Escribir sobre personalidades que han dejado una
huella inmortal en la historia radiofónica de nuestro país me resulta de un
inmenso gusto, casi indescriptible. Con Milciades Longas Zapata, este
sentimiento de júbilo no ha sido la excepción al igual que otras personas a las
cuales he tenido el placer de entrevistar y de las cuales en su momento muy
poco o casi nada, como en este caso, conocía. Supe de Milciades Longas Zapata
por intermedio del reconocido locutor antioqueño Jairo Luis García, a quien
agradezco muy particularmente.
Me pareció que era sumamente importante ponerme en
la tarea de averiguar más sobre este hombre de medios que pese a su -breve
recorrido en la radio colombiana- jugó un papel trascendental en la historia y
evolución de la legendaria Cadena radial Todelar, además de haber incursionado
con sorpresivo éxito en la televisión centroamericana destacándose en Honduras
con el seudónimo de ‘Tony Low’.
Milciades Longas Zapata mantiene una memoria
intacta. Las fechas, nombres y anécdotas se mantienen vivas y salvo en cortos
episodios su memoria falla. Es culto, mesurado y respetuoso en el hablar y su
naturaleza paisa sigue íntegra a pesar de haber pasado más de cuatro décadas
lejos de su tierra. Las redes sociales también forman parte de su diario vivir
y se siente con el ánimo de impartir clases de radio a las nuevas generaciones
que quieren emprender el camino que ya él transitó con laboriosidad y éxito.
Siete años han transcurrido desde que este hijo del
municipio de Girardota regresó a Medellín, su tierra de crianza, desde allí,
Milciades Longas Zapata hace remembranza de aquella época dorada de la radio
colombiana de la que fue protagonista y en la que su nombre estará inscrito
para siempre.
Por: Germán Posada
Cuando vi a la secretaria de la emisora, de ojos
verdes y pelo rubio quedé completamente encantado. Resultamos ennoviados y
finalmente ‘me la robé’ porque su mamá la tenía destinada para un señor
millonario de Medellín. Me fui con ella a Cartago, allí fui a pedir trabajo y
me dijeron que no había sino para los dueños y los familiares de las pocas
emisoras que allí existían. Me hablaron de una emisora llamada ‘Ondas
Nacionales’ en Cerrito Valle. Esta emisora era de un sacerdote. Yo me presenté
con mi novia y le dije que tenía experiencia como locutor en Medellín y que era
capaz de dirigir la emisora y que mi novia había sido la contadora de la radio.
A él no le gustó porque no éramos casados y la única manera de aceptarnos era
casándonos a lo que aceptamos pero a los dos meses me fui a buscar otros
derroteros a Bogotá. Un día llegamos a las diez de la noche en medio del frío y
yo no aguanté. Inmediatamente tomamos un autobús para Fusagasugá y llegamos a
la medianoche. Allí nos encontramos con una emisora llamada Ondas del Fusacatán
y nos quedamos.
Allí llegó Enrique de Castro un cantante español
que había puesto de moda una canción que se llamaba ‘Solo’ y andaba de gira por
Sumapaz. Al conocerme me comentó que en Bogotá necesitaban un locutor de
noticias de mi estilo y que él era amigo del dueño de la emisora y que iba a
hablar con él para recomendarme. A la semana siguiente me llegó un telegrama
diciéndome de presentarme el martes a ‘Radio Continental’ para una prueba.
Cuando me presenté me dijeron que acababan de tener ‘una peleíta’ con el
locutor Manolo Villareal, que había tirado la puerta y se había ido.
Inmediatamente y sin más explicación me dieron orden de leer el noticiero y en
medio de mi sorpresa me tocó hacerlo. Esta radio pertenecía a Chocolate Luker y
era la época en la que comenzaba don Bernardo Tobón de la Roche.
Yo me dije de hacerlo pero más a lo nuestro. Y me
inventé ‘La Ley contra el mal’. La idea era hacerlo con historias de crímenes en
la capital y dramatizarlos. Cuando empezamos a grabar yo me disgusté con mi
esposa y esto ocasionó que se dañaran los planes con este programa, solo se
alcanzaron a mandar dos capítulos a Radio Manizales vendidos a la Compañía
Colombiana de Tabaco.
Mandé a mi esposa para Medellín, renuncié a Radio
Continental y me fui para Nueva Granada a pedirle trabajo a don Enrique
Ramírez, fundador de RCN quien me mandó para Radio Santander en Bucaramanga.
Años después me encontré en Bucaramanga con don
Bernardo Tobón de la Roche y le recordé del programa pero a él no le gustaba el
título. Él decía que ese ‘mal’ podía significar ser un dolor de cabeza o de
estómago y lo cambió por la palabra ‘hampa’ que le parecía más impactante. Pero
me mandó para Cali a leer el noticiero que había dejado de nuevo Manolo
Villareal.
Era como si Manolo Villareal anduviera un paso
delante de mí sin saberlo. Él era un señor locutor que manejaba tres idiomas.
‘La Ley contra el Hampa’ vino a tener fuerza cuando
me pasaron de Cali para Medellín. Don Bernardo Tobón de la Roche me dijo que la
única condición de ir al aire era si se vendía. Él nos ilustraba cómo vender.
Se la vendí a Bernardo Lopera, un amigo. Él había
sido un compañero mío de bachillerato que se le ocurrió que en Antioquia era
posible vender la mazamorra envasada al vacío pero necesitaba promoción. Yo se
la ofrecí y se la vendí en exclusiva. Ese muchacho se volvió millonario con la
mazamorra La Comarca. Yo mismo le hice el jingle y el maestro Gabriel Cuartas
Franco director del noticiero hizo la letra que era: ‘Es un sabroso producto
con el sabor de La Comarca’.
Para la época teníamos en Bogotá un programa en
vivo que se llamaba ‘Un Peso por un Beso’ en donde Arturo J. Ospina reconocido
como ‘El Hermoso’ era su director. Se trataba de un concurso en el cual se regalaba
una caja de 100 huevos y para la época estaban de moda las famosas incubadoras.
A la vuelta de la emisora estaba Almacenes J. Glottmann que vendía las
incubadoras. En la radio hacíamos la publicidad y los ganadores salían a
comprarlas. Recuerdo que para llenar el radioteatro después del noticiero,
poníamos un televisor para que la gente viera solo el logo, pues en 1954 la
televisión colombiana tenía esa imagen viva. A las 8:00 p.m apagábamos el
televisor y comenzaba nuestro programa.
Ahí, hay una verdad que no es verdad. No es en las
grandes capitales en donde se aprende a hacer radio sino en las capitales más
pequeñas como Bucaramanga, que fue en donde yo más aprendí a trabajar en radio.
Por ejemplo, en Bogotá habíamos catorce locutores
de primera en noticias y el egoísmo era terrible, tan tremendo que usted no se
imagina. Lo mismo era en Nueva Granada y en Emisoras Nuevo Mundo. En las
emisoras grandes el egoísmo reinaba y se lo puede preguntar usted a cualquiera
de los que pudo triunfar afuera. A Jairo le gustaba mucho la radio y era un
muchachito muy inquieto. Yo manejaba la emisora y el programa ‘La Ley contra el
Hampa’. Era muy amable y servicial. Primero lo mandé a Turbo cuando esta región
empezaba a crecer, a desarrollarse y después a Bucaramanga.
Bucaramanga fue una gran escuela para muchos. Allá
se hizo Alfonso Lizarazo quien era mi control en Radio del Comercio de
Bucaramanga. Su carrera fue tremenda y de donde se agarraba le iba muy bien
hasta cuando decidió incursionar en política y se le acabó la carrera.
“Para un tipo ser buen locutor lo único que tiene
que hacer es conectarse el micrófono en el cerebro”
Entre los periodistas del Noticiero Todelar de
Antioquia uno de ellos muy a disgusto porque era yo quien iba a viajar, me
hizo una pasada muy fea y dijo que yo había girado un cheque sin fondos y me
sacó casi media página en El Colombiano y me ‘embarró’ a su gusto. La
deuda la pagó mi papá, y me fui para Estados Unidos y de lo que aprendí la idea
era venirme para a Bogotá que era en donde yo podía trabajar en televisión.
Cuando estaba saliendo de los estudios en California alguien me dijo que un
señor buscaba trabajadores para un canal de televisión en Honduras y al
presentarme ante esta persona me propuso irme con el conduciendo su auto desde
San Francisco. Conversando con él me confesó que era de Nicaragua y que me
necesitaba para un canal en Guatemala y una vez allí me puso en contacto con
los del canal.
Yo soy católico cristiano y un día fuimos a misa.
Frente a la iglesia había una estatua de Bolívar y frente a esa estatua
asesinaron a tres coroneles. Guatemala estaba perdida con la guerrilla en esa
época. Yo decidí que allá no me quedaba y renuncié.
Cuando fui a despedirme al canal, por coincidencia
el ingeniero Leslie McKormac estaba buscando gente para un
canal en Honduras ya que estaba comenzando la televisión en
Centroamérica y no había quien trabajara y me fui para Honduras, una
tierra caliente de clima pero también caliente por su gente cariñosa. Me
llevaron a la ciudad de San Pedro Sula a montar un canal nuevo llamado Canal 7
de San Pedro Sula y así comenzó mi vida en este país.
Pero ese calor resultó ser una medicina para mí
porque yo tenía problemas con los bronquios y el calor de San Pedro
Sula me fue curando rápidamente y la gente era muy amable conmigo. Yo solo
venía al montaje y me entendí perfectamente con todo su personal. Llegué
en febrero y en mayo logramos salir al aire. El primer programa que monté
fuel ‘El tío Pancho’.
Incluso por esta historia hasta mi madre le armó un
problema a don Alberto Acosta.
Estando en Honduras el director del ‘Nuevo
Canal 7’ me preguntó por mi experiencia en televisión en Colombia y yo le
mostré el carnet de radio en donde figuraba mi seudónimo de ‘Tony
Low’ y le expliqué la historia. Él aceptó de seguir bajo ese nombre artístico
y se hizo reconocido en Honduras.
Desde que se originó mi contacto en Guatemala la
idea era que yo hiciera un programa infantil. Mi inspiración para
llamarlo ‘El Tío Pancho’ comenzó al recordar que mi
hermano Rafael Claver Longas quien también trabajó en radio
tenía un programa de niños en Pereira en La Voz
Amiga llamado ‘El tío Rafael’. Yo agarré mi guitarra, me puse un
sombrerito y me puse a hablar con los niños entrevistándolos como si fueran
adultos. Fue todo un éxito con las respuestas ocurrentes y graciosas de los
niños. El programa le quitó la sintonía a un programa que pasaba a la
misma hora en el Canal 5 en la ciudad de Tegucigalpa pero que se veía a nivel
nacional. El propietario era el mismo y a disgusto cerró el programa que duró
solo seis meses pero lo suficiente para quedar en el recuerdo de sus
habitantes.
Cuando comencé a hacer ‘El Show de
Mediodía’ ya tenía mis documentos en regla. Era un programa de artistas y
de comentarios al mediodía. Duró unos cuatro años todos los días.
Yo estaba en la ciudad de Tegucigalpa, cuando le
dijeron a la estrella del canal, de apellido Valladares para hacerlo, él
se negó porque no quería ir hasta España solo a hablar cinco minutos. Me
asignaron a mí y en media hora me sacaron un pasaporte diplomático y me
fui con mi esposa. En España me presenté y les dije que estaba acostumbrado a
hacer dos programas diarios con una duración de una hora y cuarenta y cinco
minutos. Me preguntaron si estaba dispuesto a hacer las dos horas y yo respondí
que sí, dándole cambio a todos los presentadores de cinco minutos desde sus
países. Al productor le gustó el proyecto ya que se ahorraban dinero porque no
pagaban pasajes a los demás y me propuso hacerlo con una coanimadora.
Este primer programa lo hice ‘volando’ porque
quería aprovechar e ir a recorrer Madrid. A los cuatro días el director me
llamó la atención al decirme que debía demorarme por lo menos 5 o 6 días
grabándolo porque entre más se demorara iban a ganar más dinero porque les
pagaban por hora. De esta forma grabamos los otros. Con este primer programa se
preparó al mundo para celebrar los 500 años del descubrimiento de América.
Para las grabaciones viajaba cada dos meses. Yo
grabé tres programas y todo duró dos años. Nunca llevaron a Don Francisco porque
estaba en Chile haciendo su programa y no se lo conocían mucho.
Fue todo un gusto porque me lo entregaron en
compañía de Rodrigo Wong Arévalo, un señor que siendo locutor ahora
es empresario de televisión. Es una maravilla así que es un ejemplo para la
juventud.
En Honduras yo traté de hacer los programas en vivo
tipo Don Francisco y tipo Pacheco. Y siempre quise dejar que el
público y los invitados tuvieran más oportunidad de participación.
Ya mayor en los años setentas me hice piloto con mi
salario. Tengo mi licencia comercial. En Tegucigalpa me compré una avioneta
pequeña. Una Cessna 152. Amigos pilotos que hacían vuelos a particulares y
por alguna razón no querían hacerlos me los dejaban a mí y yo los reemplazaba.
Mi trabajo era en la televisión pero hacía vuelos a la gente para pasearlos y
me hacía unos pesos hablando de televisión con ellos.
Estos tres programas fueron mis grandes pruebas. Si
yo hubiese entrado a la televisión por otro rubro que no hubiera sido la
animación tal vez yo no hubiera podido haber incursionado en ella. Entré y la
gente decía que yo sabía mucho pero yo lo que sabía era de radio. La radio
es mi mamá. Mi mamá hizo la televisión que yo tengo. Aprendí a manejar
público, a manejar gente, solo faltaban las cámaras y eso fue lo que se me
metió a mí en el corazón para poder quitar el miedo de enfrentarme al público.
Esa televisión de 46 años en Honduras se la debo a
la radio. Cada paso que yo daba de más fue gracias a la radio que yo aprendí en
Colombia.
Conseguir trabajo en Medellín para un viejo de 88
años es muy difícil y ahora con la cuarentena solo hasta los de setenta pueden
salir. Yo tengo el cerebro bien puesto. Podría trabajar así fuera dando
una clase o tener un programa de adiestramiento por radio, cualquier cosa se puede
inventar, para dejarle todos los conocimientos a la gente para que los
puedan utilizar de una manera distinta. Con esto de la cuarentena los muchachos
se dieron cuenta que no tienen que ir al colegio porque pueden hacerlo desde la
casa.
Sin ser el animador yo podría dirigir una radio.
Controlar el personal, fijarme cómo programar la radio, cuál es la competencia
de la radio. Yo manejé La Voz del Río Grande en la mejor época.
En la radio y en la televisión como en la medicina
todos los días hay que leer y aprender cosas nuevas y si no se queda uno atrás.
Todo este bagaje me gustaría entregárselo a una universidad por ejemplo a
la Pontificia Bolivariana en un tipo de clases que no fuera didáctica
si no de experiencias en la cual yo podría ir a hablar con los que van a
graduarse de cómo tiene que comportarse frente a las cámaras y frente al
micrófono.
Para un tipo ser buen locutor lo único que tiene
que hacer es conectarse el micrófono en el cerebro. No a la pasión del
corazón. El pensamiento es el que tiene que salir por el micrófono. Porque
de lo contrario va a decir diez mil burradas todos los días y eso lo va a echar
para atrás. Necesitamos nuevos locutores que -tumben, barran o hagan llover el
sol- siempre y cuando conecten el micrófono al cerebro.
Lastimosamente tiempo atrás me caí en el centro de
la ciudad y se me dañó la columna y ahora encima en cuarentena. Cuando esto
termine hay que volver a empezar.
A uno le hacen entrevistas alguna vez pero no le dan la difusión del
tamaño que usted le está dando que es lo que vale la pena. Gracias a su
humildad. Usted es del medio indudablemente. Que mi Dios me lo acompañe
siempre. Muchísimas gracias por todo.
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