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Juan Ramón Martínez

EL MONUMENTO A JORGE FIDEL DURON

 

Juan Ramón Martínez

Jorge Fidel Durón –nacido en Tegucigalpa a principios del siglo que estamos por terminar-- ha tenido la singular experiencia de concurrir a la develización de un monumento dedicado a perpetuar su memoria entre las generaciones por venir. Otros hondureños, políticos enamorados de los anticipados goces de la gloria han ordenado monumentos que el pueblo y las palomas han terminado por odiar generosamente. Al final, el público ha derribado a los ridículos monumentos, arrojado varias veces las estatuas en la profundidad de los ríos y arrinconado en el olvido a los pretenciosos personajes.

En el caso de Jorge Fidel Durón la situación es diferente. El Club Rotario de Tegucigalpa, del cual es miembro desde su fundación, en cooperación con la Universidad Nacional Autónoma de Honduras –institución que Durón rectoró en una oportunidad siguiendo los pasos de su abuelo y de su padre-- ordenó la erección de un monumento dedicada a exaltar los inocultables méritos que adornan la personalidad de uno de los hondureños más ilustres con que cuenta nuestro país.

El doctor Durón es un raro ejemplar de un modelo de caballero e intelectual que solo de cuando en cuando tenemos la oportunidad de conocer. Estudioso y vinculado como el que más con todas las iniciativas destinadas a buscarle salidas a los problemas del país, destaca sin embargo su sensibilidad para la amistad fraterna y la dedicación al servicio público. Todo ello a partir del reconocimiento que, en las relaciones entre los miembros de una sociedad cualquiera, deberá privar el diálogo y la discusión, prescindiéndose siempre de toda expresión que tenga algún elemento de violencia.

Jorge Fidel Durón hasta donde sé, es uno de los pocos hondureños de su edad que nunca fue a la guerra y que, al no usar pistola, nadie le llamo coronel o general como era usual con otros que encontraron en la montonera una expresión de sus afanes, sus sueños y sus deseos. Habiendo estudiado en los Estados Unidos, Jorge Fidel Durón debió haber descubierto muy joven que la inestabilidad nacional no solo comprometía la gobernabilidad del país, sino que también limitaba su desarrollo socio económico. Por ello, más amigo de la pluma que de las pistolas, consagró su vida a la actividad cultural, a la docencia y a la política como ciencia y arte al servicio de la colectividad.

Como humano debió haber cometido muchos errores. A estas alturas, ya debe haber hecho un balance de su vida y con algo de melancolía, igual que Norberto Bobbio el pensador italiano “tener la impresión en lo que concierne al conocimiento del bien y el mal, de haber quedado en el punto de partida”.

Pero como también afirma a renglón seguido el autor de Política y Cultura “todas las grandes interrogantes han quedado sin respuesta. Después de haber tratado de darle un sentido a la vida, recuerdas que no has sentido el verdadero problema de su sentido y que la vida debe ser aceptada y vivida en su inmediatez. ¡Pero costó tanto llegar a esta conclusión!”.

Generoso como el que más, Jorge Fidel no le ha negado la mano a nadie. Y pasando por encima de edades, gustos y generaciones, se ha enriquecido de una legión de amigos que desde la semana pasada estamos entusiasmados y orgullosos del homenaje que le han hecho los Rotarios y la UNAH.

Jorge Fidel entonces, por este acto lleno de generosidad para un hombre que se lo merece, se queda definitivamente en los predios de una institución a la cual sirvió con honradez y dedicación. Los que somos sus amigos, estamos seguros también que su ejemplo –que ya ha echado raíces en muchos lugares del país y del mundo-- irradiará luces con el cual iluminará la penumbra resistente que por momentos nos niega a los hondureños la ruta precisa para construir sus altos destinos.

Seguro en las dimensiones de su gloria terrena, Jorge Fidel se queda, definitivamente, en la memoria resistente de quienes apreciamos sus enormes virtudes. 

(Fuente La Tribuna)

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Sobre el autor

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Olanchito, Yoro, 1941. Realizó estudios de profesorado en Ciencias Sociales en la Escuela Superior del Profesorado y es licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Divulgador cultural y periodista de oficio, Juan Ramón Martínez Bardales es columnista del diario La Tribuna desde 1976, medio en el que también coordina los suplementos Tribuna cultural y Anales históricos. Además, mantiene una columna en La Prensa de San Pedro Sula y una semanal en la revista Hablemos Claro.