiene la
ciudad de Danlí, que exportan tabaco incluso a otros continentes.
Varias fuentes establecen que
el tabaco se utilizó con fines ceremoniales, al igual que en la preparación de
medicamentos, a la fecha se sigue utilizando sobre todo en comunidades lencas y
maya-Chortí, incluso para ahuyentar los “malos espíritus”, tampoco se desconoce
en otras etnias. En las últimas décadas del siglo XVIII, el cultivo de tabaco en Quezailica, fue uno
de los factores que impulsaron la consolidación poblacional de los Llanos
de Santa Rosa, ahora convertida en ciudad.
En 1765 se creó la “Real
Factoría de Tabacos” de Santa Rosa de los Llanos, nombrándose a Manuel Ignacio
de Letona primer factor de tabacos.
Con el establecimiento de la Real
Factoría de Tabacos hubo un incremento productivo y convirtió a Santa Rosa
en la localidad más importante en términos fructuosos del occidente hondureño.
El árbol de Níspero
El níspero,
es un árbol frutal procedente del sudeste de China, pero los
japoneses lo expandieron a Europa como árbol ornamental durante el siglo XVIII,
años después llegó a América. En
Honduras, su fitotoponimia ésta
presente en varios lugares, en Santa Bárbara, un relegado municipio se le
denomina El Níspero, penosamente en su casco urbano no existen ejemplares de
dicho árbol, igual ésta presente en aldeas y hasta en una encantadora laguna
denominada Ibans-(Níspero en
misquito). El árbol puede alcanzar los 10 metros con
facilidad, sus hojas perdurables son
largas y onduladas hasta formar con sus ramas una amplia copa.
El fruto del Níspero, es pequeño más o
menos redondeado, primero es verde, después se vuelve color naranja y su sabor
dulce es característico. Dentro hay una semilla marrón relativamente gruesa,
que a veces se utiliza para hacer artesanías.
El árbol de Níspero no necesita cantidades de agua para
desarrollarse eso sí, la sequía veraniega incide negativamente en los frutos.
En Honduras, ya nos quedan pocos arboles de nísperos, destacan algunos
sembrados en varias aldeas de Ilama
Santa Bárbara, tanto que en los meses de febrero y marzo, con frecuencia uno
puede encontrar vendedores de sus frutos. El níspero se cultiva con semillas
frescas en almácigos o por medio de injertos,
en el caso de la reproducción de semillas, el árbol tarda entre ocho y
diez años en dar sus primeros frutos, sí es injerto se reduce a dos años.
Quizás por la escasa visión de las autoridades en muchos municipios del
interior del país, no se llevan a cabo campañas de reforestación con plantas
que se han adaptado a condiciones tropicales con buen suceso.
La Másica (ojoche, exinche o ramón)
En
varios bosques del occidente de
Honduras, en los alrededores del parque Nacional la Muralla en Olancho y en las
cercanías de la Sierra de Nombre de Dios se encuentran ejemplares de árboles de
Másica, tanto que le da el nombre a un dinámico municipio de Atlántida. Se trata de un árbol frondoso, de altura considerable, tronco y follaje abundante
con frutos pequeños de verde
intenso.
Sus frutos son apreciados por sus abundantes
nutrientes en algunas comunidades indígenas
se le conoce como “la nuez maya”
por su alto valor nutritivo. Ha sido popular en Centroamérica desde tiempos remotos,
ahora es una especie amenazada por la deforestación. En algunas referencias
sobre los mayas, se asegura que los
frutos de la másica en tiempos de crisis, se utilizó como sustito del maíz. Muchas
familias del occidente de nuestro país, siguen preparando tortillas y bebidas. Aún
se pueden apreciar árboles de Masica en el Parque Arqueológico de Copán Ruinas.
Árbol de Matasano en extinción
Es un árbol que se encuentra entre los territorios de
México y América Central, con mayor incidencia en el centro-oriente
de Honduras, Nicaragua y Costa Rica, también se le conoce como “zapote blanco”
Es una especie que puede llegar a medir hasta 15 metros de altura, sus frutos son redondos, blandos, amarillos,
del tamaño similar a una manzana, de pulpa carnosa, comestibles de sabor ácido
y algo insípidos. En el oriente de Honduras, y especialmente en
los alrededores de Yuscarán, su consumo es frecuente, en
otros pueblos cercanos a Tegucigalpa se preparan mermeladas, almíbar y batidos.
Si bien el matasano no es habitual en la dieta del hondureño, se sabe que tiene
varias vitaminas importantes y nuestro campesino lo sigue consumiendo. En
algunas aldeas aledañas a la Yuscarán, “las hojas del matasano se utilizan para
hacer brebajes y esas aguas favorecen la
pérdida de peso y regulan la presión arterial.” A la fecha, quedan pocos
árboles de matasano, sería importante resembrar al menos para que las próximas
generaciones tengan la oportunidad de conocerlos.
Árbol de Achiote (Bixa orellana)
El "achiote" ha sido utilizado desde tiempos
primitivos, y lo es aún, por indígenas del Amazonas como tinte para la piel, lo
cual, además de su valor ornamental, protege contra las picaduras de insectos y
ayuda en la cicatrización de heridas.
México y Centroamérica reporta sus usos desde tiempos antiguos, especial
atención merece el Estado de Yucatán, su uso está presente en su gastronomía e
incluso para darle color a algunas bebidas en base al cacao y maíz.
En algunos municipios de Honduras se sigue preparando
recado “se recolectan las semillas del achiote y se ponen a hervir varias veces
en agua, y se van removiendo de tal forma que va quedando una pasta, a ese asiento se le agrega manteca de cerdo,
un poco de masa de maíz y sal, con el objetivo de que cuaje. Esa mescla se le
deja reposar por varios días, después se
le da forma redonda y se colocan en tusas para comercializarlo”. La forma
tradicional de hacer achiote, ha venido desapareciendo, pues la industria ha
terminado con esas prácticas tan valiosas. Pocos años atrás en las ferias
hondureñas, se podían observar “muchachas”, que utilizaban “achiote” en sus
labios y mejillas. Según algunos informantes el achiote tiene beneficios para
la salud, es diurético, antiinflamatorio y cicatrizante.
Especial agradecimiento a mi amigo agricultor Marco Antonio Maldonado, en Ojos de Agua, Yuscarán. Igual a mi madre Ada Esmeralda Martínez, en Ilama, Santa Bárbara. Continuará…
Cancincamon, Talgua, Lempira. 2020
*Rubén Darío Paz. Director de
Gestión Cultural en el Centro Universitario Regional de Occidente-
CUROC-UNAH. Docente investigador en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán en Santa Rosa de
Copán. Autor y coautor de varios libros,
ensayista y fotógrafo. Miembro de la Academia de Geografía e Historia.
Correo rubenga1934@yahoo.com Teléfono (504) 89 02 70 49.
[1] Iliam S. Rivera García, citando a (Schutzman, 1989).
[2] Wilson
Popenoe. (1892-1975), norteamericano, se le reconoce como un explorador
agrícola de aportes significativos para el Continente. Desde 1912 a 1925,
trabajó en América Latina como
explorador agrícola del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Fundó
un jardín botánico tropical y una estación agrícola experimental en Lancetilla,
Honduras por encargo de la United Fruit
Company. Fue fundador y director de la Escuela Agrícola Panamericana. Radicado
en Antigua Guatemala, reconstruyó una casa del siglo XVII que ahora se conoce como
Casa Popenoe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario