Yesenia Martínez[1]
Ya para este año, la Dirección General de Salubridad Pública y varios
médicos se comprometieron en atender no solo los
problemas de la malaria y las enfermedades intestinales, sino también a
reestructurar esta dependencia de la Secretaría de Gobernación, Justicia y
Sanidad. Los cambios se dieron a tal grado, que se construyó el edificio donde
actualmente funciona la oficina de la Secretaría de
Salud. Por recomendación de la Fundación Rockefeller se crearon otras
instancias que atendieran el tema sanitario, la maternidad en Tegucigalpa, y
obras de la ingeniería sanitaria a nivel nacional.
Así se trabajó durante las décadas de 1910 y 1920. En ello fue determinante las relaciones de los profesionales de la medicina y los presidentes de la república, quienes también eran médicos, tales como Francisco Bertrand Barahona, Miguel Paz Barahona y Vicente Mejía Colindres. A ellos no les importó su identidad política (Partido Nacional y Partido Liberal), se dedicaron a construir el proyecto más importante de la salud nacional del Estado Liberal. Manifestaron las intenciones por ampliar la infraestructura hospitalaria más allá de la ciudad capital, buscaron las formas de gestionar una ingeniería sanitaria en las principales ciudades y puertos con alcance nacional. Sin embargo, es claro que, la incidencia política y los intereses de la inversión del capital transnacional por las compañías bananeras y mineras incidió para que se diera prioridad a la ciudad de Tegucigalpa y el Caribe hondureño.[2]
Por ello no es casualidad que, para mediados de la década de 1910, la United Fruit Company (UFCO) reportaba la atención de pacientes y enfermedades tratadas en los dispensarios y en el hospital de la ciudad puerto de Tela en el departamento de Atlántida. Cinco años más tarde lo hacía con la atención en el Hospital de la Truxillo en Puerto Castilla, ubicado a escasos cinco kilómetros de la ciudad puerto de Trujillo en el departamento de Colón.[3] Y para 1918, el Estado hondureño gestionó un Hospital de Beneficencia en la ciudad de La Ceiba, pero éste funcionó como Hospital de Atlántida hasta tres décadas después.[4]
El Estado hondureño también presentó ciertas intenciones. Durante esta misma década de 1910, se nombró al doctor José Jorge Callejas, delegado del Partido Nacional, para que gestionara la fundación de hospitales para la atención de las enfermedades venéreas y la tuberculosis, principales enfermedades que causaban los fallecimientos, después de las fiebres tropicales, malarias y enfermedades intestinales. También se apoyó mejoras en los Hospitales de Tegucigalpa y San Pedro Sula.
El interés por el
gremio médico parecía suficiente, pero el presupuesto de la salud seguía
escaso, así se manifestó en 1917 por los responsables de la recién creada
Dirección General de Salubridad Pública.[5]
Esta situación afectó las intenciones de avanzar en la construcción de
establecimientos para la salud, a pesar de los estrechos vínculos entre los
médicos y los distintos gobiernos. A ello, se sumó otro problema entre 1919 y
1924, los conflictos políticos por participar en los procesos electorales y en
los desacuerdos, motivado en parte, por las canonjías que ofrecían las
compañías bananeras.
Ya en un quinquenio de inestabilidad política fue muy difícil avanzar en lo que Marco Aurelio Soto propuso entre 1880 y 1882, crear hospitales en las cabeceras departamentales. Fue hasta mediados de la década de 1920 cuando se hicieron otras gestiones. Se buscó fundar el Hospital del Sur en la ciudad de Choluteca, por cierto, con copia de los planos del Hospital D’Antoni, construido en 1924 en la ciudad de La Ceiba por donación de los socios de la familia D’Antoni y administrado por la Compañía Vaccaro Brother Company, posteriormente asumido por la Standard Fruit Company.
El Hospital en el Sur
no tuvo éxito hasta una década después que se inició el proyecto,[6] hoy en precaria situación ante las
demandas de las víctimas del COVID 19. Mientras tanto el hospital D’Antoni, de donde surgió el proyecto, continuó su
funcionamiento. Es más, aun en pleno siglo XXI sobrevive, quizá porque tuvo que
ver la decisión tomada por los inversionistas de la Standard Fruit Company, a
quienes la Vaccaro Bros. Co. y la familia D’Antoni les traspasó su administración desde el mismo tiempo en que se
planificó la fusión de ambas compañías en 1923, antes de ser inaugurado el
hospital. [7]
Para 1935 al retirarse la Vaccaro Bros. Co., la familia D’Antoni les solicitó a los propietarios de la Standard se trasladara este hospital a la Alcaldía de La Ceiba, por ser considerado una donación al pueblo de Honduras. La Standard Fruit Co. se negó,[8] y prefirió continuar con su sostenibilidad. Ello fue a tal grado qué a casi un siglo de su creación, sigue brindando atención a cierto sector de la población del departamento de Atlántida, pero no a los pobres y vulnerables. Estos recurren a la precaria infraestructura del Hospital Atlántida.
Así, en estas circunstancias los profesionales de la medicina asumieron
los problemas de la salud, entre mediados de la década de 1920 y e inicios de
la década de 1930. Siendo presidente de la república el doctor Miguel Paz
Barahona, y de su colega José Jorge Callejas como Director General de la
Salubridad Pública, ambos del Partido Nacional, se responsabilizaron en fundar
el hospital San Felipe en la ciudad de Tegucigalpa, inaugurado en 1926.
Por cierto, este centro hospitalario tuvo que asumir la atención de los
enfermos que se trasladaban desde los diferentes sectores del territorio, y que
le correspondía atender al Hospital General. El San Felipe, como aún se le
conoce, también tuvo que atender a los enfermos de tuberculosis, debido a que
el proyecto liderado por la organización benéfica de la primera dama doña Anita
de Gutiérrez, no logró consolidarse. Esto se dio a pesar de que su esposo, el
presidente Rafael López Gutiérrez (1920-1924) padecía frecuentes enfermedades
respiratorias, a tal grado que falleció en su primer mes de gobierno ilegítimo,
a causa de neumonía.[11]
Este compromiso luego lo asumió el doctor José Jorge Callejas. Como
director de la oficina de la Salubridad pública, se propuso ver las maneras de
cómo crear el Hospital de Tuberculosis.[12] Sin duda esta fue una de las razones para que se organizara la Junta de
Beneficencia Pro-Sanatorio Nacional de Tuberculosos, dirigida por el medico
Rubén Andino Aguilar, amigo y compañero de toda la generación de médicos de
1910 y 1920. Su papel en esta junta fue de dictaminar las condiciones
científicas del terreno donde debía construirse el Sanatorio, y gestionar los
fondos para su funcionamiento. Los trabajos de construcción dieron principio
para el funcionamiento del hospital Santa Rosita, en la comunidad de Amarateca
en los alrededores de la ciudad Tegucigalpa en 1927, pero toda gestión y
avances fueron abandonados.[13]
Considerados hasta
mediados del siglo XX.
Hoy estos enfermos se atienden en los espacios del San Felipe. Ahí
encontramos la sede del Hospital que atiende a los más vulnerables de esta
enfermedad, y además las víctimas de la COVID 19, pero sin el presupuesto
necesario para atender no solo a los pacientes con enfermedades respiratorias,
sino también a los trabajadores de la salud que ahí laboran. Cabe mencionar que
la idea del Estado de construir un establecimiento para este tipo de
enfermedades fue pensada desde los inicios del gobierno de Francisco Bertrand
Barahona, sin embargo, la historia se repite.
Así, en este contexto,
y pesar de los pocos avances en infraestructura hospitalaria construida entre
1880 y 1926 en Honduras (Hospital General, Hospital del Norte, Hospital de
Occidente, Hospital San Felipe), se configuró formalmente una red hospitalaria
incipiente con fondos del Estado hondureño. Esta se complementó con la red
construida por las compañías bananeras extranjeras en el Caribe durante las décadas de 1910 y 1920. Y para entonces, se pretendía
atender a
las poblaciones trabajadoras, enfermas y ocupadas en las actividades del banano
y el ferrocarril.
Ya en este momento
según Foucault, es cuando se piensa que el Estado debe ofrecer las condiciones
sanitarias para la comercialización y la acumulación de capital, evitar la
propagación de las epidemias, en generar las condiciones del medio ambiente, y
los espacios salubres para los individuos ocupados en tareas del desarrollo
industrial.[14]
Esta visión generó
diferencias, tanto en presupuesto como en el equipo y los profesionales de la
medicina necesarios en los hospitales de las compañías bananeras y, en aquellos
administrados por el Estado hondureño. Estos seguían sosteniéndose con poco
presupuesto nacional, destinado no solo a los compromisos de la deuda del
ferrocarril, sino también a la ola de conflictos armados, latentes y muy
brutales entre 1903 y 1932.[15]
Sin duda, estas
acciones fortalecieron el discurso académico y la relación entre médicos y el
Estado como parte de la imagen del Estado higienista y de la nación moderna.[19] Más
cuando se trataba de Mejía Colindres, un médico con mucho compromiso en los
problemas sociales desde que fungió como Secretario de Instrucción Pública
(1908-1911), al gestionar la re apertura de la Facultad de Medicina, cerrada
por Manuel Bonilla.
En cuanto al
seguimiento de la infraestructura hospitalaria, fue en los dos últimos años de
su gobierno cuando se hizo las gestiones para ampliar la cobertura en servicios
a cargos de hospitales públicos y privados en las ciudades de Comayagua y
Tegucigalpa, en la región Central de Honduras. Entre 1931 y 1932
siendo su Ministro de Guerra Marina y Aviación el Doctor José María Ochoa
Velásquez, originario y domiciliado en Comayagua, hizo las gestiones para que
mediante el Decreto Número 199, del mes de abril de 1931, se ordenara la
creación del Hospital Santa Teresa en dicha ciudad. Para su construcción se
destinó una serie de rentas provenientes de actividades administrativas de la
localidad.[20] Y por iniciativa de
Monseñor Agustín Hombach, llegaron a esta ciudad, un colectivo de mujeres religiosas de procedencia alemana para integrarse como accionistas y
administradoras del hospital Santa Teresa de Comayagua.[21]
Una año después, por gestiones del doctor Salvador Paredes con miembros de la Asociación
Médica Hondureña, junto a banqueros, comerciantes y capitalistas crearon una
sociedad anónima y fundaron la Sociedad Anónima La Policlínica en la ciudad de
Comayagüela.[22]
Después de finalizado el gobierno del doctor Vicente Mejía Colindres (1929-1933) sucumbió la intención de los gobiernos liberales y post liberales en la construcción y el sostenimiento de los hospitales a nivel nacional. Se tuvo que esperar otro momento, la década de 1950, cuando se encaminó un proyecto de reformas sociales iniciadas por Juan Manuel Gálvez (1949-1954) y ejecutadas por Ramón Villeda Morales (1957-1963). Se trata, por un lado, de la construcción del edificio del Hospital Materno Infantil, y los espacios donde funcionarían por primera vez los centros de salud a nivel nacional; y por otro, el establecimiento que dio vida a lo que se pretendió atender la salud laboral, cuando en 1962 se inaugurara la oficina del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) en Tegucigalpa.
El IHSS, no solo ha sobrevivido al poco presupuesto que le ha asignado
el Estado desde su nacimiento, sino también a sus constantes reformas
planteadas por el modelo neoliberal desde los gobiernos de inicios de la década
de 1990, y, por si fuera poco, también ha sobrevivido al más temeroso acto de
corrupción perpetuado por sus últimas administraciones.
Hoy ninguno de todos estos establecimientos de la salud, son capaces de
atender la crisis sanitaria de la COVID 19. Seguimos experimentando
los efectos del poco tacto de la élite política por revisar la historia. De
saber que cuando hay diferencias entre el Estado y los trabajadores y
profesionales de la salud, o cuando interesa más los asuntos en extremos
partidarios no se puede avanzar con la atención colectiva o la salud nacional.
Y más aun cuando al Estado le distraen los problemas, como la corrupción y el
narcotráfico, no sabe ni cómo comprar los guantes, las suficientes mascarillas
y mucho menos los hospitales, como el mínimo recurso para atender a los
hondureños y hondureñas víctimas de la pandemia.
En conclusión. Los esfuerzos y las limitaciones por la construcción y sostenimiento de los hospitales por parte del Estado hondureño han tenido sus momentos. Estas están latentes desde el mismo nacimiento y proceso de la formación del Estado nacional. La falta de presupuesto, el rechazo y la discriminación en la atención de la población afectada por las enfermedades infecto contagiosas y epidémicas han sido una constante; al igual que los conflictos extremos y partidarios.
Con este resumen sobre “el papel del Estado
en la construcción y el sostenimiento de los hospitales…”, se ha demostrado,
que, a pesar de las limitaciones ha habido esfuerzos, y se ha avanzado cuando
se ha dado la oportunidad de trabajar juntos los médicos y el Estado. Una
relación desarticulada en pleno siglo XXI y en el contexto de la pandemia de la
COVID 19.
Así está la situación de la infraestructura hospitalaria y la salud en Honduras, un problema histórico.
Santa Lucia, 12 de
julio del 2020.
[1] Historiadora, docente
e investigadora del Departamento de Historia de la Universidad Nacional
Autónoma de Honduras, y estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en el
Colegio de Michoacán, México. yesymg@gmail.com
[2] Memoria Gobernación y
Justicia… 1916, 32.
[3] Ver desde UFCO,
Medical Departament, Annual Report, 1913 (Boston: University of Chicago, EE.
UU. And PRESS OF GEO. H. ELLIS, 1913), hasta UFCO, Medical
Departament Twentieth Annual Report, 1931 (General Offices: Boston,
Masachusetts, 1931).
[4] Plutarco Castellanos, Buscando Raíces De la Hamaca al Consultorio
…, 57-58.
[5] Ver Boletín Legislativo, “Ley de Reformas al
Código de Sanidad”, 23 de mayo de 1917, 434-435; Boletín Legislativo,
“Dictamen”, Tegucigalpa 24 de mayo de 1917, 552.
[6] Congreso Nacional “Decreto
Numero 33, Boletín Legislativo “Decretos
del Congreso Nacional legislativo de 1925, Tegucigalpa: Tipografía Nacional, 9
de abril de 1925, 186-187. En CDCH – UNAH, Tegucigalpa; John Bascom y Guillermo
Bustillo Reina, Propaganda Pro Honduras (Habana, 1930), 200; Plutarco
Castellanos, “Evolución Histórica de la Salud en Honduras durante el siglo XX”,
Rev. Med Hondureña, suplemento no.2
(Tegucigalpa; UNAH, 2005): 73; y Plutarco Castellanos, Buscando Raíces De la Hamaca al Consultorio (Tegucigalpa;
Litografía López, 2015), 585. También en CARPETA 15, Caja 7, Documentos
Standard Fruit Company, 653, Honduras 1924, enero-abril. Collecction Louisiana Research, Box 7, Standard Fruit Company paper,
Honduras 1906-1932, Tulane University, New Orleans, USA.
[7] Felix Vaccaro, L. Vaccaro, Joseph Vaccaro y S. D’Antoni, Standard Fruit Company, Honduras 1906-1932, Papper
653, History Business Paper, New Orleans, december 15, 1923. Box 12, Folder 4, 4 august- december of 1923. Collection Lousiana
Research Collection, Tulane University, New Orleans, USA.
[8] Standard Fruit Company paper, 1935, october – december, folder 7, Box
8, 653. En Collecction Louisiana
Research, Tulane University, New Orleans, USA.
[9] Yesenia Martínez
García, La Seguridad Social en Honduras:
actores sociopolíticos, institucionalidad y
raíces históricas de su crisis (Tegucigalpa:
Editorial Guaymuras), 77-120.
[10] Despacho de Erwin al
Departamento de Estado, 815.00/2-1847, citado en Thomas Leonard, The U.S. and
Central America, 1944-1954: Perceptions of Political Dynamics (Birmingham:
University of Alabama Press, 1984), p. 109. También en el despacho No.1581,
John D. Erwin al Departamento de Estado (08/01/45), archivos nacionales de los
Estados Unidos, grupo de registro 84, Confidential U.S. Diplomatic Post
Records, Honduras: 1930-45, Washington, University Publications of America
(1985), carrete de microfilm No. 1.
[11] Libro de Defunciones
de 1923-1924, Tegucigalpa, folio 185. En www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:3QSQ-G9ZG-3PSZ?i=148&wc=QZPK-91B%3A367247201%2C367247202%2C367601301&cc=2135627
[12] Plutarco Castellanos,
“Evolución Histórica de la Salud en Honduras…”: 18.
[13] Ver, Informe
presentado por el Medico Manuel Romero, Tegucigalpa, 17 de abril de 1923, 8, en
el Fondo PB – ANH, Tegucigalpa; Reconciliación,
“Sesión de la Junta del Sanatorio Nacional de Tuberculosos”, Tegucigalpa, 9 de
mayo de 1925, 5; y Plutarco Castellanos, “Evolución Histórica de la Salud en
Honduras…”: 18.
[14] Michel Foucault, Estrategias de Poder, Traducción por
Julia Varela y Fernando Álvarez Uria, Obras Ensenciales, Volumen II (Barcelona:
Paidós, 1994), 380 - 384.
[15] Ver Marvin Barahona, Honduras en el siglo XX. Una síntesis
histórica (Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, 2005), 48; Mario Argueta, Tres Caudillos Tres
destinos (Tegucigalpa: Ediciones Subirana, 2012); Edgar Soriano Ortiz, 1924 Caudillos: entre la matanza del pueblo
y el poder (Tegucigalpa: Litografía López, 2009); y Evelio Inestroza, General Gregorio Ferrera (1880-1931),
Revolucionario indigenista o caudillo insurreccional de las transnacionales
bananeras en Honduras (Tegucigalpa: Multigráficos Flores, 2019), 250-257.
[16] Salvador Zelaya,
Sub-Secretario de Gobernación, Justicia y Sanidad, “Acuerdo de nombramiento”,
Tegucigalpa, 18 de mayo de 1931. En APEAA, Tegucigalpa.
[17] Ver “Decreto Número
208”, Boletín Legislativo
(Tegucigalpa, Tipografía Nacional, 7 de abril de 1930), 163; y Congreso Nacional,
“Decreto Número 134”, Boletín Legislativo
(Tegucigalpa, Tipografía Nacional, 17 de marzo de 1932), 124.
[18] Congreso Nacional,
“Decreto Número 90”, Boletín Legislativo
(Tegucigalpa, 23 de febrero de 1929), 117.
[19] Marcos Cueto y Steven Palmer, Medicine
and Public Health in Latin America…
59, 60 y 101.
[20] Plutarco
Castellanos, “Evolución Histórica de la Salud en Honduras durante el siglo XX”,
Rev. Med Honduras, 2005; 73
(suplemento no.2): 18.
[21] Plutarco Castellanos. Buscando Raíces De la Hamaca al Consultorio… 81-82.
[22] República de Honduras,
Decretos del Congreso Nacional, 1932. “Decreto Número 38., Boletín
Legislativo (Tegucigalpa, Tipografía Nacional, 18 de enero de 1932), 29.
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